miércoles, 29 de abril de 2015

DIOS Y LAS CATÁSTROFES NATURALES.

El pasado sábado todos nos sobrecogíamos ante las devastadoras imágenes del terremoto ocurrido en Nepal. Ha sido el terremoto más grave que ha sufrido el país nepalí desde el acontecido en 1934. Hasta el momento, el número de víctimas supera las 5000 y los daños materiales son cuantiosos. Asimismo, la destrucción y el déficit de recursos ha provocado una crisis humanitaria que se traduce en 8,1 millones de personas con necesidad de asistencia humanitaria y 1,4 con necesidad de alimento; por ello, gran parte de la comunidad internacional ha cooperado enviando alimentos y equipos de búsqueda y rescate.

Ante esta realidad, son muchas las personas que piensan y se dicen: “Si Dios existe, ¿cómo permite que ocurra estos desastres naturales, que tanto sufrimiento causan?”. Incluso algunos aprovechan hasta para llegar a afirmar que “Ha sido un castigo celestial”

Mi respuesta a todo esto, me la dado el Evangelio de la liturgia de hoy

En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.»
Mi respuesta es muy tajante: Si Dios existe y tiene poder para impedir que pasen estas catástrofes y no lo impide, ese Dios es un criminal, un asesino y lógicamente tenemos que temerle y hasta alejarnos de él. Y no vale aquí el argumento teológico fácil de que Dios es un Misterio. Un "Misterio cruel", por muy Misterio que sea. Jn (12,44-50).

Sin duda alguna, lo más importante, que hay en este pasaje del Evangelio, es que cambia nuestra idea de Dios. La existencia de Dios es un enigma y un misterio. Pero, además de eso, la idea misma de Dios es una contradicción. Porque, cuando hablamos de Dios, tropezamos con un problema que no tiene solución; y es, conciliar la omnipotencia y la bondad de Dios con el mal que hay en el mundo. A la vista de tanta desgracia, o Dios no es tan poderoso como dicen; o no es tan bueno como lo imaginamos. Lo que pasa, es que Dios, no es como nosotros nos lo imaginamos, es decir, con poder para impedir que pasen estas catástrofes. Esto, nos lleva a la convicción de que el poder de Dios no es tan omnipotente y todopoderoso, como nosotros nos lo imaginamos y como nos lo han enseñado.

Por tanto, Dios tiene que ser diferente de cómo nos lo han presentado muchos filósofos y teólogos. Y más aún, si tenemos presente lo que dice Jesús en el Evangelio: “el que me ve a mí, ve al que me ha enviado”. Es decir, la gente que veía a Jesús, veía a un hombre. Pero lo grande es que, en aquel hombre, veía a Dios, que era quien lo había enviado. El hombre Jesús es la imagen de Dios. De forma que, a partir de Jesús, no se trata de aplicar los atributos divinos al modesto judío de Nazaret, sino de entender a Dios desde las convicciones humanas de Jesús.

Es decir, nosotros los cristianos lo que creemos es en el Dios de Jesús. Y el Dios Padre que Jesús nos presenta es un Dios omnipotente y todopoderoso en AMOR. Y es a través del AMOR al prójimo, como podemos conocer al Dios de Jesús. Pues, el mismo Jesús nos lo dice: "Nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. ... (Mt 11, 25-27; Cf. Lc 10, 21). El Dios de Jesús nos habla en nuestra conciencia, sobre el bien o el mal de nuestro comportamiento. Porque, de nuestro estilo de vida depende la construcción de su Reino.

En definitiva. Si Dios existe y tiene poder para impedir que pasen estas catástrofes y no lo impide, ese Dios es un criminal, un asesino y lógicamente tenemos que temerle y hasta alejarnos de él. Y no vale aquí el argumento teológico fácil de que Dios es un Misterio. Un "Misterio cruel", por muy Misterio que sea.

Nosotros, lo único que podemos saber es que Dios es la trascendencia y que el mundo, el planeta, la naturaleza, todo eso es como es. Y no podemos saber si existe algún responsable de que pasen estas cosas. Aunque creemos que la vida viene de Dios.

Así veo yo la cuestión, de otra manera es meternos en un callejón sin salida, en el que nos encontraremos con un Dios maldito, que nos va a tener asustado y con miedo toda la vida. Maldita se la hora en la que nos lo enseñaron así el inmenso AMOR de Dios.

Dios lo que nos llama es en estos momentos a ayudar al pueblo de Nepal.


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sábado, 25 de abril de 2015

EVANGELIO DOMINGO 26 DE MAYO DE 2015. CUARTO DOMINGO DE PASCUA

Evangelio según san Juan 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús: - «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.

COMENTARIO.-

En un pueblo de cultura agraria, como lo fue Israel, los rebaños y sus pastores tuvieron siempre una notable importancia práctica y una significación simbólica. De aquí que este simbolismo, este muy presente en los evangelios. Y especialmente cuando en las primeras comunidades cristianas, comenzaron los conflictos y diferencias entre grupos y líderes diferentes, alguien de esa comunidad, sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de Jesús, sólo él es el Pastor bueno, al que todos debemos imitar. No un pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.

Esta imagen de Jesús, es una llamada a todos aquellos que son llamados «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que intenta parecerse a Jesús, sólo piensa en sus ovejas, no las «abandona» nunca, por muy grande que sean sus diferencias y necesidades. Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien. Porque desde la cercanía y desde el conocimiento mutuo podremos formar un gran rebaño, una gran comunidad cristiana. Pero, por desgracia, lo que vemos hoy en día en la Iglesia es un gran distanciamiento entre la jerarquía "pastores" y el pueblo cristiano "rebaño". Pues son muchos los Obispos y Presbíteros que no están en el plano de la realidad social y necesidades de los creyentes, creando un gran distanciamiento entre el pueblo y sus pastores. Diferencias y descalificaciones que son reflejadas dentro de los distintos movimientos y grupos que han nacido últimamente dentro de la comunidad eclesial. Y, esto, no soy yo solo el que lo dice. El Papa Francisco le recuerda a los pastores de la Iglesia que solamente llegarán a ser y saber si son pastores, cuando huelan a ovejas.

Por eso en estos momentos tan difíciles para la fe, que nos planteamos con la nueva evangelización, es necesario que pastores y pueblo, busquemos juntos los nuevos signos de los tiempos y nuevos criterios evangélicos, para saber caminar juntos en la construcción del Reino de Dios aquí en la tierra. Sólo cuando todos los que formamos partes de la comunidad eclesial, nos llenamos del Espíritu de Jesús como buen Pastor, el rebaño crecerá en el amor, respeto, diálogo y escucha de todos los que estamos dentro de él y de todos los que se encuentran alejados.


 DIFUNDID EL EVANGELIO COMO LA FUENTE REAL DEL BUEN PASTOR. PÁSALO.

sábado, 18 de abril de 2015

EVANGELIO DOMINGO 19 DE ABRIL 2015. TERCER DOMINGO DE PASCUA.

Evangelio según San Lucas 24,35-48.

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.

COMENTARIO.-

El evangelio de este domingo nos presenta en primer lugar, la perdida de ilusión y esperanza de los discípulos de Jesús, ya que no soportaron el fracaso de Jesús y el de ellos con el de Jesús, " Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador ...". Lógicamente si no esperaban nada, como iban a ver a Jesús.

Nos podríamos preguntar nosotros hoy también, como discípulos de Jesús, si hemos perdido la ilusión y la esperanza en Jesús. ¿Cuál es nuestra relación con Jesús?

Reconocemos a Jesús vivo y presente en la actualidad. Y sobre todo en estos momentos de gran dificultades sociales, económicas y políticas.

Lógicamente nos puede pasar igual que los discípulos de Jesús camino de Emaús. Si nosotros, no tenemos nuestro corazón abierto a la esperanza de Cristo, no podemos ver a Cristo. Cristo está presente en nuestro mundo, en todos aquellos que nos necesitan. Y en la medida que nosotros acompañamos a los que nos necesitan estamos acompañando a Jesús.

Y digo esto, porque en función de nuestro encuentro con Jesús en la vida y en la actualidad que nos rodea, podemos como los discípulos encontrarlo también en el compartir la mesa, al partir y compartir el pan. En la eucaristía reconocemos a Jesús, cuando lo hemos reconocido fuera de ella. En la eucaristía partimos y compartimos el pan, cuando lo hemos partido y compartido fuera de ella. Pues somos muchos cristianos lo que vamos a misa y salimos de ella como entramos, tan ciegos para ver a Jesús y reconocer a Jesús, no sólo en la eucaristía, sino principalmente fuera de ella.

LOS DISCÍPULOS DE JESÚS LO ENCONTRARON EN EL SER HUMANO QUE PARTIÓ EL PAN CON ELLOS. COMPARTE NO SOLO TÚ PAN, SINO TÚ TIEMPO.


DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.

CUANDO LOS POLÍTICOS ESTÁN SOMETIDOS A LOS MERCADERES.

La verdad es que no resulta raro ya amanecer con nuevos casos de corrupción política sea del signo político que sea y del nivel de responsabilidad que el político haya tenido. Al igual, que yo, llevo tiempo preguntándome, si no hubiera existido está crisis económica, se hubiera destapado todos estos casos de corrupción. Ya que, al parecer nos quieren hacer ver que la crisis económica que estamos padeciendo aún, es consecuencia de las corrupciones políticas. Lo que está pasando en este país, es que, se está produciendo un estancamiento económico y político, que necesita una gran regeneración política y económica.

La gente se está cansando de los políticos y del sistema económico. Pues, ven que los políticos sirven sumisamente a los intereses del mercado, no de los pueblos. Que los políticos traicionan a sus pueblos para atender las demandas inmorales, desproporcionadas y voraces de ellos mismo y de las grandes empresas a cambio de que les permitan mantenerse en el poder y les toleren sus corruptelas.

La consecuencia de este estado de cosas nos debe hacer pensar mucho. La primera de ella, es indiscutiblemente la profesionalidad de la política. Cuando la política se convierte en una profesión de ciertas personas, se corre el peligro, como está ocurriendo, de que el político, pierde el norte del bien de la política como el servicio a la comunidad. Y, se convierte la política, en su forma de vivir. No solamente del político de turno, sino de todos sus allegados, convirtiéndose la cuestión, en un clan cerrado y controlado, de manera que nadie altere el orden establecido. Como mucho, quede todo en pequeñas discusiones familiares. Y digo todo esto, porque yo creo que ciertos políticos ante las próximas elecciones que se nos presentan, deberían plantarse su lugar en la política; pero claro dónde van muchos de estos señores y señoras...

La consecuencia de todo esto, es la segunda conclusión que yo tengo. El poder económico, le interesa esta profesionalización de la política, pues es la única manera de ellos poder garantizarse sus grandes beneficios. Ya que, al tener siempre los mismos políticos, estos pueden ser llegados a comprarse. Pues si hubiera la alternancia política y la rotación de políticos cada ocho años, el tema de la corrupción sería muy difícil de sembrar en el tiempo dentro de una idea política.

Esto es para toda la clase política de un signo y de otro.

Posiblemente, hay que realizar un esfuerzo para profundizar en la democracia. La democracia es el mejor camino para superar los problemas humanos y sociales por la vía del diálogo y de la participación de los ciudadanos en la gestión de la sociedad. Sin embargo la democracia no ha de ser solamente formal sino real.

¿Cuándo se van a enterar de que lo importante son las personas?

Por eso, más que nunca quizás, los cristianos católicos debemos de participar con mayor compromiso en la vida política, al igual que lo hacemos en la vida universitaria, empresarial, profesional, cultural.

Los valores cristianos deben de ser en una sociedad laica exigencia de ejemplaridad y servicio a la comunidad.

"Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1).


sábado, 11 de abril de 2015

EVANGELIO DOMINGO 12 DE ABRIL 2015. SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

Evangelio según San Juan 20,19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: " Paz a vosotros”. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: " Paz a vosotros”. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: " Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos”. Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: " Hemos visto al señor”. Pero él les contestó: " Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: " Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: " Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: " ¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: " ¿Por qué me has visto has creído? Dichosos lo que crean sin haber visto”.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre ".

COMENTARIO.-

Para comprender el evangelio de este 2º Domingo de Pascua, debemos tener en cuenta la teología de Juan, que está basada ya en la experiencia de fe en Cristo Resucitado. Además en este texto, podemos observar como para Juan y su comunidad, la Pascua de Resurrección y Pentecostés acontecen en el mismo día en que Jesús Resucito; no ocurriendo lo mismo en el evangelista Lucas, que descubre Pentecostés a los cincuenta días de la Resurrección.

Pero que nos enseña este evangelio. Que Jesús no es un mero recuerdo histórico, sino una experiencia de fe. Una experiencia de fe que tiene que estar presente en la comunidad, en el grupo de creyentes, en la Iglesia. Pero una experiencia comunitaria que tiene que nacer primeramente en nosotros de una forma individual, como Tomás. Por eso el evangelio consta de dos partes.

La primera la experiencia del Resucitado en la comunidad. Jesús se coloca en medio y dice: " Paz a vosotros”. Una experiencia de fe que se demuestra en la vida; por eso tenemos que buscar a Jesús en la vida. Y buscar a Jesús en la vida, es encontrarlo en medio de nosotros y estando en medio de nosotros es cuando existe la Paz en nosotros. Cuando Jesús no está en el centro se pierde el mensaje y la apertura del Espíritu. Por eso, si no existe la Paz en nosotros, es en la comunidad donde también recibimos el perdón.

En la segunda parte, el evangelista nos descubre la experiencia individual que cada uno debemos de tener, para llevarla a cabo en la comunidad, en la figura de Tomás, con el diálogo de Jesús y Tomás. Tomás había vivido con el Jesús histórico, es decir conocía todo el mensaje de Jesús, sus prodigios y su dolor. Y conociendo todo eso, no creía que Jesús estuviera presente. A los ocho días - dice el evangelio - Jesús le dice: " No seas incrédulo, sino creyente " y Tomás le contesta: " ¡ Señor mío y Dios mío ! ".

También han transcurrido ocho días para nosotros desde la Pascua de Resurrección, estamos nosotros como Tomás resistiéndonos a creer. Necesitamos nosotros palpar también las heridas de Jesús, para creer. Pues, palpar las llagas de Jesús después de la muerte es palpar la humanidad de Jesús en los que sufren y en los necesitados de este mundo.

Para creer que Dios se ha fundido con lo humano no basta palpar la " Encarnación”. Además de eso, hay que palpar también la " Resurrección”.


LEED EL EVANGELIO COMO FUENTE DE PAZ ENTRE NOSOTROS.DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.

viernes, 10 de abril de 2015

LA FE EN LA COMUNIDAD CRISTIANA DESDE CRISTO RESUCITADO.

No está mal, que en estos tiempos de cambios y de grandes perturbaciones, que están configurando una nueva formar de pensamiento y, por lo tanto de comprender el sentido de la vida, dediquemos un tiempo a reflexionar sobre nuestra fe religiosa.

Pues todas estas circunstancias, hace que cada día que pasa, se haga más difícil el tema de la fe religiosa. Cada día, podemos percibir que hay más gente, que anda hecha un lío con esto de la fe religiosa.

Por eso, lo primero, que debemos aclarar y dejar claro, es lo que entendemos por fe, o mejor dicho, el concepto fe.

En la cultura griega, el asunto el concepto de fe, significaba confianza. La fe era, pues, una actitud de profundo respeto y credibilidad ante alguien o hacia alguien (hombres o dioses). Se creía en aquella persona a la que se le concedía crédito. Por eso, la falta de fe era lo mismo que desconfianza.

En la actualidad el concepto de fe sigue siendo el mismo, la confianza total que una persona tiene en algo o alguien, por ejemplo: ”Mis padres tienen mucha confianza en mí”, refleja la fe, como valor humano, confianza en la persona.

Pero, cuando hablamos de la fe, no nos referimos solamente a esa actitud de confianza en alguien personal, sino que la palabra fe, tiene un concepto también ampliamente religioso. Desde este ámbito, la fe, es el hecho de creer en Dios. De aquí las distintas creencias religiosas, que conocemos según su fe.

En la religión católica, que es la que profesamos nosotros, definimos la fe como "la primera de las virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que un ser se cree lo que Dios dice y la Iglesia propone".

Pero la fe, tal como a nosotros, se nos ha enseñado, se refiere, más bien, a “tener por verdadero lo que Dios nos ha revelado”. Esto es lo que nos enseñaron en las clases de religión, en los catecismos y en los sermones.

Lógicamente, aquí empiezan los interrogantes, que muchos encontramos en el concepto de la fe religiosa. Ya que convertimos la fe, en un esfuerzo por parte de la inteligencia humana por penetrar en la Revelación. Pues la fe, no es, sólo verdades que se afirman, la fe, es ante todo, una postura existencial, la fe es una actitud, es un compromiso con Dios y con los hombres.

Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho, lo primero que, deberíamos tener claro, es una cosa. Y es que, una cosa es “lo que” se cree; y otra cosa es “en quién” se cree. Y aunque a simple vista parece lo mismo, pues no es lo mismo.

“Lo que” se cree: se refiere a verdades, dogmas, normas, mandamientos, ritos, ceremonias… Es, por tanto, un acto intelectual esencialmente. “En quién” se cree: se refiere a personas. Que quiere decir esto, que tener fe en alguien, es fiarse de esa persona, es decir, confiar, ser fiel (tener fidelidad). Claro aquí la fe, ya no es esencialmente un acto intelectual, sino una experiencia, que nos lleva a tener confianza, a fiarnos y ser fiel.

Lo que, quiero decir con todo esto, es que, no es lo mismo relacionarse con “verdades”, que relacionarse con “personas”. A las verdades se las acepta con la cabeza y la razón. A las personas se las acepta con el corazón y la vida.

Llevado este razonamiento a nuestra fe cristiana, debemos de deducir, que antes que la fidelidad a la “verdades” que enseñó Jesús, está la fidelidad a la vida que llevó Jesús. Es decir, que nuestra fidelidad, nuestra fe, no nos debe de llevar sólo a lo que dijo Jesús, sino, antes que eso, a la persona misma de Jesús.

Por todo esto se comprende que, en los evangelios, la fe se entiende como confianza en Jesús y como fidelidad hacia Jesús. Pero no sólo del Jesús Resucitado, si no que antes de nada, del Jesús, que recorrió los caminos y las aldeas de Galilea, y murió crucificado en Jerusalén. Es decir, que la fe cristiana no puede prescindir de la vida y de la historia de Jesús.

Así nos los demuestran y, nos lo resuelven los estudios teológicos. Estos estudios, nos plantean que el problema que ha presentado la propagación de la fe cristiana, es que esa fe cristiana fue explicada, primero, por san Pablo (entre los años 50 al 55). Y mucho más tarde (entre los años 70 al 80) fue explicada por los evangelios. Y aquí, lógicamente empezó el dilema, ya que Pablo, no conoció al Jesús terreno. Pablo sólo conoció al Cristo Resucitado. Y, por consiguiente, explicó la fe, no como una experiencia que se refiere a algo que se vive en esta vida, sino como una experiencia que se refiere a verdades que trascienden de este mundo y tienen su centro en el otro mundo. Por eso, cuando Jesús les decía a los enfermos: "Tu fe te ha salvado", se refería obviamente a que la confianza y la fidelidad, que aquellas pobres gentes ponían a Jesús, las liberaba de sufrimientos, penas y otras desgracias de esta vida. Mientras que, cuando Pablo dice "estamos salvados por la fe", se refiere a la salvación sobrenatural y eterna, algo que trasciende este mundo. Pero además, la cuestión, se complica cuando caemos en la cuenta, de que Pablo presenta la fe como fe en Cristo crucificado, que sufrió y murió por nuestros pecados, y que así, con su pasión y su muerte, se constituyó en "sacrificio" de "expiación", que aplacó la ira de Dios contra los pecadores. Hasta el punto de que Pablo llega a decir que Dios "no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" (Rom 8, 32). (JM Castillo).

A nada más que realicemos un reposado estudio de lo expuesto anteriormente, podemos concluir que, la fe que resulta de todo esto, es una fe que:

1.- Consiste en aceptar verdades que no podemos conocer porque no están a nuestro alcance.

2.- Consiste en aceptar a un Dios que necesita el sufrimiento y la muerte de su propio Hijo, para perdonar a los que le ofenden.

3.- Consiste, por tanto, en creer lo que no podemos comprobar, ni demostrar, creer algo increíble, absurdo, que parece, más una patología mental, que una virtud o excelencia que merezca recompensa alguna.

Por todo esto, resulta evidente que, para comprender la fe cristiana, tenemos que empezar por la fe de Jesús y la fe en Jesús. Ya que de está manera, es la única de que podamos conocer al Dios de Jesús, y por lo tanto comprender a Dios.

Porque según nuestra fe, Jesús es el Hijo de Dios y es Dios, porque Jesús vivía y actuaba como Dios.

Por lo tanto, viendo y comprendiendo a Jesús, se ve y se comprende a Dios. Que es justamente lo que el mismo Jesús le dijo a Felipe en la última cena: "Quien me ve a mí está viendo al Padre" (Jn 14,9). También en la carta a los Colosenses dice que Jesús el Mesías es "imagen de Dios invisible" (Col 1,15), es decir, el Dios escondido (Is 45,15) y oculto, absolutamente inefable (Sal 139,6; Job 36,26) y que habita en una luz inaccesible (1Tim 1,17), se ha hecho presente y patente entre los hombres por medio de Jesús; o más exactamente en la persona y en la obra de Jesús.


domingo, 5 de abril de 2015

EVANGELIO DOMINGO 5 DE ABRIL 2015. DOMINGO DE RESURRECCIÓN.

Evangelio según San Juan 20, 1-9

"El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro, y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro, se adelantó y llegó primero al sepulcro y asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos".

COMENTARIO.-

Celebramos la Resurrección de Jesús. Los especialistas en el estudio de los evangelios discuten si los relatos que cuentan las apariciones del Resucitado, tienen valor histórico. La Iglesia cree firmemente que Jesús venció la muerte y fue resucitado. Lógicamente no se duda de la fe en la Resurrección. Es claro que nuestra fe se basa en el testimonio que nos dejaron los discípulos de Jesús y que las primeras comunidades fueron transmitiendo; y fue la experiencia cierta de que Jesús resucitó. Pero lo que sí es verdad es que las experiencias fueron distintas, pues para Marcos y Mateo las apariciones se sitúan en Galilea, mientras que para Lucas en Jerusalén. En Marcos las mujeres tienen miedo, en Mateo y Lucas se alegran y van a contarlo a los discípulos.

La resurrección, significa que Jesús es el gran argumento, que el cristiano ofrece a la humanidad, para mostrar que la vida es más fuerte que la muerte. La resurrección, es cuando nosotros confesamos que somos seguidores de Jesús y nuestro destino no es la muerte, sino la vida y, la vida en el mundo que nos ha tocado vivir, en la medida que hacemos felices a todos los que nos rodean.

Porque nunca deberíamos olvidar que la resurrección en la otra vida, comienza en esta. Ya que existen personas que por ser fieles a sus creencias en la eternidad, menosprecian otras creencias, menosprecian a las personas, y crean en su alrededor una vida totalmente deshumanizada, olvidándose que, en el Resucitado nació la humanización de Dios.

La eternidad comienza cuando humanizamos a Dios en esta vida y no cuando solamente divinizamos a Jesús en la otra vida.

Celebramos la Resurrección de Jesús; nos identificamos, creemos, nos alegramos y necesitamos de ella recordando a San Pablo: “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también nuestra fe” (1 Co. 15, 14).

JESUCRISTO HA RESUCITADO. EMPEZEMOS A SER TESTIGOS DE LA ESPERANZA QUE HEMOS RECIBIDO.

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.


DIFUNDID EL EVANGELIO, DONDE SE RECOGE LA ESPERANZA QUE HEMOS RECIBIDO.PÁSALO.

sábado, 4 de abril de 2015

EVANGELIO DE LA VIGILIA PASCUAL DE RESURRECCIÓN.

Evangelio según San Marcos 15, 1-7

"Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y decían unas a otras:"¿Quién nos correrá la piedra a la entrada del sepulcro?" Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: “No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo".

COMENTARIO.-

Lo primero que debemos de tener claro es que no es lo mismo revivir que resucitar. Lázaro revivió, es decir; Lázaro volvió al tiempo y espacio de su historia y luego volvió a morir. El que resucita, Jesús, supera el espacio y el tiempo, y trasciende todas las dimensiones de la historia, y no vuelve a morir, sino que vive para siempre, porque la resurrección es el trascender de esta vida. De aquí la enorme dificultad que tenemos para comprender y aceptar la resurrección de Jesús. Y también nuestra resurrección.

Si la resurrección no acontece dentro de la historia, sino más allá de ella, resulta lógico decir que la resurrección se acepta, no por la evidencia que se impone, sino por la fe que se acepta. Pero sabemos que la fe es siempre un acto libre, que se basa en una decisión en libertad. Y la libertad nunca da seguridad total. Por eso es correcto decir que el Resucitado es una fuente de esperanza. (JM.Castillo).

En definitiva podemos decir, que la resurrección, significa que Jesús es el gran argumento, que el cristiano ofrece a la humanidad, para mostrar que la vida es más fuerte que la muerte. La resurrección, es cuando nosotros confesamos que somos seguidores de Jesús y nuestro destino no es la muerte, sino la vida y, la vida en el mundo que nos ha tocado vivir, en la medida que hacemos felices a todos los que nos rodean.

Porque nunca deberíamos olvidar que la resurrección en la otra vida, comienza en esta. Ya que existen personas que por ser fieles a sus creencias en la eternidad, menosprecian otras creencias, menosprecian a las personas, y crean en su alrededor una vida totalmente deshumanizada, olvidándose que, en el Resucitado nació la humanización de Dios.

La eternidad comienza cuando humanizamos a Dios en esta vida y no cuando solamente divinizamos a Jesús en la otra vida.

JESUCRISTO HA RESUCITADO. EMPEZEMOS A SER TESTIGOS DE LA ESPERANZA QUE HEMOS RECIBIDO.

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.

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viernes, 3 de abril de 2015

EVANGELIO DEL VIERNES SANTO.

Pasión y Muerte de Jesús según San Juan 18,1-40.19,1-42.

Después de haber dicho esto, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos.
Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia.
Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?".
Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". Él les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos.
Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra.
Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno".
Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan".
Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste".
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco.
Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?".
El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderó de Jesús y lo ataron.
Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año.
Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo".
Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro.
La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". Él le respondió: "No lo soy".
Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego.
El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza.
Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto.
¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho".
Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?".
Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?".
Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.
Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". Él lo negó y dijo: "No lo soy".
Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?".
Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua.
Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron: "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado".
Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie".
Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?".
Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?".
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?".
Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí".
Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?". Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.
Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?".
Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido.
Pilato mandó entonces azotar a Jesús.
Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo,
y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban.
Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena".
Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!".
Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo".
Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios".
Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía.
Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada.
Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?".
Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave".
Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César".
Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata".
Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey".
Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César".
Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota".
Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz.
Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego.
Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'.
Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está".
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo,
se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed.
Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.
Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos.
Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo.
Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos.
Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos.
En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado.
Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

REFLEXIÓN.-

La narración de la pasión según San Juan nos presenta la imagen de Jesús que el evangelista ha querido forjar a través de todo su evangelio: un Jesús que es la revelación del Padre, al mismo tiempo que en él se revela la plenitud del amor. Aún pendiente de la cruz su vida y su muerte es una victoria, porque “todo se ha cumplido” como era la voluntad del Padre.

La muerte ha sido el gran misterio que ha preocupado al hombre a través de toda su historia. Porque aunque éste ha pretendido negar todas las verdades, sin embargo hay una que siempre le persigue y nunca ha podido rechazar: la realidad de la muerte. Ni siquiera los ateos más recalcitrantes se han atrevido a negar que ellos también han de morir.

Para el pagano la muerte era toda una tragedia; no tenían ideas claras sobre el más allá, por eso no obstante que admitían una existencia más allá de la tumba, dicha existencia estaba rodeada de oscuridad y enigmas. Además no todos admitían una vida después de la muerte porque ésta era un desaparecer total, el fin de todas las esperanzas, la frustración de todos los anhelos. Los mismos judíos aceptaban la resurrección pero la dilataban hasta el fin de la historia.

Para los discípulos la situación era muy desalentadora; ellos esperaban un Mesías terreno que iba a revivir las glorias del reinado de David y Salomón y he aquí que sus ilusiones se desvanecieron como la espuma. Esa sensación de desaliento está claramente expresada en uno de los discípulos de Emaús: Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; más con todo, van ya tres días desde que sucedió esto. (Lc 24,21)

La muerte de Jesús había sido un acontecimiento trágico; sus enemigos habían logrado lo que querían: quitarlo de en medio; los fariseos, porque había desenmascarado su hipocresía, los sacerdotes porque había denunciado la vaciedad de un culto formalista; los saduceos porque había refutado la negación de la resurrección; los ricos porque les había echado en cara la injusticia de sus actuaciones; los romanos porque pensaron que era un sedicioso.

Jesús murió abandonado por todos; sus discípulos huyeron, los judíos lo despreciaban; el Padre se hizo sordo a su clamor; esa tarde en la cruz colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por la justicia humana y rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera vencido sobre el amor; el poder sobre la debilidad de un hombre; la tinieblas sobre la luz; la muerte sobre la vida. Aquella tarde cuando las tinieblas cayeron sobre el monte Calvario parecía que todo había terminado y los enemigos de Jesús podían por fin descansar tranquilos.

Pero he aquí que en lo más profundo de los acontecimientos, la realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un triunfador; no lo aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su abrazo mortal; lo que parecía ignominia se transformó en gloria; lo que muchos pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una diadema de honor.

Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la muerte, a la vida, al dolor. La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte encontró una respuesta. Pero esto no significa que podamos cruzarnos de brazos y contentarnos con enseñar que la muerte de Jesús significó un cambio en la vida de la humanidad. Ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. Por eso su muerte condena la injusticia de los crímenes y asesinatos, pero nos pide hacer algo contra la injusticia porque no solo condena la explotación de los oprimidos, sino que nos pide mejorar su situación; la muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al desvalido.

Su muerte no es solamente un recuerdo que revivimos cada año, sino un llamado a mejorar el mundo, a destruir las estructuras de pecado; a restablecer las condiciones de paz; a construir una sociedad basada en la concordia, la colaboración y la justicia.


Jesús sigue muriendo en nuestros barrios marginados, en los soldados y guerrilleros que yacen en las selvas, en los secuestrados y prisioneros, en los enfermos y en los ignorantes. A nosotros nos toca hacer que se gritó de desesperación que Jesús pronunció cuando dijo “Padre, por qué me has abandonado” se convierta en el grito de esperanza: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

jueves, 2 de abril de 2015

EVANGELIO DEL JUEVES SANTO.

Evangelio según San Juan 13,1-15.

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.

REFLEXIÓN.-

Jesús antes de partir de esta vida, quiere que sus discípulos comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión: el lavatorio de los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la comunidad que se le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que los evangelios sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra sobre esta cena, describe el signo más diciente del amor y del servicio, porque cuando había llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús quiere demostrar su compromiso definitivo con la humanidad por medio del servicio.

El lavado de los pies era un gesto que en la antigüedad mostraba acogida y hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo o una mujer, la esposa a su marido, los hijos o las hijas al padre un gesto de deferencia o de consideración excepcional para con los huéspedes. Jesús rompe con la tradición: no pide ayuda. Él, que preside la cena y dentro de ella, realiza el lavatorio de los pies, demostrando que no hay alguno mayor que pudiera ser el primero; la comunidad de sus discípulos se conforma en la igualdad y en la libertad como fruto del amor; y el Señor se convierte en el servidor, porque la verdadera grandeza no está en el honor humano sino en el amor que transforma a los hombres y mujeres en la presencia de Dios en el mundo.

Dicho gesto se comprende bien dentro de la teología de la encarnación del mismo Juan y también en el sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8). Pero el gesto no apunta simplemente a presentarnos una teología propia de Juan, puesto que no es difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los sinópticos, la misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo en Lc 22,27, en el contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy significativas de Jesús en el mismo sentido: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Por otra parte, el mismo relato indica que el lavatorio de los pies es un medio por el cual los discípulos “tienen parte con” su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que nos hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los preceptos destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea difícil referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro en cuanto tal.

Estaba cenando con sus discípulos, nos dice el evangelista Juan que se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. Minuciosamente nos describe la escena porque cada uno de estos detalles revelan el verdadero sentido de la acción que Jesús va a ejecutar: el verdadero amor se traduce en acciones concretas de servicio. Cuando se dice que Jesús dejó el manto se expresa cómo deja de lado su vida, la vida que él da por sus amigos. Luego toma un paño, como el que usaban los sirvientes que es, por lo tanto, símbolo del servicio.

Jesús niega la validez de los valores que el mundo ha creado; al ponerse de rodillas ante sus discípulos, Jesús, Dios entre los hombres, destruye la imagen de Dios creada por la religión: Dios recupera su verdadero rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste, sino como un servidor del hombre porque el Padre que no ejerce dominio sino que comunica vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio. Lo que Dios hace por el hombre es levantarlo a su propio nivel; Jesús es el Señor, pero al lavar los pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de señores. Su servicio por tanto elimina todo rango porque en la comunidad que él funda cada uno ha de ser libre; son todos señores por ser todos servidores, y el amor produce libertad.

Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres y mujeres iguales y libres porque el poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder, ya que la grandeza y el poderío humanos no son valores a los que él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.

Pedro rechaza que el Señor le lave los pies lo que indica que éste no ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías glorioso, lleno de poder y de riqueza y no admite la igualdad. Aún no sabe lo que significa amor, pues no deja que Jesús le manifieste la grandeza de su amor y su medida: igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y esto que parece imposible, se puede hacer realidad si nos identificamos con él. Deberíamos poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

En cuanto a su significación, cada vez tenemos que repetir con el mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan nos transmite un mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo: la vida del Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores que hay que establecer para poder hacer parte del Reino de Dios. No es el poder, ni la dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que constituye el secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que ennoblece al hombre es el de tener la disposición permanente para servir. Jesús lo ha proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que tiene fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El verdadero sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor. Una lógica así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de ser no nos puede ser revelada sino por Dios mismo.

No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser discípulos del Maestro.

También Jesús nos enseñó que hay más gozo en dar que en recibir; hermosamente lo expresó Rabindranath Tagore: “Dormí y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”.

También hoy es la fiesta de los ministros en la Iglesia. Es el día de recordar el espíritu del Señor en el servicio. El no vino para ser servido sino para servir. Una Iglesia pobre, que sirve, estará siempre cerca de los que aspiran a una liberación material y espiritual, de los que han emprendido el camino del éxodo.