domingo, 30 de octubre de 2016

"MIS RESERVAS ANTE EL DOCUMENTO SOBRE 'LAS CENIZAS DE LOS MUERTOS'" XABIER PIKAZA

El valioso documento de laCongregación para la Doctrina de la Fe sobre la Sepultura de los Difuntos (Ad resurgendum cum Christo, Para resucitar con Cristo) suscita algunas reservas significativas, tanto por lo que omite, en este final del Año de la Misericordia, como por lo que quiere exigir.

Es un documento antiguo, aprobado y firmado hace ya meses (como verá el lector que siga hasta el fin de esta postal para leerlo), pero publicado ahora, cuando se acerca la fiesta de difuntos (2 del XI 2016), para caldear el ambiente con el tema.. Como resulta normal en estos casos, la prensa oral y escrita de ayer (25.10.16) ha omitido sus valores, para insistir sólo en sus cuatro prohibiciones principales, con aire de reserva y veces de crítica fuerte:

(a) Se prohíbe esparcir las cenizas de los muertos por campos y valles, ríos y mares, pues ello implica un menor respeto por los difuntos, y lleva el riesgo de volver a una religión naturalista, que vincula a los muertos con la naturaleza sagrada, sin fe en la resurrección.

(b) Se prohíbe conservar las cenizas en casas o espacios privados (fuera de cementerios sagrados o iglesias) porque ese gesto "encierra" a los muertos con el ámbito familiar, sin más, como se ha hecho en muchos pueblos, en vez de insistir en su apertura hacia un misterio de vida y resurrección que va unido a las iglesias o cementerios cristianos

(c) Se prohíbe dividir las cenizas en pequeñas unidades (una quizá para cada familiar), y así repartirlas, como si se dividiera al difunto y no se admitiera su unidad personal ante Dios.

(d) Se une a las tres anteriores una opinión a mi juicio poco ajustada con la Biblia sobre la separación del alma y del cuerpo... y una arriesgadísima decisión, diciendo a los párrocos y ministros que no ofrezca la oración de la Iglesia (los funerales) por aquellos difuntos (o en el ámbito de aquellas familias) que no acepten en este campo la doctrina de este Documento y quieran que sus cenizas se esparzan por montes y mares, pensando que ello va en contra de la costumbre y compromiso de los cristianos que han orado siempre por todos los difuntos.

Dos son, a mi juicio, las reservas principales que suscita este valioso documento, que nos ayuda a entender el sentido de la vida humana, la esperanza de la resurrección y el gran don y compromiso creyentes de la comunión de los santos que, según la doctrina de la Iglesia, vincula a los vivos y a los muertos. Una reserva es circunstancial, de tiempo; otra a de fondo.


1. RESERVA MÁS CIRCUNSTANCIAL: ÉSTE ERA BUEN MOMENTO DE TRATAR DE LOS VIVOS, NO DE LOS DIFUNTOS (AL MENOS DE ESTA FORMA).

Ahora, al final del Año de la Misericordia, que el papa Francisco había promulgado a favor de los vivos más necesitados, de toda raza y religión, la Congregación de la Fe promulga este documento por los muertos cristianos. Es como si el Papa fuera por un lado (quiere ayudar los vivos, en la línea de Mt 25, 31-46 y sus obras de misericordia), pero ellos, los de la Congregación, van a lo suyo y se ocupan de los muertos de su rebaño creyente.

No creo que lo hayan hecho a propósito, pero sí que parece "poca idea" (por no decir "mala idea"), ésta de ir en una línea opuesta a la del Papa y de gran parte de la cristiandad actual (así me lo ha repetido un amigo bien enterado)...
-- El Papa está empeñado en ofrecer el amor activo de Jesús por los hombres y mujeres más necesitados (hambrientos, sedientos, extranjeros, encarcelados...),
--pero estos de la Congregación van a lo suyo, la oración por los muertos cristianos, su signo sagrado, para después de haber sufrido este infierno de tierra si es que todos no cambiamos, como ha dicho el Papa Francisco, con palabras dramáticas, en Laudato Sí, sobre la justicia y la tierra de todos.

(Así dice mi amigo, no sé si tiene razón, pero lo parece)

Está muy bien el orar por los difuntos y expresar con (en) ellos el misterio de la vida que vence a la muerte, con la esperanza de Cristo, a favor de todos los hombres, no sólo de los cristianos,
-- pero la primera intención y obra de Cristo Jesús ha sido acompañar, ayudar y elevar a los vivos, como sabe cualquiera que haya empezado a leer los evangelios (no hace falta que los haya terminado, como deben haber hechos los autores de este Documento).

A este respecto quiero recordar una sabrosa anécdota medieval que ahora se repite, una anécdota a la que le dedico unas páginas en mi libro Las Obras de Misericordia, escrito con J. A. Pagola (Verbo Divino, Estella 2016).

1. Hacia finales de la Edad Media, en catecismos y obras de moral se quiso añadir unaséptima obra de misericordia a las seis de Mt 25 (dar de comer y beber, vestir, cuidar a los enfermos y encarcelados, acoger a los extranjeros...), para completar así el número armónico de siete (sacramentos, pecados, virtudes, cielos...). Había dos opciones más extendidas entre catecismos, libros de moral y predicadores:
(a) Una ayudar y promocionar a las mujeres necesitadas y en peligro de explotación personal y social, es decir, la liberación de la mujer.
(b) Otra era la de enterrar bien a los muertos, y orar muchos por ellos, con funerales, misas y cementerios.


Triunfó esta última: Orar por los difuntos, con buen enterramiento y misas... Fue buena la promoción de esa obra, de manera que una parte considerable de la Iglesia (y del clero postridentino) se especializó en orar por los difuntos, más que ayudar a los vivos.

Hubiera sido mejor la otra, ayudar a los mujeres en riesgo de destrucción personal y social, como ha dicho implícitamente el Papa Francisco.

Lo mismo pasa ahora. El Papa quería poner de relieve las obras de Mt 25, a favor de los vivos. Estos de la Congregación han optado por los muertos, que son muy importantes, pero con riesgo de olvidar a los vivos en necesidad.

No sé si lo han hecho queriendo, pero peor no lo podían hacer, en este final del Año de la Misericordia, en el que todos esperábamos que la Congregación dijera algo profundo, comprometido, en la línea de las Obras de Misericordia de la Biblia y del Papa Francisco, pero ellos a lo suyo, que es importante, pero no lo definitivo.

No quiero pensar mal, pero corre la de que está detrás la mano de Card. Müller en contra de Bergoglio Papa. El Cardenal no está de acuerdo (dice mucha prensa) de la "deriva" del Papa... y el gesto de publicar este documento ratificaría esa impresión. Más leña al fuego. No creo que sea así, pero así parece serlo. Sería un caso más de disputa vaticana, en temas que son de todos los cristianos.

2. RESERVA INTERNA... LAS DEFICIENCIAS DEL DOCUMENTO

No es malo, como he dicho; al contrario, es muy bueno y recuerda cosas importantes para cristianos y no cristianos, pero debería haberse perfilado más, en forma positiva, de gozo y alabanza por la vida, en un momento en que parece que muchos banalizamos a los muertos.

Pero quizá no era el momento de decirlo, con un documento así, que es en principio positivo pero que, para la prensa (¡y no es la prensa impía, sino también la católica!) se resume en las cuatro prohibiciones que he señalado arriba (echar las cenizas por montes, tenerlas en casas particulares, repartirlas en trozos menores... y rezar por los que así lo han dispuesto).

Quiero recordar sólo de paso que una de las cristianas mejores que conozco (¡alma de Dios, madera de santa!) perdió a hija mayor en accidente, y cumpliendo su voluntad, tras misas y funerales, recogió las cenizas de crematorio y las esparció por los lugares favoritos de la niña...). Algún cura le ha dicho que así su alma vaga errante, que no puede salvarse... Ahora si lee este documento llorará de pena otra vez, por su hija y por los "curas" vaticanos que no conocen lo que es el sufrimiento por la muerte de una hija.

Vuelvo al tema. Es un Documento bueno, como todos los de la Congregación, bien organizado y construido, pero no parecía necesario, por la consecuencia práctica que saca:
‒ Ciertamente, admite la cremación de los cadáveres, cosa que la Iglesia había admitido hace ya tiempo, aunque con la oposición de algunos eclesiásticos, pero insiste en las cuatro prohibiciones que he señalado. Ciertamente, comparto la preocupación del Documento por el respeto a los muertos, a sus cuerpos y cenizas. Pero pienso que en este momento el tema no es el que plantea ahora la Congregación. Un amigo me ha dicho después de leerlo:
‒ O la Congregación para la Doctrina de la fe no tiene mejor tema en el que pensar, y debe hacer algo para justificar su existencia, o no sabe ya nada de lo que pasa en el mundo.
‒ La inmensa mayoría de los párrocos no van a preguntar a los familiares sin van a enterrar al difunto o incinerarle, ni sin van conservar su cenizas en un columbario del cementerio parroquial o esparcirlas en la naturaleza (mar, río o montaña).

Ciertamente, un tipo de Iglesia sigue prefiriendo el entierro de los cadáveres, por tradición, por cercanía afectiva al cementerio y por pervivencia de una profunda religiosidad cósmica, de la que procedemos la mayoría de nosotros. Como hombre de antigua Iglesia, también yo prefiero afectivamente el camposanto, un cementerio de pueblo o aldea, cerca de la Iglesia, como en éste en el que vivo, donde vienen a rezar las mujeres del lugar a sus muertos. Pero cinco razones me llevan a poner en duda el valor y actualidad de lo que dice la Instrucción Ad resurgendum cum Christo, sobre funerales y entierros (que viene reproducida a continuación):


1. Por recuerdo de infancia. Mi abuela, como las mujeres de la aldea, se acercaba cada domingo tras la misa al Camposanto a rezar por sus difuntos... y mi padre nos dijo que eso era muy santo. Pero añadió que también era santo el cuerpo de los muertos que no habían tenido sepultura de Iglesia, como el de aquel marino al que acababan de "sepultar" por la borda en el mar, dos semanas antes, bajo el toque de sirenas, con la oración de capitán y de toda la tripulación y los pasajeros, sabiendo que sería inmediatamente devorado por los peces, en las aguas llenas de tiburones del Caribe. Como lobo de mar, cristiano viejo, sabía que las aguas del mar son uno de los mejores cementerios para los difuntos, esperando la resurrección. Si las cosas fueran de otra forma (nos dijo) y sólo se salvaran los del buen cementerio de Iglesia Dios sería injusto.

2. Por novedad cristiana. Los seguidores de Jesús veneramos a un hombre cuya memoria no se encuentra vinculada con un cementerio. Cuando el ángel de la pascua dice a las mujeres que van a rezarle (como hacía mi abuela) "no está aquí" estaba iniciando una nueva forma de entender la vida de los muertos, más allá de la simple sepultura, entiendan como entiendan luego los teólogos lo que ese pasaje de la Biblia implica sobre el cuerpo del Crucificado. A la Biblia de Jesús le importa la preocupación por los vivos, más que el buen rito de los muertos, como acabo de poner de relieve el el Comentario de Marcos, cuyo comentario he finalizado estos días, con un largo análisis sobre tumba y resurrección, algo que, al parecer no les importa a los clérigos de este Documento, que pueden saber mucha teología de un tipo, pero poca Escritura y Evangelio.

3. Por respeto religioso. Los hombres y mujeres han venerado desde antiguo de diversas maneras los muertos, de manera que los han enterrado, incinerado o recordado de otras formas (como indicará el adjunto de esta postal). Todavía hoy me emocionan los enterramientos funerarios de los viejos pueblos, en colinas y montañas, dólmenes, trilitos... Ellos me siguen recordando la presencia y victoria de la vida en la misma naturaleza. Pero sé que han existido también otras formas de expresar el respeto a los muertos, y entre ella sobresale la "siembra" de las cenizas enterradas o incineradas en los más diversos lugares de tierra, en el mundo entero convertido en gran cementerio de miles de generaciones de vivientes. .

4. Por inutilidad. Diga lo que diga la Congregación de la Doctrina de la fe, la inmensa mayoría de los párrocos van a seguir haciendo lo que pueden, lo que mejor saben, sin entrar demasiado en la cuestión de si los que piden un funeral por su muerto van a enterrarlo o incinerarlo, van a conservar su cenizas en un columbario de cementerio o esparcirlas con respeto y amor en los ríos o montes, los mares y los campos. Nadie cree ya que los agentes de pastoral van a seguir sin más, en ese campo, las directrices de la Congregación para la Doctrina de la fe, simplemente porque tienen otras cuestiones más importantes a las que atender, especialmente las obras de misericordia por los vivos, las seis de San Mateo. Y además ¿qué pasa con los cuerpos empleados en las facultades de medicina, con mayor o menor respeto, para fines de estudio, se va a prohibir también su uso?

5. Finalmente, en este momento de cambio de mentalidad, en este umbral de un tiempo nuevo, los pastores cristianos (obispos y presbíteros, teólogos y catequistas...) debemos preocuparnos de ofrecer una doctrina y experiencia esperanzada sobre la vida de los difuntos, la comunión de los santos (más que ocuparnos de pequeños ritos como los de este Documento). Sigue siendo admirable el fervor de los cristianos que crearon inmensos cementerios bajo tierra (catacumbas...) para enterrar a sus difuntos. De su fe vivimos, desde ella debemos avanzar. Pero hoy ya no se puede imponer una costumbre y experiencia antigua en las inmensas megápolis, por falta de terreno, por cambio de mentalidad... y quizá por fe cristiana, pues nuestro Dios es Dios de vivos, no de muertos, como dijo Jesús.



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sábado, 29 de octubre de 2016

EVANGELIO DOMINGO 30 DE OCTUBRE 2016. 31ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según San Lucas 19,1-10.

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: - Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: - Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: - Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. 
Jesús le contestó: - Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. 


COMENTARIO.-

Este texto evangélico es una narración de Lucas, de un posible acontecimiento de Jesús en Jericó, pero que lógicamente no sucedería así. Pues no es normal, que tú entres en un pueblo, y cuando vas por la calle sin conocer a nadie. Te encuentras a uno en lo alto de un árbol y éste para colmo es jefe de publicano y rico; y tú le dices que te baje enseguida que me voy a tú casa a comer. Y allí mismo, en medio de la calle, sin entablar un diálogo coherente, digo que la mitad de mis bienes, se la doy a los pobres.....

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que este episodio de la conversión de Zaqueo, sólo lo recoge el evangelista Lucas. Con este episodio, Lucas quiere dejar muy claro cuál es la misión de Jesús: " el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. En esta frase final del texto está la enseñanza del Evangelio.

Este evangelio es una ocasión excelente para recordar que éstos son los temas que se destacan en el material particular de la tradición lucana y que resaltan la predilección de Jesús por los pobres, marginados y excluidos.

El texto es el reflejo de una gran experiencia de la comunidad lucana en Cristo, de cómo podemos seguir a Jesús en su interés por rescatar lo que está perdido.

Zaqueo es un Jefe publicano, rico. Que posiblemente su vida esté en vivir sin preocupaciones por los demás y centrada solamente en su bienestar y en ganar dinero como sea. Y teniendo todo eso, no es feliz. Necesita algo y está buscando algo.

Posiblemente, escucha hablar de Jesús. Profeta religioso, que se acerca a comer con pecadores, que cura a los enfermos, ayuda a los pobres y necesitados y que no tiene ni donde alojarse, ni alforjas. Pero es feliz y hace felices a los demás. Este estilo de vida inquieta a Zaqueo y sale a conocer a Jesús. Ese estilo de vida de Jesús, le inquieta, le llena y decide seguirle.

Pero se da cuenta que el seguirle, es tener que romper barreras (pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura). Pero Zaqueo, busca y hace todo lo posible por llegar a él (Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.). Llega el momento en que descubre Zaqueo que Jesús también lo está buscando. Ese encuentro transforma a Zaqueo en una vida más humana y solidaria. En esa humanización de Zaqueo, nace el AMOR DE DIOS.

Cuántos de nosotros tenemos un bienestar de vida maravilloso, pero no somos felices. Y pensamos que nuestra vida está vacía, tenemos la sensación de que nos falta algo.

Jesús visto en el prójimo, pasa por nuestra vida diariamente, nos busca, nos llama y nos transforma.

DEJEMOSNO TRANSFORMAR POR JESÚS.


DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.


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viernes, 28 de octubre de 2016

¿HALLOWEEN... o DÍA DE TODOS LOS SANTOS?

Es una celebración controvertida, no tanto por lo que pudo ser en sus orígenes sino por el espacio que año tras años se va ocupando en nuestra sociedad.

En nuestra cultura, damos a los dos primeros días de noviembre el significado del "recuerdo, oración y veneración de aquellas personas que no han subido a los altares pero que su vida ha sido un claro ejemplo de santidad; recuerdo y oraciones por nuestros familiares y amigos ya fallecidos", con la convicción de no quedarnos en la muerte, si no en la esperanza de una VIDA que jamás termina, que expresamos según nuestra fe y confianza en esa Vida.

Nos quejamos muchas veces de toda esa "cultura" que nos invade, que muchas veces arrincona o hace olvidar las propias costumbres, nuestra idiosincrasia.

¿Qué hacemos, al respecto de esta celebración de Halloween, si hasta en los colegios se está  inculcando en los niños? ¿No estamos contribuyendo nosotros mismos a ese daño del que luego nos quejamos?

Quizás durante mucho tiempo hemos vivido la festividad de todos los Santos y de los Difuntos, especialmente en el ambiente creyente, resaltando más el hecho de la muerte que la felicidad de la  vida.

Por eso deberíamos preguntarnos ¿qué estamos haciendo para resaltar la cultura de la VIDA?


Posiblemente este descuido de festejar la vida como el don más grande que Dios nos ha dado y que culmina en la muerte del ser humano, es lo que ha podido dar lugar a la proliferación de otro significado de nuestra cultura. Podemos deducir de que nada se produce por casualidad, ni porque sí, siempre hay un "algo" detrás.



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sábado, 22 de octubre de 2016

EVANGELIO DOMINGO 23 DE OCTUBRE 2016. 30ª SEMANA DEL TIEMPO ORDIANRIO

Evangelio según San Lucas 18, 9-14

Dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos, y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo". El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atre­vía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador". Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

COMENTARIO.-

Está parábola, lo que nos pone verdaderamente al descubierto, es el pensamiento y los criterios que dos personas tienen sobre sí mismo,  los demás y de su relación con Dios y con su Iglesia.

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese publicano, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás).

El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en esto consiste su oración.

Lo que este evangelio nos enseña es que no estamos justificado ante Dios y ante nuestros hermanos, porque seamos verdaderos cumplidores de las normas religiosas y eclesiales. Cuando uno se ve a sí mismo, y piensa de sí mismo, que es el mejor, porque cumple con todas las normas religiosas y eclesiales; llega a centrarse tanto en él, que se cree que él es Dios. Por eso una persona así piensa de los demás son ladrones, injustos, adúlteros. Esto hace con toda seguridad difícil su relación con los demás, y posiblemente su aislamiento.


En cambio, la humillación y la sencillez del publicano lo justificaron como pecador ante Dios.

Mucho hay que reformar en la Iglesia oficial, en la forma y en el fondo, o más bien refundarla desde sus orígenes, porque se ha ido tan lejos del Evangelio que a la luz del mismo resulta irreconocible. El Papa Francisco ha  optado por hacerlo. Tarea grande y urgente. Solo no lo puede hacer. Los más llamados a ayudarle, ¿lo harán? ¿Lo haremos todos?

Muchas veces las personas que estamos dentro de la Iglesia y sobre todo los que ocupan cierta responsabilidad, piensan que todos tenemos que ser como ellos, y que los que no son así y piensan como ellos, no están justificados ante Dios. Sólo se justifican los que son como ellos. Consecuencia de esto, que cerramos las puertas, y no acogemos a los que no son como nosotros.

¡QUÉ DIFÍCIL ES QUE MUERA EL FARISEO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO!

DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.

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viernes, 21 de octubre de 2016

REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS

“El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Son incontables los análisis que se han hecho sobre el matrimonio y la familia, sobre sus dificultades y desafíos actuales. Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque « las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia », a través de los cuales « la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia »

Con estas palabras comienza el capítulo segundo de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia.
Posiblemente, en estos momentos de nuestra vida eclesial; estamos viviendo en el acompañar del Papa Francisco, una nueva comunidad eclesial que intenta abrirse al mundo, salir de sus fronteras, en las cuales se encontraba cerrada, para intentar reconciliarse con ese mundo, del cual estaba posiblemente apartado.
Aquí, es donde nosotros estamos llamados, a crear comunidades cristianas fraternas y abiertas al Espíritu y al mundo, para hacer una lectura más profética de nuestros horizontes y de nuestras realidades.
El cambio de cultura en el que estamos inmerso, ha hecho que nuestros jóvenes, nuestros hijos, hijas, nietos y nietas, opten por una vida de pareja, de convivencia, de relaciones prematrimoniales que a veces surgen sin proyecto de familia y que en el transcurrir del tiempo algunas se consolidan en la unión matrimonial y otras en el fracaso de la inexistencia de ningún proyecto de pareja o de familia.
Estos contextos, sin duda alguna, no son realidades de ahora, son realidades que han existido siempre y que han permanecido ocultas a los ojos de todos, pero como todo lo oculto, tarde o temprano ve la luz. Y, ahora están dando la luz y, por consiguiente nos interpelan y nos piden a nuestras comunidades, nuestra escucha, nuestra voz y nuestra apertura a esas nuevas realidades, con el fin de poder ayudar a construir y restaurar esas nuevas realidades familiares que nos rodean, desde la luz del Evangelio y la comunión de la Iglesia.
De aquí, que dentro de este año jubilar dedicado a la Misericordia, el Papa Francisco nos haya ayudado a discernir sobre esas realidades familiares tan cercanas a nosotros, desde el regalo de la exhortación apostólica Amoris laetitia (La alegría del amor), un texto que recoge las conclusiones de la reflexión de la Iglesia sobre la vida en familia.
En este documento se habla de matrimonio y de hijos, de crisis, de educación y, pero sobre todo, de alegría en el amor y desde el amor. Esto es lo verdaderamente llamativo de la Amoris laetitia, la insistencia del papa en el tema del amor mutuo, "amor de amistad" que iguala y une  - y no en la doctrina de la Iglesia o en sus leyes - como argumento transversal, que recorre toda la Exhortación de principio a fin.
Si prestamos atención a lo que ocurre actualmente en nuestras familias, enseguida nos daremos cuenta y comprenderemos que la familia es una de las instituciones que está experimentado cambios continuos, rápidos y profundos.
Nada más ver, como en una misma familia, los abuelos no comprenden las nuevas costumbres de los hijos y, menos aún, las de los nietos. Pero aún más, el cambio de nuestros hijos a nosotros, ha sido y es mucho mayor que el nuestro, con respecto a nuestros padres.
Como dice la misma Exhortación «La elección del matrimonio civil o, en otros casos, de la simple convivencia, frecuentemente no está motivada por prejuicios o resistencias a la unión sacramental, sino por situaciones culturales o contingentes» (294).
Estas nuevas situaciones culturales, sin duda alguna, determinan una nueva formar de vivir que a su vez determina una nueva forma de pensar, y a la vez, esa nueva forma de pensar, va determinando una nueva forma de vivir.
Así, hemos pasado de la familia tradicional que era, sobre todo, el matrimonio que se contraía sobre una unidad económica y no sobre la base de un amor sexual; a uniones basadas en las relaciones sexuales y amorosas, en relaciones padres-hijos por circunstancias de la rotura familiar y en relaciones de amistad y de convivencia.
De ahí, que el centro de la institución familiar se ha desplazado, de la familia como "unidad económica", a lo que acertadamente se ha denominado la "relación pura" de la familia (Anthony Giddens). Considerándose el concepto de "relación pura" como: "La relación que se basa en la comunicación, la escucha, el discernimiento y que permite entender el punto de vista y el actuar de la otra persona como parte esencial en su vida personal y familiar".
Desde este punto de vista, no hay que esforzarse mucho para advertir que el Papa, siendo fiel a la tradición de la Iglesia, ha dado en el clavo de lo que está ocurriendo en la institución familiar. Y como no, en el clavo también de la solución a estos estados de situaciones que vivimos a nivel de las relaciones familiares.
La solución de los problemas de la familia no va a estar en afirmar verdades teológicas rotundas, como hemos hecho en tiempos pasado y presente. Ni vendrá por el sometimiento a normas eclesiales rígidas. En nada de eso está el problema. Y, por tanto, en nada de eso estará la solución.
El papa Francisco, sin duda alguna, ha captado los "signos de los tiempos" mucho mejor de los que se empeñan en decir que todo sigue igual, después de la Exhortación apostólica Amoris laetitia. El Papa nos exhorta a recuperar la estabilidad de la familia, su equilibrio y su razón de ser, en la medida en que pongamos el amor, el entender, el discernir y el punto de vista de la otra persona como el centro de la institución familiar y de sus nuevas realidades.
Por ello, en torno al gran tema del amor, hay dos grandes preocupaciones del Papa con respecto al matrimonio y la familia, que atraviesan toda la exhortación apostólica como muy bien resume el escritor José Antula en un estudio detallado de la Amoris laetitiae titulado "La verdadera novedad de Amoris laetitiae":
1) Desarrollar una "pedagogía del amor", que oriente a los jóvenes hacia el matrimonio.
La Exhortación destaca la necesidad de "presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia" (35), de "ayudar a los jóvenes a descubrir el valor y la riqueza del matrimonio" (205) y de "tocar las fibras más íntimas de los jóvenes, allí donde son más capaces de generosidad, de compromiso, de amor e incluso de heroísmo, para invitarles a aceptar con entusiasmo y valentía el desafío del matrimonio" (40). Pero concreta esta propuesta como "una pedagogía del amor que no puede ignorar la sensibilidad actual de los jóvenes, en orden a movilizarlos interiormente" (211).
2) Estimular el crecimiento del amor de los esposos.
Este segundo eje está mucho más acentuado que el primero. El Papa remarca que "hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas" (307). Y pregunta con dolor: "¿quiénes se ocupan hoy de fortalecer los matrimonios?" (52). Constantemente  el Papa Francisco habla con gran realismo sobre los matrimonios "reales", con todos sus límites, dificultades, imperfecciones, luchas y duros desafíos. Muestra con crudeza que necesitan ayuda, sin dejar de agradecer que "muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque muchas veces caigan a lo largo del camino" (57).
Pero el asunto es que "el amor matrimonial no se cuida ante todo hablando de la indisolubilidad como una obligación, o repitiendo una doctrina, sino afianzándolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia y del amor" (134). Nunca "podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar" (89).
Siguiendo el esquema que propone San Pablo a los Corintios (I Co 13.4-7), el Papa Francisco, repasa las claves para cuidar bien del matrimonio, que es la base imprescindible para cuidar de la familia (puntos 90 al 117):
1.- Paciencia. “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad (…) El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente al que yo desearía”.
2.-  Actitud de servicio. “La paciencia nombrada en primer lugar no es una postura totalmente pasiva, sino que está acompañada por una actividad, por una reacción dinámica y creativa ante los demás. Indica que el amor beneficia y promueve a los demás. Por eso se traduce como servicial”.
3.-  Sanando la envida. “El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida”.
4.- Sin hacer alarde ni agrandarse. “Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en su lugar sin pretender ser el centro”.
5.- Desprendimiento. “Hay que evitar darle prioridad al amor a sí mismo como si fuera más noble que el don de sí a los demás (…) El amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, sin esperar nada a cambio.
6.- Sin violencia interior. Es decir, sin “una reacción interior de indignación provocada por algo externo. Se trata de una violencia interna, de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos que hay que evitar. Alimentar esa agresividad íntima no sirve para nada. Solo nos enferma y termina aislándonos. La indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros”.
7.-   Perdón. “Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón (…) La tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga. De ese modo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar. El problema es que a veces se le da a todo la misma gravedad, con el riesgo de volverse crueles ante cualquier error ajeno. La justa reivindicación de los propios derechos se convierte en una persistente y constante sed de venganza más que en una sana defensa de la propia dignidad”.
8.-    Disculpar todo. “Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen (…) No es la ingenuidad de quien pretende no ver las dificultades y los puntos débiles del otro, sino la amplitud de miras de quien coloca esas debilidades y errores en su contexto”.
9.-   Confía. “La confianza hace posible una relación de libertad. No es necesario controlar al otro, seguir minuciosamente sus pasos, para evitar que escape de nuestros brazos. Esa libertad (…) permite que la relación se enriquezca y no se convierta en un círculo cerrado y sin horizontes. (…) Al mismo tiempo, hace posible la sinceridad y la transparencia, porque cuando uno sabe que los demás confían en él y valoran la bondad básica de su ser, entonces sí se muestra tal cual es, sin ocultamientos”.
10.-   Espera. “Siempre espera que sea posible una maduración, un sorpresivo brote de belleza, que las potencialidades más ocultas de su ser germinen algún día. No significa que todo vaya a cambiar en esta vida. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar en esta tierra”.
Francisco insiste a diestra y siniestra que "todo esto se realiza en un camino de permanente crecimiento. Esta forma tan particular de amor que es el matrimonio, está llamada a una constante maduración" (134). Nos recuerda que "el amor que no crece comienza a correr riesgos, y sólo podemos crecer respondiendo a la gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres" (134).
En ese camino del amor no se excluyen la sexualidad y el erotismo, ya que "Dios mismo creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso" (150) y la dimensión erótica del amor es "don de Dios que embellece el encuentro de los esposos" (152). Francisco asombra a muchos al decir que la unión sexual es "camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos" (74). Por lo tanto, la educación y maduración de la sexualidad conyugal "no es la negación o destrucción del deseo sino su dilatación y su perfeccionamiento" (149).
Invitando a los esposos a hacer renacer el amor en cada nueva etapa, les insiste que "de ningún modo hay que resignarse a una curva descendente, a un deterioro inevitable, a una soportable mediocridad" (232). El amor conyugal tiene que "renacer, reinventarse y empezar de nuevo hasta la muerte" (124).
Pero, así y todo, muchas veces esa unidad matrimonial no llega a su puerto final; si no que en su trayectoria se encuentra con un iceberg que roza y rompe el casco de la nave, produciéndose su hundimiento y creándose nuevas formas de salvamento personales y generales.

Por eso, una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y trasformaría hoy más que nunca nuestras comunidades y trasformaría más que nunca a la Iglesia de Jesús. De aquí, que el camino emprendido por el Papa Francisco, con sus gestos de cercanía, servicio, entrega, preferencia por los necesitados, de escucha, de comprensión y misericordia, puede ser un nuevo revulsivo a esa Iglesia que parece que se va diluyendo entre nosotros.


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sábado, 15 de octubre de 2016

EVANGELIO DOMINGO 16 DE OCTUBRE 2016. 29ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.



Evangelio según San Lucas 18, 1-8.


En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: " Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres”.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: " Hazme justicia frente a mi adversario "; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: " Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”.
Y el Señor respondió:
- Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?


COMENTARIO.-


Para entender bien este pasaje evangélico de este domingo, nos tenemos que remontar al capítulo anterior Lc 17, 20-22: " A una pregunta de los fariseos sobre cuándo iba a llegar el reino de Dios, respondió Jesús: " El Reino de Dios no vendrá de forma espectacular, ni se podrá decir: " Está aquí o allí ", porque el reino de Dios ya está entre vosotros ".

Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deberían ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. 

La verdad sea dicha, que si leemos detenidamente la parábola que Jesús propone. Nos puede resultar en un principio, algo absurda. Pues como un juez, que es injusto, pues no quiere hacer justicia, que no teme a Dios ni a los hombres, le va a tener miedo a una pobre viuda " vaya a acabar pegándome ", y además va a consentir que la pobre viuda lo fastidie, como es juez le mandaría que la castigasen. Lo que de este trozo podemos deducir es la insistencia, la constancia, la pesadez de la viuda en pedir la justicia. Hasta que la consiguió.

En la oración, que es la escucha de Dios, podremos ver y comprender las injusticias que nosotros los humanos hacemos. Y por esas injusticias el Reino de Dios no se crea en la tierra. 

¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor, el hambre, la miseria, las guerras, el abandono de seres humanos buscando un bienestar?.

Dios nos habla desde la justicia, somos nosotros los cristianos, los que consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debemos desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en este mundo, un reinado de justicia y fraternidad. Sólo la oración, la comunicación con Dios nos mantendrá en esperanza. 

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino gritar día y noche como dice Jesús.

La oración realmente no es una «transacción» con Dios, de yo te doy y tú me das. La oración es simplemente permitirnos expresarnos ante Dios y ante nosotros mismos nuestras inquietudes, como un desahogo personal, como un modo de colocar nuestras preocupaciones en el contexto de la voluntad de Dios y de consolidar nuestra búsqueda de buscar esa voluntad.

No debemos perder la fe en la oración de petición, pues en ella nos encontramos con Dios. Pero con el Dios que nos habla en el corazón.

DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.


viernes, 14 de octubre de 2016

MENSAJE DEL PAPA PARA EL DÍA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN. DOMINGO 16 DE OCTUBRE 2016.



Sabemos que el mecanismo de la distribución se queda en teoría si los hambrientos no tienen un acceso efectivo a los alimentos, si no se crea una relación adecuada entre la necesidad alimenticia y el consumo". Son palabras del Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación 2016, que se celebrará este domingo 16 de octubre.

En su mensaje, el Santo Padre resaltó el tema elegido por la FAO para la presente Jornada: "El clima está cambiando. La alimentación y la agricultura también". Este tema, dijo el Pontífice, nos lleva a considerar la dificultad que se suma a la lucha contra el hambre, es decir, la presencia de un fenómeno complejo como el del cambio climático. Por ello, es importante "cuestionarnos sobre nuestra responsabilidad individual y colectiva, sin recurrir a los fáciles sofismas que se esconden tras los datos estadísticos o las previsiones contradictorias", aunque, al mismo tiempo, "sin abandonar el dato científico, que es más necesario que nunca, sino de ir más allá de la simple lectura del fenómeno o de la enumeración de sus múltiples efectos".

En este sentido, prosigue el Papa, es necesario reconocer ante todo que los diferentes efectos negativos sobre el clima tienen su origen en la conducta diaria de personas, comunidades, pueblos y Estados. "Es necesario intervenir políticamente y, por tanto, tomar las decisiones necesarias, disuadir o fomentar conductas y estilos de vida que beneficien a las nuevas y a las futuras generaciones. Sólo entonces podremos preservar el planeta", asevera.

Este aspecto es fundamental, afirma el Papa, ya que una gran parte de la población mundial vive en zonas rurales en contacto directo con los efectos del cambio climático, y ellos experimentan que, si el clima cambia, también sus vidas cambian. "Su diario acontecer se ve afectado por situaciones difíciles, a veces dramáticas, el futuro es cada vez más incierto y así se abre camino la idea de abandonar casas y afectos". De la sabiduría de las comunidades rurales, señala Francisco, podemos aprender un estilo de vida que nos puede ayudar a defendernos de la lógica del consumo y de la producción a toda costa; lógica que, envuelta en buenas justificaciones, como el aumento de la población, en realidad sólo busca aumentar los beneficios.

Además, precisa el obispo de Roma, no podemos olvidar que es también el clima el que contribuye a que la movilidad humana sea imparable. "Los datos más recientes nos dicen que cada vez son más los emigrantes climáticos, que pasan a engrosar las filas de esa caravana de los últimos, de los excluidos, de aquellos a los que se les niega tener incluso un papel en la gran familia humana. Un papel que no puede ser otorgado por un Estado o por un estatus, sino que le pertenece a cada ser humano en cuanto persona, con su dignidad y sus derechos".

Muchas veces, también en cuanto Iglesia Católica, hemos recordado que los niveles de producción mundial son suficientes para garantizar la alimentación de todos, a condición de que haya una justa distribución. "En efecto", dice el Papa, "sabemos que el mecanismo de la distribución se queda en teoría si los hambrientos no tienen un acceso efectivo a los alimentos, si siguen dependiendo de la ayuda externa, más o menos condicionada, si no se crea una relación adecuada entre la necesidad alimenticia y el consumo y, no menos importante, si no se elimina el desperdicio y se reducen las pérdidas de alimentos".


Todos estamos llamados a cooperar en este cambio de rumbo: esa es la invitación conclusiva del Papa Francisco. Los responsables políticos, los productores, los que trabajan en el campo, en la pesca y en los bosques, y todos los ciudadanos. "La voluntad de actuar no puede depender de las ventajas que se puedan obtener", recuerda, "sino que es una exigencia que está unida a las necesidades que surgen en la vida de las personas y de toda la familia humana... con el fin de conseguir que todo el mundo tenga cada día una alimentación suficiente y saludable".

jueves, 13 de octubre de 2016

PARA SEGUIR AL SEÑOR ES FUNDAMENTAL NO ENGAÑARNOS




Para seguir al Señor es fundamental no engañarnos, no decirnos mentiras y así no caer en la hipocresía, esa esquizofrenia espiritual que nos hace decir tantas cosas pero sin ponerlas en práctica. Es en síntesis cuanto dijo el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Levadura buena y levadura mala: las galletas de la abuela

A partir del Evangelio del día, en el que Jesús invita a estar atentos ante la "levadura de los fariseos", el Santo Padre observó que "hay una levadura buena y una levadura mala". La levadura que hace crecer el Reino de Dios y la levadura que hace sólo aparenta en el Reino de Dios. Y afirmó que la levadura siempre hace levar, hace crecer, cuando es bueno, de modo consistente, sustancioso, con lo que se consigue un buen pan, una buena masa: crece bien. Pero "la levadura mala no hace crecer bien". Y para explicar este concepto, el Pontífice relató una anécdota de su infancia:

"Yo recuerdo que para Carnaval, cuando éramos niños, la abuela nos hacía unas galletas, y la masa era muy fina, fina, fina era la que hacía. Después la echaba en el aceite y aquella masa se hinchaba, se hinchaba... y cuando comenzábamos a comerla, estaba vacía. Y la abuela nos decía -en su dialecto las llamaban 'mentiras'- 'éstas son como las mentiras: parecen grandes, pero no tienen nada adentro, no hay nada de verdad allí; no hay nada de sustancia'. Y Jesús nos dice: 'Estén atentos a la levadura mala, a la de los fariseos'. ¿Y cuál es? Es la hipocresía. Estén bien atentos ante la levadura de los fariseos, que es la hipocresía".

Hipocresía, esquizofrenia espiritual o nominalismo existencial

La hipocresía, prosiguió diciendo el Papa, es cuando se invoca al Señor con los labios, pero el corazón está lejos de Él:
"Es una división interna, la hipocresía. Se dice una cosa y se hace otra. Es una especie de esquizofrenia espiritual. Además, la hipocresía es un simulador: parece bueno, cortés, pero detrás de sí tiene un puñal, ¡eh! Pensemos en Herodes. ¡Con cuánta cortesía -asustado por dentro- había recibido a los Magos! Y después, en el momento de la despedida les dice: 'Vayan, y después vuelvan y díganme dónde está este niño ¡para que también yo pueda ir a adorarlo!'. ¡Para matarlo!"

"El hipócrita que tiene doble cara", prosiguió el Papa. "Es un simulador. Jesús, hablando de estos Doctores de la Ley, afirma: 'Estos dicen y no hacen': es otra forma de hipocresía. Es un nominalismo existencial: aquellos que creen que, diciendo las cosas, arreglan todo. No. Las cosas deben ser hechas, no sólo dichas. Y el hipócrita es un nominalista, cree que con decir se hace todo. Además, el hipócrita es incapaz de acusarse a sí mismo: jamás encuentra una mancha en sí mismo; acusa a los demás. Pensemos en la pajita y en la viga, ¿no? Y así podemos describir esta levadura que es la hipocresía".

Decirse la verdad, no las mentiras

El Obispo de Roma invitó a hacer un examen de conciencia para comprender si crecemos con la levadura buena o con la levadura mala preguntándonos: "¿Con qué espíritu hago las cosas? ¿Con qué espíritu rezo? ¿Con qué espíritu me dirijo a los demás? ¿Con el espíritu que construye? ¿O con el espíritu que se vuelve aire?". Lo importante - concluyó diciendo el Papa - es no engañarnos, no decirnos mentiras, sino la verdad:

"¡Con cuánta verdad se confiesan los niños! Los niños jamás, jamás, jamás dicen una mentira en la confesión; jamás dicen cosas abstractas. 'He hecho esto, he hecho aquello, he hecho...': concretos. Los niños, cuando están ante Dios y ante los demás, dicen cosas concretas. ¿Por qué? Porque tienen la levadura buena, la levadura que los hace crecer como crece el Reino de los Cielos. Y que el Señor nos dé, a todos nosotros, el Espíritu Santo y la gracia de la lucidez para decirnos cuál es la levadura con la que yo crezco; cuál es la levadura con la cual yo actúo. ¿Soy una persona leal, transparente o soy un hipócrita?".

sábado, 8 de octubre de 2016

EVANGELIO DOMINGO 9 DE OCTUBRE 2016. 28ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.


Evangelio según San Lucas 17,11-19.

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: - Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo: - Id a presentaros a los sacerdotes.
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: - ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? 
Y le dijo: - Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

COMENTARIO.


Este pasaje evangélico, es la continuación al del domingo pasado.

La verdad sea dicha, el evangelio de este domingo, no está lleno de detalles que nos permita comprender bien su mensaje. Para empezar, el evangelista no sitúa el acontecimiento, pues no se nos dice en que pueblo sucede.

Si nos narra que son diez leprosos, uno de ellos es un samaritano, pero de los otros nueve no dice nada, supondremos que son judíos, pero también resulta raro que judíos y samaritanos estén juntos.

Normalmente hemos resaltado de este pasaje evangélico, el milagro de Jesús de curar a los diez leprosos. Pero lógicamente, el evangelista nos quiere enseñar algo más importante que el milagro y la curación de los leprosos. Es el comportamiento del samaritano, la persona que no sigue la ley judía, ni la religión judía, es el único que vuelve a dar gloria a Dios.

La enseñanza de este pasaje evangélico es clara. Cuando la religión y los seguidores de la religión, la interpretan al pie de la letra, puede llegar a veces a endurecer el corazón y a deshumanizar a las personas. Este endurecimiento nos lleva muchas veces por no decir siempre a perder el sentido de la gratitud. En cambio en la figura del samaritano, el hombre sin religión (o de la religión equivocada) es el que no hace sino lo que es humano sentir, el agradecimiento a quien el que le ha curado o le ha orientado en el camino de la curación.

Tal vez, los cristianos y en nuestro caso los católicos, estemos demasiado convencidos de que sólo los que estamos dentro de la Iglesia, los de la comunidad, los de la parroquia, los que formamos parte de una hermandad, los que acudimos a misa…., somos los que adoptamos los mejores comportamientos.

Con frecuencia hay gente mucho mejor fuera de nuestras iglesias, y en otras iglesias, en otras religiones, incluso entre quienes dicen que no creen en Dios.


En el evangelio de hoy es precisamente uno venido de fuera, despreciado por los de dentro, el único que sabe reconocer el don recibido de Dios, dando una lección magistral a quienes no supieron agradecer. Aprendamos la lección del samaritano. No fue a dar las gracias a Jesús, sino a dar GLORIA A DIOS.


APRENDAMOS A DAR GLORIA A DIOS POR TODO.


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viernes, 7 de octubre de 2016

LA FE DE LOS JÓVENES, PROTAGONISTA DEL PRÓXIMO SÍNODO CONVOCADO POR FRANCISCO



(J. Bastante).- "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional". Éste es el título de la próxima Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que el Papa Francisco ha convocado para octubre de 2018, según anunció este mediodía la Santa Sede.

La juventud es una de las grandes preocupaciones del Papa Francisco desde que accediera al Pontificado. Desde el famoso "hagan lío" de la JMJ de Brasil a su constante llamamiento a la autenticidad y el compromiso, Bergoglio está convencido de que los jóvenes son el futuro de la Iglesia. Un futuro que, el menos en lo tocante a las vocaciones, no está, ni mucho menos, asegurado.

La falta de vocaciones al sacerdocio o la vida religiosa es, al menos en Europa, uno de los grandes desafíos de la Iglesia católica, un fenómeno que, en buena medida, va unido al concepto de una institución alejada de la sociedad contemporánea. Los jóvenes han dejado de ser una tipología para transformarse en un reto de presente para la evangelización.

Tal vez por ello, en todos sus viajes, Bergoglio ha decidido tener, siempre, un encuentro con la juventud de cada país que visita. Son los encuentros en los que se ve a un Papa que escucha, toma notas, improvisa. Cuando más se constata al "Papa pastor".

La intención de Francisco, no obstante, no reside únicamente discutir sobre cómo educar a los aspirantes al sacerdocio o la vida religiosa, sino que "tiene la intención de acompañar a los jóvenes en su camino existencial hacia la madurez para que, a través de un proceso de discernimiento puedan descubrir su proyecto de vida y realizarlo con alegría, abriéndose al encuentro con Dios y con los hombres y participando activamente en la edificación de la Iglesia y de la sociedad", explica Radio Vaticana.


La decisión del pontífice fue tomada tras consultar a las conferencias episcopales y escuchar las observaciones de los padres sinodales en las pasadas asambleas dedicadas a la familia. Tras los retos de la familia, los de jóvenes.

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