martes, 31 de marzo de 2015

CAMINAMOS HACIA LA PASCUA DE LA RESURRECCIÓN.

¿Qué sentimos los seguidores de Jesús cuando nos atrevemos a creer de verdad que Dios ha resucitado a Jesús? ¿Qué vivimos mientras seguimos caminando tras sus pasos? ¿Cómo nos comunicamos con él cuando lo experimentamos lleno de vida?

Jesús resucitado, tenías razón. Es verdad cuanto nos has dicho de Dios. Ahora sabemos que es un Padre fiel, digno de toda confianza. Un Dios que nos ama más allá de la muerte. Le seguiremos llamando “Padre” con más fe que nunca, como tú nos enseñaste. Sabemos que no nos defraudará.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora sabemos que Dios es amigo de la vida. Ahora empezamos a entender mejor tu pasión por una vida más sana, justa y dichosa para todos. Ahora comprendemos por qué anteponías la salud de los enfermos a cualquier norma o tradición religiosa. Siguiendo tus pasos, viviremos curando la vida y aliviando el sufrimiento. Pondremos siempre la religión al servicio de las personas.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora sabemos que Dios hace justicia a las víctimas inocentes: hace triunfar la vida sobre la muerte, el bien sobre el mal, la verdad sobre la mentira, el amor sobre el odio. Seguiremos luchando contra el mal, la mentira y el odio. Buscaremos siempre el reino de ese Dios y su justicia. Sabemos que es lo primero que el Padre quiere de nosotros.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora sabemos que Dios se identifica con los crucificados, nunca con los verdugos. Empezamos a entender por qué estabas siempre con los dolientes y por qué defendías tanto a los pobres, los hambrientos y despreciados. Defenderemos a los más débiles y vulnerables, a los maltratados por la sociedad y olvidados por la religión. En adelante, escucharemos mejor tu llamada a ser compasivos como el Padre del cielo.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora empezamos a entender un poco tus palabras más duras y extrañas. Comenzamos a intuir que el que pierda su vida por ti y por tu Evangelio, la va a salvar. Ahora comprendemos por qué nos invitas a seguirte hasta el final cargando cada día con la cruz. Seguiremos sufriendo un poco por ti y por tu Evangelio, pero muy pronto compartiremos contigo el abrazo del Padre.

Jesús resucitado, tenías razón. Ahora estás vivo para siempre y te haces presente en medio de nosotros cuando nos reunimos dos o tres en tu nombre. Ahora sabemos que no estamos solos, que tú nos acompañas mientras caminamos hacia el Padre. Escucharemos tu voz cuando leamos tu evangelio. Nos alimentaremos de ti cuando celebremos tu Cena. Estarás con nosotros hasta el final de los tiempos.


José Antonio Pagola

lunes, 30 de marzo de 2015

LA MUERTE DE JESÚS: HISTORIA Y TEOLOGÍA.

LA MUERTE DE JESÚS: HISTORIA Y TEOLOGIA.
José M. Castillo, teólogo

Quizá lo que voy a poner aquí pueda servir para pensar en algo serio durante la próxima semana santa. Si sirve para eso, aunque resulte pesado, alguna utilidad tendrá. Con esa intención lo escribo.
La pasión y la muerte de Jesús, dos hechos de los que tanto hemos oído y hemos hablado, no se pueden comprender correctamente si, en cuanto se refiere a estos dos hechos, no distinguimos lo que en ellos hay de “historia” y lo que sobre ellos se ha construido de “teología”. Quiero decir: una cosa es lo que allí (en Jerusalén, años 30) ocurrió; y otra cosa es cómo se ha explicado lo que allí ocurrió y por qué ocurrió.

El problema más complicado que aquí se plantea está en que, con demasiada frecuencia y casi sin darnos cuenta, mezclamos y confundimos la “historia” de la muerte de Jesús y la “teología” sobre la muerte de Jesús. Una mezcla y una confusión que resultan prácticamente inevitables porque, ya en los escritos del Nuevo Testamento, se encuentran textos en los que no es fácil distinguir con precisión lo que en esos textos hay de “historia” y lo que en ellos hay de “teología”.

La historia de la muerte de Jesús está, detalladamente relatada, en los evangelios. Una historia que, en sustancia, nos viene a decir que Jesús fue un galileo del siglo primero, que, como tantos otros galileos de aquel tiempo, fue visto como un agitador popular, como un hombre peligroso para la religión establecida, para el templo y sus sacerdotes, como un desobediente y un escandaloso, un infiel y un blasfemo, en definitiva, una amenaza grave para la estabilidad y la paz del sistema de convivencia que habían aceptado y acordado los dirigentes del sanedrín con los romanos, el poder de ocupación en la Palestina de aquel tiempo (cf. Jn 11, 47-53). La historia de la muerte de Jesús es la historia de un hombre libre ante los poderes de este mundo. Jesús fue un místico, un profeta, un hombre sensible al sufrimiento de los que están abajo en la historia, la eterna historia de los vencidos, los oprimidos, los “nadies” de este mundo. Y eso, sencillamente eso, fue lo que le llevó a la muerte.

Pero ocurrió que esta historia, en aquel tiempo y en la cultura del Imperio romano, tropezó enseguida con una dificultad casi insuperable. Después de la muerte de Jesús, sus seguidores empezaron pronto a predicar que aquel galileo, que había sido ejecutado en una cruz por el poder romano, era el Dios en el que ellos creían. Ahora bien, en el Imperio romano era imposible afirmar y defender que se tenía como Dios a un crucificado. Creer en un “dios crucificado” era peor que una locura. Representaba la descalificación total, la exclusión de la sociedad y la maldición del cielo. En todo caso, un “crucificado” no podía ser, para las gentes de entonces, una representación religiosa en modo alguno. Basta leer a Tácito o a Cicerón para darse cuenta de esto.

Así las cosas, la teología del Nuevo Testamento, especialmente la de san Pablo, encontró una explicación plausible de aquella historia inaceptable. Se trata de la explicación que presenta la muerte de Cristo como el “sacrificio expiatorio” que Dios necesitó para perdonar nuestros pecados (Rm 3, 25-26; 4, 25; 1 Cor 15, 3-5). De ahí toda la teología según la cual Jesús fue entregado a la muerte por nosotros y por nuestros pecados (Rm 5, 6-8; 8, 32; 14, 15; 1 Cor 1, 13; 8, 11; 2 Cor 5, 14; Gal 1, 4; 2, 21; Ef 5, 2). Una teología que se terminó de complicar cuando, a partir del s. III, se introdujo la explicación – tomada del derecho romano – según la cual la muerte de Cristo fue la “satisfacción” que Dios exigió al hombre para concederle el perdón del pecado, la ofensa “infinita” que se le hace a Dios. Una teoría que, en el s. XI, fue desarrollada, de forma tan brillante como desafortunada por Anselmo de Canterbury.

Lo que pasa es que, al explicar la muerte de Jesús de esta manera, la teología no tuvo más remedio que presentar a Dios de tal forma que, en el fondo, lo que se vino a decir es que Dios, que, por una parte, se define como “amor” (1 Jn 4, 8. 16), es un ser tan incomprensible que, para perdonar a quienes le ofendemos, necesita el sufrimiento, la sangre y la muerte de su Hijo. Es el “dios vampiro”, del que habla F. Nietzsche. Lo cual, en definitiva, termina diciendo que la teología de la muerte de Cristo salva al hombre a costa de destruir la posibilidad de que mucha gente crea en semejante Dios. Un Dios, que necesita sangre para perdonar, es un monstruo increíble.

Yo me identifico con la “historia” de la muerte de Jesús. La “teología”, el dogma, que explica esa muerte de Jesús, me parece aceptable solamente en el sentido inteligente y profundo que, según Johann Baptist Metz, tiene el dogma. La explicación de Metz es lúcida y exigente: “La fe dogmática o fe confesional es el compromiso con determinadas doctrinas que pueden y deben entenderse como fórmulas rememorativas de una reprimida, subversiva y peligrosa memoria de la humanidad… Las profesiones de fe y los dogmas son fórmulas “muertas” , “vacías”, es decir, inadecuadas… cuando los contenidos que traen a la memoria no ponen de manifiesto su peligrosidad… cuando esta peligrosidad se difumina bajo el mecanismo de la mediación institucional, y cuando, en consecuencia, las fórmulas sólo sirven para el auto-mantenimiento de la religión que las transmite y para la auto-reproducción de una institución eclesial autoritaria que como transmisora pública de la “memoria” cristiana ya no afronta la peligrosa exigencia de dicha memoria”.


Resumiendo: la memoria de la muerte de Jesús es, por supuesto, devoción, piedad, paciencia, fortaleza, generosidad, amor… Pero, sobre todo, la muerte de Jesús es el recuerdo peligroso de una libertad que empuja a luchar contra el sufrimiento incluso a costa de pagar esa lucha con el propio sufrimiento que lleva derechamente a quedar en ridículo, a ser excluido, a terminar en la calle, en la nada, en la soledad del que parece un tipo raro o incluso un inútil. La cruz no es una condecoración y menos un adorno. Es siempre una “memoria que nos enfrenta a un peligro”, el peligro que corrió Jesús y en el que acabó sus días.

sábado, 28 de marzo de 2015

LOS EVANGELIOS DEL DOMINGO DE RAMOS.

En la liturgia del Domingo de Ramos nos encontramos con dos Evangelios. El primero de ellos, es el que leeremos en la procesión de las palmas. En este Evangelio se nos narra la entrada de Jesús en Jerusalén. El segundo que leeremos en la Eucaristía, es el de Marcos 14, 1-15,47, la Pasión y Muerte de Jesús. Acontecimiento, que se llevará a cabo en la ciudad de Jerusalén.

EVANGELIO DE LA PROCESIÓN DE LAS PALMAS.

Evangelio según San Marco 11, 1-11.

"Cuando se acercaban a Jerusalén, a la altura de Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos con este encargo: Id a la aldea de enfrente. Al entrar en ella, encontraréis en seguida un borrico atado, sobre el que nadie ha montado todavía. Soltadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, le decís que el Señor lo necesita y que en seguida lo devolverá.
Los discípulos fueron, encontraron un borrico atado junto a la puerta, fuera en la calle, y lo soltaron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: ¿Por qué desatáis el borrico? Los discípulos les contestaron como les había dicho Jesús, y ellos se lo permitieron. Llevaron el borrico, echaron encima sus mantos, y Jesús montó sobre él. Muchos tendieron sus mantos por el camino y otros hacían lo mismo con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el de nuestro padre Devid! ¡Hosanna en las alturas! Cuando Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y observó todo a su alrededor, pero como ya era tarde, se fue a Betania con los doce.

COMENTARIO.-

A la hora de leer este pasaje evangélico, es conveniente distinguir, el hecho histórico que se nos narra y la enseñanza religiosa que se nos transmite.

El hecho histórico es la llegada y entrada de Jesús a la Ciudad Santa, Jerusalén. Jerusalén la ciudad del Templo, donde se encuentra el arca de la alianza.

Debemos de tener en cuenta, que todos los evangelios, son escritos a partir de los cincuenta años, de este acontecimiento en la vida de Jesús. Y es, por lo que nosotros, podemos deducir que, los evangelistas describen que Jesús sabía lo que se iba a encontrar a su llegada a Jerusalén. Ya que la pregunta es inmediata, ¿Esperaba Jesús que le sucediera verdaderamente, lo que le pasó?

Independientemente de esa incógnita, lo cierto es que la llegada de Jesús a Jerusalén, será la culminación, y no como un derrotado, sino como aclamara el pueblo: "Bendito el que viene en nombre del Señor".

Es de aquí, de donde parte la según enseñanza de este trozo evangélico, la religiosa. El que viene a la ciudad, centro de la espiritualidad religiosa, es el hombre que viene en nombre del Señor, el Hijo de David, el Hijo de Dios.

El evangelista recoge muy bien en este evangelio, como prepara Jesús, su llega al Templo, a la Ciudad Santa, como prepara el también su camino de espiritualidad. Jesús no deja que nadie lo prepare, lo prepara él y les encarga a sus discípulos como tienen que hacerlo. Pero como tiene que hacerlo para Él y para ellos.

Jesús no entra como un triunfador victorioso. Sino al contrario, con sencillez, con humildad y bondad, rodeados de todos en un ambiente de paz y alegría.

Lógicamente tendríamos que preguntarnos, como es nuestra entrada, en nuestro templo, como es nuestro camino espiritual, como es nuestro caminar en nuestra religión. Como es nuestro camino hacia Jesús. Como es nuestro caminar por la vida.

Reconozcamos y reflexionemos honestamente durante esta semana santa, que la Iglesia, Pueblo de los seguidores de Jesús, se ha equivocado. Y digo esto, y no es demagogia, porque muchos de nosotros miembros de esa Iglesia de Jesús, y especialmente sus altos representantes con sus vidas lujosas, ostentosas y de prestigio, han anulado la sencillez, la humildad con la que Jesús nos quiso enseñar como DEBERÍAMOS EMPEZAR PARA PODERLE SEGUIR Y ENTRAR EN EL CAMINO DE DIOS PADRE.

EVANGELIO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.

Pasión y Muerte de Jesús según San Marcos 14,1-72.15, 1-47.

Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte.
Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo".
Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: "¿Para qué este derroche de perfume?
Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres". Y la criticaban.
Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo.
A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre.
Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura.
Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo".
Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarle a Jesús.
Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Al atardecer, Jesús llegó con los Doce.
Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo".
Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré yo?".
Él les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea".
Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré".
Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces".
Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos decían lo mismo.
Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Quédense aquí, mientras yo voy a orar".
Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse.
Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando".
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora.
Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: "Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle.
Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar".
Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado".
Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó.
Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron.
Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.
Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras".
Entonces todos lo abandonaron y huyeron.
Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban.
Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.
Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
"Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre'".
Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: "¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?".
El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?".
Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo".
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron que merecía la muerte.
Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Nazareno".
Él lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando". Luego salió al vestíbulo.
La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de ellos".
Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo".
Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando.
En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces". Y se puso a llorar.
En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "Tú lo dices".
Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!".
Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?".
Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?".
Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!".
Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!".
Pilato, para contentar a la multitud, le puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!".
Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo".
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.
Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos".
Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!".
De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!".
Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer,
José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.

REFLEXIÓN.-

Una cosa es la historia de la muerte de Jesús y otra cosa es su interpretación teológica que se le ha dado a esta muerte. La historia de la muerte de Jesús, nos dice que los sumos sacerdotes se dieron cuenta de que Jesús y la Religión (tal como ellos la entendían) son incompatibles: "Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir". Jesús es irreconciliable con la Religión cuando en ella unos hombres (los dirigentes) se sirven de Dios para dominar, someter y ejercer violencia sobre los demás seres humanos.

La interpretación teológica de la muerte de Jesús no puede hacerse de forma que, en definitiva, se termine diciendo que "sin derramamiento de sangre no hay perdón"(Heb 9,22). Porque ese criterio está rechazado en la carta a los hebreos. Y porque semejante principio lleva derechamente a la idea del "dios vampiro", que necesita sangre y muerte para perdonar. Una blasfemia.

De lo dicho se sigue que la muerte de Jesús no se puede entender desde la religión; porque no fue un acto religioso, sino la ejecución de un condenado por la autoridad civil. Ni se entiende desde la devoción, porque un crucificado no es una imagen de piedad, sino el símbolo más fuerte de la exclusión social. Tampoco se entiende desde la política, porque Jesús no fue un subversivo nacionalista, sino que acabó así su vida por fidelidad al designio del Padre del cielo. La muerte de Jesús sólo se puede comprender como exponente cumbre de la lucha por la libertad, es decir, la lucha por la humanización que supera la deshumanización.( El seguimiento a Jesús de J.M.Castillo).

REFLEXIÓN PARA LA SEMANA SANTA

No está de más que en estos días, independientemente de cómo y dónde los vivamos, dediquemos algunos minutos al día durante esta semana, para profundizar en el sentido de lo que como cristianos celebramos.

Celebrar la Semana Santa es muchos más, o debe ser; muchos más, que recordar el sufrimiento y el dolor de Nuestro Señor Jesucristo, y reunirnos para actos celebrativos y desfiles procesionales.

Pues todo ello, es inútil, si no tratamos de revivir hoy a Cristo que cambia los esquemas humanos y que nos señala una nueva forma de la existencia. Como nos recuerda el Apóstol San Pablo, " Procurad tener los mismos sentimientos que Cristo... "( Flp.2, 5). Y tener esos sentimientos de Cristo, es ver el drama del hombre, que actuando como tal, se rebajó hasta la muerte y muerte de cruz. Tener los mismos sentimientos, es abrazarnos a la cruz de la vida, sabiendo defender el derecho a la vida de todos los seres humanos nacidos y concebidos y no nacidos; es abrazar la cruz que ya hace dos mil años proclamo todos los derechos de la humanidad; abrazar la cruz es defender la dignidad de todos los marginados; abrazar la cruz es defender la justicia, es dar de comer al hambriento y de beber al sediento, de vestir al desnudo y de llevar el consuelo al enfermo, abrazar la cruz es llevar la felicidad, el amor y la paz que Jesús nos enseñas.


LEED Y DIFUNDID EL EVANGELIO, COMO PALABRA QUE LUCHA POR LA HUMANIZACIÓN QUE SUPERA LA DESHUMANIZACIÓN.

miércoles, 25 de marzo de 2015

HOY 25 DE MARZO. LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR. JORNADA POR LA VIDA: “HAY MUCHA VIDA EN CADA VIDA”.

A los cuatro días del comienzo de la primavera, estación que nos anuncia vida, alegría, luz, la Iglesia celebra LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR.

La primavera anuncia a la vida, el misterio de la Encarnación también.               

La solemnidad que celebramos hoy, es para nosotros, un verdadero encuentro marianológico sin duda alguna, pero quizás es un mayor encuentro cristológico. Ya que, la Anunciación del Señor, representa el acontecimiento más asombroso que ha ocurrido en la historia de las tradiciones religiosas de la humanidad.

La Encarnación de Dios en Jesús es el acontecimiento de la humanización de Dios en un hombre. Este es el gran acontecimiento de nuestra religión.

Es importante tener en cuenta que este acontecimiento es sólo recogido en el evangélico de Lucas. Esto demuestra la elaboración teológica de los primeros cristianos desde la visión del Jesús Resucitado, como Hijo de Dios; pues el evangelio de Marcos, que es el primero que se escribe con mucha distancia en el tiempo con Lucas, empieza con la predicación de Juan Bautista.

“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen, desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: " Alégrate, llena de gracia, el señor está contigo, bendita tú entre las mujeres”. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: " No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo de Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. Y María dijo al ángel: " ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? ". El ángel le contestó: " El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: " Aquí está la esclava del señor, hágase en mí según tu palabra”.


La Encarnación de Dios en Jesús es el acontecimiento de la humanización de Dios en un hombre. Lo cual quiere decir que sólo la experiencia humana del judío Jesús es la que nos revela lo que es Dios, quién es Dios y cómo es Dios. La Encarnación, por lo tanto, no es sólo la divinización del hombre, sino ante todo la humanización de Dios. A Dios no lo encontramos " divinizándonos”. Y menos aún " endiosándonos”. Sólo " humanizándonos " encontramos al Dios-Padre del que nos habla Jesús.

Hoy también la Iglesia en el camino hacia la Pascua celebrará el próximo 25 de marzo la Jornada por la Vida, en solemnidad de la Anunciación del Señor. Nueve meses antes del día de Navidad se recuerda el «sí» de María, que quiso acoger de una forma gratuita y generosa la vida de Dios, a pesar de las dificultades. Celebrar y recordar este «sí» nos mueve a ofrecer nuestra voz a aquellos que, en el seno de sus madres, aún no tienen voz, y a promover una cultura a favor de la vida.

Con el lema HAY MUCHA VIDA EN CADA VIDA los cristianos somos invitados este año reconocer el regalo de la vida, así como a transmitir una clara esperanza a los padres con dificultades para que sepan que no están solos.

Según destacan los obispos en una nota publicada con motivo de este día, “para Dios, todos y cada uno de los seres humanos poseen un valor excepcional, único e irrepetible. Nuestra vida es un don que brota del amor de Dios que reserva a todo ser humano, desde su concepción, un lugar especial en su corazón, llamándolo a la comunión gozosa con Él”. Para ello, explican, “nadie puede desarrollarse en plenitud en soledad, sino viviendo en comunión recíproca con los demás”. Y defienden todas las vidas, incluso las que presentan dificultades, toda vida es digna. Aquellos que niegan esta realidad, continúan, muestran “la incapacidad de apreciar el valor y la dignidad de toda vida humana, más allá de sus condicionantes, así como una deplorable dosis de autocomplacencia, falsa seguridad y orgullo que termina por minusvalorar o despreciar, aunque sea de modo soterrado o sutil, a la persona débil o enferma. Los Obispos sentencian que “las personas con discapacidad “son los campeones de la vida por su coraje, un ejemplo para todos y un verdadero testimonio de la grandeza de su existencia”.

La defensa de la vida es algo que nos atañe a todos. Se trata de un compromiso comunitario que “requiere la participación social y política en vistas al bien común. Por eso, cada uno de nosotros, las familias como sujetos de la vida social, asociaciones civiles e instituciones debemos trabajar con audacia, constancia y creatividad para que las leyes e instituciones civiles defiendan y promuevan el derecho a la vida desde su concepción hasta su muerte natural, reformando o derogando aquellas legislaciones injustas, como las actualmente vigentes, y promoviendo iniciativas que defiendan, tutelen y promuevan el derecho a la vida de todo ser humano como fundamento de una sociedad verdaderamente humana”, concluyen.


VIVAMOS LA VIDA. SEAMOS FELICES, PERO AÚN ALGO MEJOR HAGAMOS FELICES A LOS QUE NOS RODEAN.

sábado, 21 de marzo de 2015

EVANGELIO DOMINGO 22 DE MARZO 2015. QUINTO DOMINGO DE CUARESMA.

Evangelio según Juan 12, 20-23.

"En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la Fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: "Señor, quisiéramos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará. Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del cielo: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo". La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: "Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir".

COMENTARIO.-

Durante la semana pasada y esta que comenzamos, estamos leyendo el evangelio de Juan en la liturgia diaria.

El evangelio de Juan, como todos sabemos, es el último que se escribió, en torno a los años 90 a 100 d C. Esta última redacción, tan alejada en el tiempo histórico, ha hecho del evangelio de Juan, un escrito basado más en su reflexión y elaboración teológica, que en su historicidad, realidad que hace difícil su comprensión.

Con esto lo que quiero decir, es que en el evangelio de Juan, no se puede comentar las palabras de Jesús, como si fueran palabras directas y pronunciadas por Jesús. Las palabras de Jesús en este cuarto evangelio, han sido puestas por el evangelista en boca de Jesús para expresar la reflexión teológica que la comunidad ha elaborado, a lo largo de su experiencia de fe. De aquí, la diferencia de este evangelio con los sinópticos (Marcos, Mateo, Lucas), y también, la complejidad muchas veces de entender el evangelio de Juan.

Si, se interpreta como histórico, el Jesús presentado en el evangelio de Juan, caemos casi inevitablemente en la herejía monofisista (Jesús como solamente divino, no humano). Leer y proclamar o comentar el evangelio de Juan sin un comentario exegético mínimo, y, por omisión, no evitar una interpretación directa literal del mismo, es un flaco servicio a la fe del pueblo cristiano.(Koinonía). Este es posiblemente uno de los grandes errores, que hemos cometido a lo largo de los tiempos en nuestra labor pastoral.

Pues bien, teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, el evangelio de hoy domingo comienza narrando el interés de unos gentiles por conocer a Jesús. El hecho de que sean unos gentiles quienes buscan a Jesús, representa ser un símbolo de la universalidad del evangelio, pues «incluso los paganos buscan a Jesús».

Este acontecimiento lo aprovecha el evangelista para dejar claro que el conocimiento de Jesús, de su evangelio y su mensaje, les va a llegar por mediación de los discípulos de Felipe y Andrés. Esta ocasión de encuentro es aprovechada, para anunciar su pasión y muerte en la cruz para alcanzar la redención del mundo. Ahora bien, debemos de tener mucho cuidado con esta idea. Pues podemos dar la impresión, que sea dado durante mucho tiempo, de que la salvación viene a través del sufrimiento, como si Dios quisiera que sus hijos que somos todos nosotros sufriéramos para salvarnos.

Para ello utiliza la parábola del grano de trigo. El grano de trigo, no muere sino se transforma en una espiga que da más granos. Dios no quiere la muerte, sino el fruto, es decir, la vida. Con lo que nos quiere decir, que en este mundo, ponerse de parte de la vida, y de los derechos de la vida, supone una transformación en el verdadero seguimiento de Jesús: "El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí estará mi servidor". Quien se agarra egoístamente a su vida, la echa a perder; quien sabe entregarla con generosidad genera más vida.

EL CONOCIMIENTO DE JESÚS, LLEGA A TRAVÉS DE LA MEDIACIÓN DE SUS DISCÍPULOS. SEAMOS MEDIADORES DE CRISTO EN NUESTRO ENTORNO, DIFUNDIENDO Y VIVIENDO EL EVANGELIO. PÁSALO.

Hoy domingo tendrá lugar en todas las diócesis de España, los actos del Día del Seminario, este año bajo el lema: “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ?”


Lee el post que escribí en la festividad de San José: “19 DE MARZO. SAN JOSÉ. DÍA DEL SEMINARIO. “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ?”

.

viernes, 20 de marzo de 2015

ANTE LAS ELECCIONES AUTONÓMICAS DE ANDALUCÍA, DEL PRÓXIMO DOMINGO 22 DE MARZO.

El próximo domingo día 22 de Marzo, todos los andaluces mayores de edad, estamos convocados a las urnas para elegir a quienes nos representarán y gobernarán en los próximos cuatro años, en el gobierno regional.

En estos últimos meses, estamos viviendo la aparición de ciertos movimientos y respuestas ciudadanas, al descontento de la vida política andaluza. Parte de este movimiento aconseja el no ir a votar.

Ante esto, yo quiero decir, que posiblemente la democracia que tenemos, no sea la perfecta; pero sí es la que nos permite a todos expresarnos y manifestarnos no sólo el día de las votaciones, sino días antes de las votaciones. Es verdad que la clase política está desprestigiada, y esto hace que posiblemente, no tengamos políticos de más altura. Es verdad, que existe un gran desencanto en el pueblo, por su clase política, pensando que todos son iguales. Pero no debemos de olvidar, que la política es, en principio, una actividad digna y noble, a pesar de todos los pesares y es obligación nuestra ayudar a su regeneración en los casos en que se haya degradado.

Por ello, la participación en unas elecciones, es un deber cívico ineludible y un acto de responsabilidad a favor del bien común.

En las actuales circunstancias no es fácil saber para muchos a quién se debe votar. En todo caso, es algo que pertenece a la conciencia personal. Lo que no podemos es estos momentos tan difíciles para muchos de nuestros vecinos, familiares, amigos, etc.., es dejarnos llevar por la rutina, por el cansancio o la minusvaloración del ejercicio del voto. Ni mucho menos votar a un determinado partido por razones injustificadas: “siempre he votado a...”, “es que yo soy de derechas...”, “es que yo soy de izquierdas...”, “a mí el que me gusta es...”. Yo sé, que muchos dicen, que esto es Coca Cola o Pepsi Cola, y es verdad, pero son nuestras reglas de juego en estos momentos.

Teniendo en cuenta desde mi punto de vista que, en estos tiempos, el concepto de izquierda o derecha, son conceptos ya trasnochados y antiguos, pues la realidad nos lo demuestra.

Hoy debemos de hablar y centrarnos en personas que buscan el progreso de la humanidad desde el mismo concepto humano, que en función de las circunstancias sociales, económicas y políticas, actúan con verdadera justicia e igualdad.

Una persona o grupo político es progresista, cuando actúan como unos buenos gestores de la comunidad, en todos sus ámbitos económicos, sociales, culturales, éticos y religiosos.

No se puede tolerar la tardanza en los gobernantes en reconocer y asumir crisis y adoptar medidas tardías, que con su engaño y mentira perjudican a los más indefensos de la sociedad. Pues, mientras que con dinero público, el de todos, hemos lavado a uno de los causante de esta crisis económica como ha sido el sector bancario. El cual, después de ser ayudado, en estos momentos, son incapaces de perdonar a aquellos que no pueden pagar su hipoteca, y que le devuelven el piso, la casa, el local o la nave industrial, y no consideran con ello extinguida su deuda.

Está crisis, ha sido el claro reflejo de la codicia humana. De la codicia de unos cuantos, que no han sufrido la oposición de unos gobernantes, que tendrían que haber velado por el interés de la mayoría, en lugar del de una minoría.

Me desconcierta unos gobernantes que dicen defender a los más desfavorecidos de la sociedad y que recortan ayudas sociales. Además de no valorar el esfuerzo social de esos más desfavorecidos, que pierden derechos a cambio de mantenerse grandes puestos en la clase política.

Lo bueno de la democracia, es que cuando uno no cumple, existe la posibilidad de quitarlo y dejar paso a otro, aunque sea Coca Cola en lugar de Pepsi Cola.


La votación, en una sociedad democrática, es un acto cargado de responsabilidad ética personal. Por eso, los cristianos católicos tenemos el deber y la obligación de ir a VOTAR el próximo domingo día 22.

miércoles, 18 de marzo de 2015

19 DE MARZO. SAN JOSÉ. DÍA DEL SEMINARIO. “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ?”

Desde mañana 19 de marzo, festividad de San José, hasta el próximo domingo tendrá lugar en todas las diócesis de España, los actos del Día del Seminario, este año bajo el lema: “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ?”

Se trata de una jornada que nos invita a toda la comunidad eclesial a tomar conciencia de la necesidad de pedir al Señor, promover y amparar las vocaciones sacerdotales con la oración, la invitación a los jóvenes para que se animen a plantearse la vocación sacerdotal como una opción válida.

Es frecuente escuchar voces de gran preocupación en la jerarquía eclesial y en ciertos sectores laicales; ante la tendencia a la baja en el número de seminaristas en los últimos años. Calificando esta situación de la siguiente manera: "tener sacerdotes mañana es vital para la Iglesia, una cuestión de vida o muerte, pues "nos jugamos el futuro de la Iglesia".

Ante esta, cabe hacer dos reflexiones. La primera, es que la Iglesia siempre existirá con sacerdote y sin sacerdote. Pues la Iglesia es la que se forma cuando dos o más se reúnen en el nombre de Cristo. La segunda reflexión, es desde mi punto de vista de que el futuro de la Iglesia no está en que tengamos más o menos sacerdotes, sino posiblemente como dice el lema de la campaña del seminario este año, en la “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ?”. Y, así fue reconocido, por el Papa Benedicto XVI en la entrevista con el periodista Peter Seewald, recogida en el libro " Luz del Mundo " ( título del libro que al parecer eligió Benedicto XVI ). El Papa insiste en la necesidad de «definir de nuevo tanto la vocación de la Iglesia como su relación con la modernidad». Afirma que la «religiosidad tiene que regenerarse de nuevo en el contexto de la sociedad moderna para encontrar nuevas formas de expresión y comprensión». Insiste en que «hay que preguntarse siempre qué cosas, aunque hayan sido consideradas como esencialmente cristianas, eran en realidad sólo expresión de una época. Debemos regresar una y otra vez al Evangelio y a las palabras de la fe para ver qué es realmente lo esencial y qué se ha de modificar legítimamente con el cambio de los tiempos».

En definitiva, no se trata de modernizarse, sino de actualizarse. Por eso, este día deberíamos dedicarlo a renovar el concepto primero de vocación y en segundo lugar dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, para encontrar los caminos propios de los ministerios en la Iglesia de hoy.

En la actualidad, la vocación se entiende como la llamada de Dios, para atender a una comunidad de cristianos. Mientras que, durante los primeros mil años de la vida de la Iglesia, la vocación se entendía como la llamada de la comunidad, que elegía de entre sus miembros al que consideraba más idóneo para educar en la fe a un grupo de cristianos. Esta manera de entender la vocación estaba tan clara entre los cristianos, que la condición indispensable, para que el obispo admitiera a un candidato a la ordenación para ejercer el ministerio, era no que el sujeto se ofreciera diciendo que Dios le llamaba, sino que se resistiera a ser ordenado, porque se consideraba indigno y sin cualidades para un servicio tan exigente.

En definitiva, en la Iglesia faltan curas porque las autoridades de la Iglesia han puesto unas condiciones que no permiten otra cosa, como ya analizaremos en otra ocasión detenidamente. Tenemos lo que la Iglesia jerárquica ha optado que tengamos. En la Iglesia no tienen por qué faltar sacerdotes.

Por eso, esta jornada nos debe de ayudar a ver todas las vocaciones ministeriales existentes, y a las que van surgiendo en nuestras Iglesias, como el diaconado permanente, delegados de liturgias, (que Roma ha denominado a este tipo de oficio «celebración en domingo en ausencia o en espera de presbítero»). Sin olvidar que estas mismas órdenes ministeriales, deben estar abiertas a las mujeres. No debemos de olvidar que nuestros ministerios, cambiaron en unas circunstancias sociales, pues los apóstoles estaban casados, y los papas también tuvieron casados.

Debemos aprovechar esta jornada también, para dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, y abrir nuestra mente y nuestro corazón a él y, hacer una lectura más profética de nuestro horizonte y preguntarnos:

- ¿Qué caminos está tratando de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas en esta sociedad?

- ¿ Qué llamadas está haciendo Dios a la Iglesia de hoy para transformar nuestra manera tradicional de pensar, vivir, celebrar y comunicar la fe, de modo que propiciemos su acción en la sociedad moderna ?


Por eso, nuestra tarea no es ser fieles a una figura de Iglesia y un estilo de cristianismo desarrollados en otros tiempos y para otra cultura. Lo que nos ha de preocupar es hacer posible hoy el nacimiento humilde de una Iglesia, capaz de actualizar en la sociedad moderna el espíritu y el proyecto de Jesús.

sábado, 14 de marzo de 2015

EVANGELIO DOMINGO 15 DE MARZO 2015. CUARTO DOMINGO DE CUARESMA.

Evangelio según San Juan 3, 14-21.

"En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:"Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios".

COMENTARIO.-

Para comprender bien el evangelio de este domingo, deberíamos de leer los catorce primeros versículos de este tercer capítulo del evangelio de Juan. En primer lugar, para conocer la figura de Nicodemo y el primer diálogo que Jesús mantiene con él, donde le recuerda que para seguirlo, debemos de nacer de nuevo, del agua y del Espíritu. 

Nicodemo, cuyo nombre significa “el que vence al pueblo”, aparece varias veces en el evangelio de Juan (3,1-21; 7,50-52; 19,39). No es un cualquiera. Por su filiación religiosa es un fariseo, es decir, un rígido observante de la Ley, considerada como la expresión suprema e indiscutible de la voluntad de Dios para el ser humano. Es el primer rasgo que señala Juan antes del nombre mismo. Nicodemo se define como hombre de la Ley antes que por su misma persona. Juan añade otra precisión sobre el personaje: en la sociedad judía es un “jefe” título que se le aplica particularmente a los miembros del Gran Consejo o Sanedrín, órgano de gobierno de la nación (11,47). En éste, el grupo de los letrados fariseos era el más influyente y dominaba por el miedo a los demás miembros del Consejo (12,42). Nicodemo habla en plural (3,2: sabemos). Es, pues, una figura representativa. La escena va a describir, por tanto, un diálogo de Jesús con representantes del poder y de la Ley. Nicodemo llama a Jesús “Rabbí” (3,2) término usado comúnmente para los letrados o doctores de la Ley que mostraban al pueblo el camino de Dios. Así es como este fariseo adicto ferviente de la Ley, ve a Jesús. Es extraño, porque hasta el momento, Jesús no ha dado pie para semejante interpretación de su persona.(Koinonia).

La conclusión que debemos de extraer del evangelio de este domingo, es que Dios no se hizo presente en este mundo, en la persona y vida de Jesús, porque se sintiera ofendido, indignado e irritado. Dios se hizo presente en el mundo, en el hombre de Jesús de Nazaret, porque quiere tanto al mundo, que no soportaba más estar lejano, distante, desconocido.(Castillo).

Y lógicamente, Dios no quiso tampoco el sufrimiento de Jesús en la cruz, ni Jesús fue abandonado por Dios. Si no que fuimos nosotros los hombres, los que no quisimos ver en Jesús la salvación del mundo. Su estilo de vida molestaba a los poderosos, y por eso decidieron matarlo. En Jesús, se realizó la verdad de Dios, para que nosotros viéramos que sus obras y su manera de vivir es el único camino de construir el Reino de Dios en la tierra.

Por eso el evangelista nos dice:"que la luz vino al mundo", y que esa luz es la verdad. Dios se humanizó en Jesús. Por eso nosotros, en la medida que nos hacemos tan humano como Jesús, estamos dando la luz que vino al mundo, porque esa luz es la verdad, que es el amor de Dios. Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho al mundo, no sólo a los cristianos.

La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo es recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces el Vaticano II: La Iglesia «es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los hombres». Nada hay más importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios a todo ser humano.(Pagola).


El próximo jueves 19 de marzo, festividad de San José, se celebra en España, el Día del Seminario, este año bajo el lema: “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ? -leer, el post que escribiré el próximo miércoles sobre el día del seminario-. Este acontecimiento, que en muchas Iglesias locales adelantaremos a la celebración de la eucaristía dominical, ya que en muchos lugares, el lunes, día de San José no es festivo.

viernes, 13 de marzo de 2015

OTRA IGLESIA ES POSIBLE. DOS AÑOS DEL PAPA FRANCISCO.

Es difícil después de dos años, escoger una sola frase o un gesto que nos permita sintetizar estos dos primeros años del pontificado del Francisco al frente de la Iglesia católica. Muchos posiblemente nos quedamos con su primera aparición en el balcón  con su cruz de obispo en plata, otros con su renuncia a los aposentos vaticanos y su decisión de vivir en la residencia Santa Marta, otros con el lavatorio de los pies a los presos o con la imagen de los desfavorecidos sentados a su mesa. Pero sin duda alguna, para mí la mejor imagen es la de sus zapatos gastados, pues es el claro reflejo del camino andado.

Al cabo de dos años, las fotografías «inolvidables» del Papa Francisco podrían llenar libros enteros. Si una imagen vale más que mil palabras, su ejemplo personal y su estilo refrescante valen más que mil encíclicas.

Dos años de sorpresas continuas a cargo de un Papa sencillo y cariñoso ha hecho mucho bien. La mayoría de los católicos están orgullosos de un Papa que desborda humanidad. Entre los judíos crece el entusiasmo. Según el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, «ahora vienen tantos judíos a conocer al Papa Francisco que deberíamos abrir una sinagoga en el Vaticano».

A los protestantes, musulmanes e incluso ateos les gusta un Papa que logra comunicar, mediante gestos claros y un lenguaje sencillo, con el ciudadano de a pie. Muchos ciudadanos lo ven como un ejemplo para sus propios gobernantes.

Pero él mismo advierte que la «Franciscomanía» no va a durar. El primer Papa venido de América ha traído muchos cambios en la música, pero no piensa hacerlos en la letra. Algunos inflan desmesuradamente las expectativas de cambio inmediato en los temas de comunión a los divorciados, papel de la mujer, etc. por mera superficialidad. Otros por mala intención, sabiendo que inflan un globo destinado a reventar.

El pasado 13 de marzo del 2013, tras el primer momento de sorpresa, casi todo el mundo pensó que la «luna de miel» duraría tres meses. Ha superado ya dos años. Y resulta claro que la «revolución» del Papa Francisco está solo en sus primeros pasos.

El cambio de estilo es universalmente conocido y aplaudido. Menos visible al gran público es el comienzo del cambio de actitud de la burocracia del Vaticano y de los obispos de todo el mundo. Francisco ha dicho que no quiere «obispos príncipes», ni «obispos de aeropuerto», sino personas que sepan escuchar «de corazón a corazón» a todos: a los católicos que practican, a los alejados, y a quienes ni siquiera son cristianos.

El cambio de actitud se nota ya en muchos de los fieles de a pie, más comprensivos respecto a los problemas de sus amigos, más dispuestos a ayudar a quien lo necesita, y más convencidos de que el Evangelio se enseña con el ejemplo y la sonrisa.

El mensaje de la exhortación apostólica programática «La alegría del Evangelio» se está abriendo paso de un modo silencioso pero eficaz. El segundo año de pontificado puede ser igual de apasionante.


Gracias Papa Francisco, han sido muchos años pensando que otra Iglesia era posible.