No habrá habido lugar creyente
y no creyente, que en este fin de semana no se haya hablado de la entrevista al
Papa Francisco y de su comprometido mensaje.
Mensaje que, ha querido ser contrarrestado
por diversos miembros de la jerarquía eclesial, restándole importancia, casi
con desprecio, cosas que ya otros papas habían hablado con esta claridad. Personas,
que suelen ser más papistas que el papa.
Lo cierto y verdad es que en
la lectura de esa entrevista encuentro tres reflexiones:
La primera es que el Papa
Francisco lleva como capitán de la barca de Pedro, a lugar donde la barca lleva
tiempo se llegar, a los abandonados y olvidados de la Iglesia y del mensaje
evangélico.
La segunda reflexión, es que
nos encontramos ante un pastor que habla, con el corazón abierto. Que plantea
temas abierto desde hace tiempo en el seno de la Iglesia y que está dispuesto
llevar a la futura reforma de la curia que este otoño se va a vivir en la
Iglesia. El papel de la mujer, el alejamiento de posiciones políticas, el lugar
de los laicos, la misión de los sacerdotes y obispos, el sufrimiento de los
homosexuales, de los divorciados.
La tercera reflexión es que
la entrevista la ha concedido a sus hermanos de la compañía de Jesús, como síntomas
de compartir pensamientos. Pensamientos, condenas que la Compañía ha sufrido
a lo largo de la historia, por su carisma aperturista del evangelio en función
de los signos de los tiempos.
Una cosa está clara, corren
nuevos aires en la Iglesia. No sabemos cuánto van a durar, pero mientras duren alegrémonos
todos. Por qué, algo nos renovara.
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