jueves, 31 de octubre de 2013

¿HALLOWEEN... o DÍA DE TODOS LOS SANTOS?

Es una celebración controvertida, no tanto por lo que pudo ser en sus orígenes sino por el espacio que año tras años se va ocupando en nuestra sociedad.

En nuestra cultura, damos a los dos primeros días de noviembre el significado del "recuerdo, oración y veneración de aquellas personas que no han subido a los altares pero que su vida ha sido un claro ejemplo de santidad; recuerdo y oraciones por nuestros familiares y amigos ya fallecidos", con la convicción de no quedarnos en la muerte, si no en la esperanza de una VIDA que jamás termina, que expresamos según nuestra fe y confianza en esa Vida.

Nos quejamos muchas veces de toda esa "cultura" que nos invade, que muchas veces arrincona o hace olvidar las propias costumbres, nuestra idiosincrasia.

¿Qué hacemos, al respecto de esta celebración de Halloween, si hasta en los colegios se está  inculcando en los niños?. ¿No estamos contribuyendo nosotros mismos a ese daño del que luego nos quejamos?.

Quizás durante mucho tiempo hemos vivido la festividad de todos los Santos y de los Difuntos, especialmente en el ambiente creyente, resaltando más el hecho de la muerte que la felicidad de la  vida.

Por eso deberíamos preguntarnos ¿qué estamos haciendo para resaltar la cultura de la VIDA?.


Posiblemente este descuido de festejar la vida como el don más grande que Dios nos ha dado y que culmina en la muerte del ser humano, es lo que ha podido dar lugar a la proliferación de otro significado de nuestra cultura. Podemos deducir de que nada se produce por casualidad, ni porque sí, siempre hay un "algo" detrás.

sábado, 26 de octubre de 2013

EVANGELIO DOMINGO 27 DE OCTUBRE 2013. 30ª SEMANA DEL TIEMPO ORDIANRIO

Evangelio según San Lucas 18, 9-14

Dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos, y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo". El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atre­vía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador". Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

COMENTARIO.-

Está parábola, lo que nos pone verdaderamente al descubierto, es el pensamiento y los criterios que dos personas tienen sobre sí mismo,  los demás y de su relación con Dios y con su Iglesia.

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese publicano, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás).

El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en esto consiste su oración.

Lo que este evangelio nos enseña es que no estamos justificado ante Dios y ante nuestros hermanos, porque seamos verdaderos cumplidores de las normas religiosas y eclesiales. Cuando uno se ve a sí mismo, y piensa de sí mismo, que es el mejor, porque cumple con todas las normas religiosas y eclesiales; llega a centrarse tanto en él, que se cree que él es Dios. Por eso una persona así piensa de los demás son ladrones, injustos, adúlteros. Esto hace con toda seguridad difícil su relación con los demás, y posiblemente su aislamiento.


En cambió, la humillación y la sencillez del publicano lo justificaron como pecador ante Dios.

Mucho hay que reformar en la Iglesia oficial, en la forma y en el fondo, o más bien refundarla desde sus orígenes, porque se ha ido tan lejos del Evangelio que a la luz del mismo resulta irreconocible. El Papa Francisco ha  optado por hacerlo. Tarea grande y urgente. Solo no lo puede hacer. Los más llamados a ayudarle, ¿lo harán? ¿Lo haremos todos?

Muchas veces las personas que estamos dentro de la Iglesia y sobre todo los que ocupan cierta responsabilidad, piensan que todos tenemos que ser como ellos, y que los que no son así y piensan como ellos, no están justificados ante Dios. Sólo se justifican los que son como ellos. Consecuencia de esto, que cerramos las puertas, y no acogemos a los que no son como nosotros.

¡QUÉ DIFÍCIL ES QUE MUERA EL FARISEO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO!
DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.


miércoles, 23 de octubre de 2013

IMPULSAR LA RENOVACIÓN EVANGÉLICA

Carta al Papa Francisco

José Antonio Pagola, Sacerdote y teólogo

IMPULSAR LA RENOVACIÓN EVANGÉLICA

“Casi sin darnos cuenta, estás introduciendo en el mundo la Buena Noticia de Jesús. Estás creando en la Iglesia un clima nuevo, más evangélico y más humano. Nos estás aportando el Espíritu de Cristo…”.
Querido hermano Francisco:
Desde que fuiste elegido para ser la humilde “Roca” sobre la que Jesús quiere seguir construyendo hoy su Iglesia, he seguido con atención tus palabras. Ahora, acabo de llegar de Roma, donde te he podido ver abrazando a los niños, bendiciendo a enfermos y desvalidos y saludando a la muchedumbre.

Dicen que eres cercano, sencillo, humilde, simpático… y no sé cuántas cosas más. Pienso que hay en ti algo más, mucho más. Pude ver la Plaza de San Pedro y la Via della Conciliazione llena de gentes entusiasmadas. No creo que esa muchedumbre se sienta atraída solo por tu sencillez y simpatía. En pocos meses te has convertido en una “buena noticia” para la Iglesia e, incluso, más allá de la Iglesia. ¿Por qué?
Casi sin darnos cuenta, estás introduciendo en el mundo la Buena Noticia de Jesús. Estás creando en la Iglesia un clima nuevo, más evangélico y más humano. Nos estás aportando el Espíritu de Cristo. Personas alejadas de la fe cristiana me dicen que les ayudas a confiar más en la vida y en la bondad del ser humano.

Algunos que viven sin caminos hacia Dios me confiesan que se ha despertado en su interior una pequeña luz que les invita a revisar su actitud ante el Misterio último de la existencia.

Yo sé que en la Iglesia necesitamos reformas muy profundas para corregir desviaciones alimentadas durante muchos siglos, pero estos últimos años ha ido creciendo en mí una convicción. Para que esas reformas se puedan llevar a cabo, necesitamos previamente una conversión a un nivel más profundo y radical. Necesitamos, sencillamente, volver a Jesús, enraizar nuestro cristianismo con más verdad y más fidelidad en su persona, su mensaje y su proyecto del Reino de Dios. Por eso, quiero expresarte qué es lo que más me atrae de tu servicio como Obispo de Roma en estos inicios de tu tarea.

Algunos que viven sin caminos hacia Dios
me confiesan que se ha despertado en su interior
una pequeña luz que les invita a revisar
su actitud ante el Misterio último de la existencia.

Yo te agradezco que abraces a los niños y los estreches contra tu pecho. Nos estás ayudando a recuperar aquel gesto profético de Jesús, tan olvidado en la Iglesia, pero tan importante para entender lo que esperaba de sus seguidores. Según el relato evangélico, Jesús llamó a los Doce, puso a un niño en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me está acogiendo a mí”.

Se nos había olvidado que en el centro de la Iglesia, atrayendo la atención de todos, han de estar siempre los pequeños, los más frágiles y vulnerables. Es importante que estés entre nosotros como “Roca” sobre la que Jesús construye su Iglesia, pero es tan importante o más que estés en medio de nosotros abrazando a los pequeños y bendiciendo a los enfermos y desvalidos, para recordarnos cómo acoger a Jesús. Este gesto profético me parece decisivo en estos momentos en que el mundo corre el riesgo de deshumanizarse desentendiéndose de los últimos.

Yo te agradezco que nos llames de forma tan reiterada a salir de la Iglesia para entrar en la vida donde la gente sufre y goza, lucha y trabaja: ese mundo donde Dios quiere construir una convivencia más humana, justa y solidaria. Creo que la herejía más grave y sutil que ha penetrado en el cristianismo es haber hecho de la Iglesia el centro de todo, desplazando del horizonte el proyecto del Reino de Dios.
Juan Pablo II nos recordó que la Iglesia no es el fin de sí misma, sino solamente “germen, signo e instrumento del Reino de Dios”, pero sus palabras se perdieron entre otros muchos discursos. Ahora se despierta en mí una alegría grande cuando nos llamas a salir de la “autorreferencialidad” para caminar hacia las “periferias existenciales”, donde nos encontramos con los pobres, las víctimas, los enfermos, los desgraciados…

La herejía más grave y sutil
que ha penetrado en el cristianismo
es haber hecho de la Iglesia el centro de todo,
desplazando del horizonte el proyecto del Reino de Dios.

Disfruto subrayando tus palabras: “Hemos de construir puentes, no muros para defender la fe”; necesitamos “una Iglesia de puertas abiertas, no de controladores de la fe”; “la Iglesia no crece con el proselitismo, sino por la atracción, el testimonio y la predicación”. Me parece escuchar la voz de Jesús que, desde el Vaticano, nos urge: “Id y anunciar que el Reino de Dios está cerca”, “id y curad a los enfermos”, “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”.

Te agradezco también tus llamadas constantes a convertirnos al Evangelio. Qué bien conoces a la Iglesia. Me sorprende tu libertad para poner nombre a nuestros pecados. No lo haces con lenguaje de moralista, sino con fuerza evangélica: las envidias, el afán de hacer carrera y el deseo de dinero; “la desinformación, la difamación y la calumnia”; la arrogancia y la hipocresía clerical; la “mundanidad espiritual” y la “burguesía del espíritu”; los “cristianos de salón”, los “creyentes de museo”, los cristianos con “cara de funeral”. Te preocupa mucho “una sal sin sabor”, “una sal que no sabe a nada”, y nos llamas a ser discípulos que aprenden a vivir con el estilo de Jesús.

No nos llamas solo a una conversión individual. Nos urges a una renovación eclesial, estructural. No estamos acostumbrados a escuchar ese lenguaje. Sordos a la llamada renovadora del Vaticano II, se nos ha olvidado que Jesús invitaba a sus seguidores a “poner el vino nuevo en odres nuevos”. Por eso, me llena de esperanza tu homilía de la fiesta de Pentecostés: “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades y gustos… Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos”.

Por eso nos pides que nos preguntemos sinceramente: “¿Estamos abiertos a las sorpresas de Dios o nos encerramos con miedo a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?”. Tu mensaje y tu espíritu están anunciando un futuro nuevo para la Iglesia.

Quiero acabar estas líneas expresándote humildemente un deseo. Tal vez no podrás hacer grandes reformas, pero puedes impulsar la renovación evangélica en toda la Iglesia. Seguramente, puedes tomar las medidas oportunas para que los futuros obispos de las diócesis del mundo entero tengan un perfil y un estilo pastoral capaz de promover esa conversión a Jesús que tú tratas de alentar desde Roma. Francisco, eres un regalo de Dios. ¡Gracias!



sábado, 19 de octubre de 2013

EVANGELIO DOMINGO 20 DE OCTUBRE. 29ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según San Lucas 18, 1-8.


En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: " Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres”.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: " Hazme justicia frente a mi adversario "; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: " Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”.
Y el Señor respondió:
- Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?


COMENTARIO.-


Para entender bien este pasaje evangélico de este domingo, nos tenemos que remontar al capítulo anterior Lc 17, 20-22: " A una pregunta de los fariseos sobre cuándo iba a llegar el reino de Dios, respondió Jesús: " El Reino de Dios no vendrá de forma espectacular, ni se podrá decir: " Está aquí o allí ", porque el reino de Dios ya está entre vosotros ".

Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deberían ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. 

La verdad sea dicha, que si leemos detenidamente la parábola que Jesús propone. Nos puede resultar en un principio, algo absurda. Pues como un juez, que es injusto, pues no quiere hacer justicia, que no teme a Dios ni a los hombres, le va a tener miedo a una pobre viuda " vaya a acabar pegándome ", y además va a consentir que la pobre viuda lo fastidie, como es juez le mandaría que la castigasen. Lo que de este trozo podemos deducir es la insistencia, la constancia, la pesadez de la viuda en pedir la justicia. Hasta que la consiguió.

En la oración, que es la escucha de Dios, podremos ver y comprender las injusticias que nosotros los humanos hacemos. Y por esas injusticias el Reino de Dios no se crea en la tierra. 

¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor, el hambre, la miseria, las guerras, el abandono de seres humanos buscando un bienestar?.

Dios nos habla desde la justicia, somos nosotros los cristianos, los que consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debemos desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en este mundo, un reinado de justicia y fraternidad. Sólo la oración, la comunicación con Dios nos mantendrá en esperanza. 

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino gritar día y noche como dice Jesús.

La oración realmente no es una «transacción» con Dios, de yo te doy y tú me das. La oración es simplemente permitirnos expresarnos ante Dios y ante nosotros mismos nuestras inquietudes, como un desahogo personal, como un modo de colocar nuestras preocupaciones en el contexto de la voluntad de Dios y de consolidar nuestra búsqueda de buscar esa voluntad.

No debemos perder la fe en la oración de petición, pues en ella nos encontramos con Dios. Pero con el Dios que nos habla en el corazón.

DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.

Este domingo celebramos también el DOMUND, bajo el lema FE + CARIDAD = MISIÓN.

Fe + Caridad. No es legítimo separar, y menos, oponer, fe y caridad, dos virtudes teologales íntimamente unidas. “La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de este, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios” (Benedicto XVI). Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La acogida salvífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve las obras de la caridad.



= Misión. La mayor obra de caridad, que nace de la fe, es la evangelización. “Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio [...]: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana” (íd.). El anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de instrucción y asistencia médica, entre otras implicaciones sociales.

lunes, 14 de octubre de 2013

LA MACROBEATIFICIACIÓN DE TARROGONA, CONSECUENCIA DE LOS GRANDES EVENTOS MEDIÁTICOS DE LA IGLESIA.

Más de 25.000 personas asistieron a la macrobeatificación de Tarragona, de 522 españoles "asesinados por su fe durante la Guerra Civil española".

La ceremonia fue presidida por el cardenal Amato en nombre del Papa. Pero donde el Papa Francisco se hizo presente con un videomensaje, en el que, entre otras cosas, señaló que los mártires son el claro ejemplo de que "Cristo nos primerea en el amor". Su enviado, el cardenal Angelo Amato denunció que los mártires no son "caídos de la guerra civil", sino "víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia".

Mi reflexión de hoy, no va encaminada a dudar por ningún momento de la beatificación de de los 522 beatos,   ni del blindaje que esta beatificación puede suponer para algunos en la reciente historia de España, que como cualquier obra humana está llena de luces y sombras. Mi reflexión va sobre los eventos mediáticos de la Iglesia Católica.

Debe ser notable, que Europa se descristianiza y son cada vez menos los seguidores de la Iglesia Católica y esto preocupa en Roma. Pues ya en el Pontificado de Juan Pablo II, fue sorprendente el número de eventos masivos organizados de forma mediática, con el fin de seguir mostrando al mundo que la religión católica está viva, de que el Papa es importante, de que los Obispos tienen una presencia social a tener en cuenta. Concentraciones que se preparan cuidadosamente y en las cuales se invierte una asombrosa cantidad de dinero. Posiblemente con el fin de que el mundo nos vea, más que como proceso evangelizador.

Creo que deberíamos realizar un profundo análisis sobre cómo estamos orientando la presencia de la Iglesia en el mundo. El Evangelio no consiste en concentrar a personas en un espectáculo de masa, si no en vivir el Espíritu que se desprende de él. Pues el resultado está después en nuestra vida cotidiana al contemplar como nuestros templos se encuentran cada vez más vacíos.


Necesitamos centrar a la Iglesia con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús y en su proyecto del Reino de Dios. Muchas cosas habrá que hacer, pero ninguna más decisiva que esta conversión, la de volver al mensaje de Jesús. Una Iglesia más sencilla, fraterna y buena, humilde y vulnerable, que comparte las preguntas, conflictos, alegrías y desgracias de la gente. Creando nuevas formas y lenguajes de evangelización, basado en el diálogo y en nuevos carismas que nos permitan comunicar la experiencia viva de Jesucristo. No sé, la verdad, si con estos eventos tan masivos conseguimos construir la Iglesia que nació del mensaje de Jesucristo.

sábado, 12 de octubre de 2013

EVANGELIO DOMINGO 13 DE OCTUBRE 2013. 28ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según San Lucas 17,11-19.

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: - Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo: - Id a presentaros a los sacerdotes.
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: - ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? 
Y le dijo: - Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

COMENTARIO.


Este pasaje evangélico, es la continuación al del domingo pasado.

La verdad sea dicha, el evangelio de este domingo, no está lleno de detalles que nos permita comprender bien su mensaje. Para empezar, el evangelista no sitúa el acontecimiento, pues no se nos dice en que pueblo sucede.

Si nos narra que son diez leprosos, uno de ellos es un samaritano, pero de los otros nueve no dice nada, supondremos que son judíos, pero también resulta raro que judíos y samaritanos estén juntos.

Normalmente hemos resaltado de este pasaje evangélico, el milagro de Jesús de curar a los diez leprosos. Pero lógicamente, el evangelista nos quiere enseñar algo más importante que el milagro y la curación de los leprosos. Es el comportamiento del samaritano, la persona que no sigue la ley judía, ni la religión judía, es el único que vuelve a dar gloria a Dios.

La enseñanza de este pasaje evangélico es clara. Cuando la religión y los seguidores de la religión, la interpretan al pie de la letra, puede llegar a veces a endurecer el corazón y a deshumanizar a las personas. Este endurecimiento nos lleva muchas veces por no decir siempre a perder el sentido de la gratitud. En cambio en la figura del samaritano, el hombre sin religión (o de la religión equivocada) es el que no hace sino lo que es humano sentir, el agradecimiento a quien el que le ha curado o le ha orientado en el camino de la curación.

Tal vez, los cristianos y en nuestro caso los católicos, estemos demasiado convencidos de que sólo los que estamos dentro de la Iglesia, los de la comunidad, los de la parroquia, los que formamos parte de una hermandad, los que acudimos a misa…., somos los que adoptamos los mejores comportamientos.

Con frecuencia hay gente mucho mejor fuera de nuestras iglesias, y en otras iglesias, en otras religiones, incluso entre quienes dicen que no creen en Dios.


En el evangelio de hoy es precisamente uno venido de fuera, despreciado por los de dentro, el único que sabe reconocer el don recibido de Dios, dando una lección magistral a quienes no supieron agradecer. Aprendamos la lección del samaritano. No fue a dar las gracias a Jesús, sino a dar GLORIA A DIOS.


APRENDAMOS A DAR GLORIA A DIOS POR TODO.

viernes, 11 de octubre de 2013

¿POR QUÉ HAY TANTOS CRISTIANOS QUE VIVEN SIN DAR GRACIAS A DIOS CASI NUNCA?

Ayer leía el informe que D. Rafael Del Rio - Presidente de Cáritas Española - y D. Sebastián Mora - Secretario General de Cáritas Española -, presentaban como resumen de la actividad que la organización ha llevado durante todo el año 2012.

Tenemos que reconocer la gran labor social que indiscutiblemente esta organización de la Iglesia Católica está llevando a cabo, en estos momentos de grandes dificultades, para muchas personas. Pero, lo que más, me ha llamado la atención de este informe, no fue su actividad caritativa, que ya he reconocido anteriormente y que doy fe de que es así. Si no su valentía al denunciar los hechos de la crisis; " " LOS QUE ESTÁN PAGANDO Y SUFRIENDO MÁS LA CRISIS SON LOS QUE NI LA PROVOCARON Y LOS QUE MENOS TIENEN ". De ahí que pida una creciente solidaridad y más ayudas públicas. "Es necesario que la opinión pública conozca como padecen y sufren los más pobres, sus lágrimas, su llanto, sus gritos, su dolor..."

"Ojalá no seamos indiferentes ante el dolor ajeno", subrayó Mora, que denunció que "vivimos en una sociedad con un riesgo real de fractura social, donde la diferencia entre los que tienen acceso a bienes y servicios y los que no cada vez es mayor". 

En España han aumentado los millonarios, pero "lo que de verdad se ha incrementado es la lucha social". Frente a ello, los recursos de Cáritas han aumentado en 25,5 millones de euros, y aumentó en casi un 10% el número de sus voluntarios, hasta alcanzar los 70.229. El 70% de total de los recursos procede de aportaciones privadas. "Los fondos públicos han decrecido, especialmente en los Ayuntamientos y las CC.AA", añadió.

Pese a todo, "somos una sociedad con muchos pobres, y una sociedad pobre, con menor nivel de renta y acceso a derechos", denunció Mora, quien apuntó que "ha aumentado la pobreza severa -menos de 300 euros al mes, con tres millones de personas-. En España ya hay gente que no tiene la vida dada por supuesta cada noche". Del mismo modo, el 58% de los parados lleva más de un año en paro, y otro 35% más de dos años. Más de cinco millones de personas paradas crónicas.

Una situación que empieza a afectar a las relaciones sociales. "Cunde el desasosiego, la impotencia", añadió el secretario general de Cáritas, quien incidió en que el mantenimiento del desempleo y el debilitamiento de los servicios sociales, así como el "desbordamiento de la familia", una de las bases para el freno a una mayor crisis, se está notando.

La mitad de los atendidos en los servicios de Cáritas son personas inmigrantes, con dificultades en el empadronamiento, la sanidad o los accesos básicos, "que están siendo relegados a la situación de personas de tercera categoría". Y es que "un tercio de las personas que atendemos no tienen ningún ingreso".

La pobreza infantil, que afecta a un 26% de la población, también resalta. "Estamos hablando de una pobreza generalizada, pero también de una pobreza que se ceba en los más desfavorecidos".

En cuanto a los programas, destacan los de acogida y atención a la vivienda, así como la cooperación internacional, pese al creciente deterioro de la Ayuda al Desarrollo. "En estos momentos la apuesta de Cáritas por la vivencia en un solo mundo, es clave. No hay dos mundos, no hay dos tipos de personas: hay una sola familia humana y hay que apostar por ella".

Durante la presentación, el presidente de Cáritas, Rafael del Río, animó a los ciudadanos a observar esta "radiografía detallada de la situación de las personas empobrecidas en nuestro país", más que como un conjunto de cifras, como una herramienta para "poner la atención en las personas que sufren, y levantar la voz ante un mayor debilitamiento social".

Jesús se dedicó a anunciar y a promover el reino de Dios, tal como, nos dicen los Evangelios. Jesús lo que nos enseña, nos propone y nos llama, es a un cambio radical de toda la humanidad en todos sus aspectos. Un cambio, cuyos autores serán los pobres. Se dirige a los pobres pensando que solamente ellos son capaces de actuar con esa sinceridad, con esa autenticidad para promover un mundo nuevo. Estas son las enseñas los Evangelios. Y estas son las enseñanzas que nosotros los cristianos tenemos que promover.

La vida que llevó Jesús, los valores que defendió, los criterios que expuso, todo eso resulta insoportable, increíble, impracticable para todo el que no tiene la firme convicción de que lo primero y lo esencial en la vida es el ser humano, cada ser humano, el respeto, la dignidad, los derechos, la felicidad y el disfrute de la vida de cada persona. Eso es lo primero y lo esencial porque sólo haciendo eso podemos encontrarnos a nosotros mismos, podemos encontrar el sentido de la vida y, en definitiva, podemos encontrar esa realidad última que los creyentes llamamos DIOS.

Como nos planteara el evangelio del domingo próximo ¿Por qué hay tantos cristianos que viven sin dar gracias a Dios casi nunca?.


miércoles, 9 de octubre de 2013

DAR LA COMUNIÓN A LOS DIVORCIADOS Y VUELTO A CASAR.

Ante este nuevo revuelo en esta cuestión, quiero hacer mi reflexión de hoy. Lo primero que deberíamos preguntarnos, es de donde nace el problema.
Lógico es pensar, que el problema, está en dos pilares desde mi punto de vista. Uno de ello y principal, es el arrastre de unos pensamientos e ideas fijadas de otros tiempos. Y el otro, es la lectura de los evangelios desde un punto de vista literal, olvidándonos que los evangelios, fueron escritos en un contexto donde los estatus del hombre y la mujer, son muy distinto a lo de nuestros tiempos.


Recordando el comienzo del evangelio de Marcos, él cual empieza diciendo: " Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". Que nos quiere decir Marcos, que el comienzo, el punto de partida, para conocer a Jesús es el "Evangelio", que significa literalmente "Buena Noticia". Osea, que el evangelio nos debe de abrir a una nueva noticia, a una nueva esperanza, a una nueva fraternidad, a un nuevo encuentro con Cristo y nuestros hermanos, lógicamente en los tiempos en que vivimos. Es decir, que la lectura de los evangelios, nos deben de ayudar a encontrar nuestro camino de salvación en nuestros momentos y no en tiempos y circunstancias pasadas. El no hacerlo así, es posiblemente no encontrar nuestra felicidad y lógicamente no encontrar la felicidad de los demás. Y consecuencia de todo esto, es no encontrar a Dios, porque a Dios lo encontraremos en nuestra felicidad y en la felicidad de los demás.

Digo todo esto, porque posiblemente realicemos una lectura algo literal y fundamentalista de los pasajes evangélicos que tratan el tema del divorcio.

Siguiendo con el evangelio de Marcos, que es el primero que se escribe y el más cercano por tanto a la tradición de Jesús.

En aquel tiempo se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: -¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?.
 Él les replicó:-¿Qué os ha mandado Moisés?.
Contestaron: -Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.
Jesús les dijo: -Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo: -Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. (Marcos 10, 2-16).

Es curioso, como Jesús empieza a explicar:"Por vuestra terquedad...". Si dejamos esa terquedad atrás posiblemente podremos encontrar la buena noticia del evangelio a nuestro tiempo.

Jesús comienza recordando, que al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Es decir, los creo de la misma carne, los creo iguales en todas las condiciones. Y esta igualdad debe permanecer por siempre y no debe de ser destruida, negada, despreciada por ningún hombre o mujer. Está igualdad que nace de Dios, el hombre no la puede separar. Recordemos, que en el tiempo en que Jesús pronuncia estas palabras, la mujer no tenía ningún derecho, ni libertades e igualdades con respecto al hombre. Por eso Jesús, les deja dicho, que la verdadera unión entre el hombre y la mujer debe de nacer desde la igualdad, desde los mismos derechos y libertades. Desde que esto no es así, la unión no es perfecta. Por eso los discípulos al llegar a casa volvieron a preguntarle: "Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio". Posiblemente volvieron a preguntar, porque su mentalidad de la época, no le permitía comprender que la mujer tenía que ser igual al hombre en todo. Es decir, que cuando la separación no se realiza desde la igualdad, comprensión, compasión, respeto y misericordia, si no que, por el contrario se lleva desde la humillación, desprecio, hundimiento del otro, se está actuando fuera de la ley de Dios.

No trato de poner en discusión la visión cristiana del matrimonio, lo que intento es pensar: ¿qué actitud debemos de adoptar ante tantos hombres y mujeres, muchas veces amigos y familiares nuestros, que han roto su unión matrimonial y viven en la actualidad otra unión, que no está bien considerada por la Iglesia?.

Debemos de recordar que los divorciados que se han vuelto casar civilmente siguen siendo miembros de la Iglesia. No están excomulgados; no han sido expulsados de la Iglesia. Luego si esto es así, no tiene sentido participar en una comunidad eclesial, que no deja sentarte a la mesa compartida de Cristo. Mesa compartida, que es el pleno encuentro de la comunidad. 


Por eso, les digo a todos los divorciados que, cuando nosotros no os comprendemos, Dios Padre seguro que os comprende y os habla en la voz de vuestra conciencia desde su infinita misericordia, amor, comprensión y compasión. Desde vuestra conciencia, estáis llamados a sentaros o no, en la mesa compartida del amor de Cristo.

sábado, 5 de octubre de 2013

EVANGELIO DOMINGO 6 DE OCTUBRE 2013. 27ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según San Lucas 17,5-10

En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: - Auméntanos la fe.
                                                                                                
El Señor contestó: - Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «Enseguida, ven y ponte a la mesa»? 

¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú»? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

COMENTARIO.-


Si buscamos la palabra FE en el diccionario de la lengua española, comprobaremos que tiene varios significados: " Confianza que se tiene en una persona o cosa.-- Seguridad, aseveración de que una cosa es cierta.-- Fidelidad, Creencia, Crédito-- Documento que certifica la verdad de una cosa.

Según nuestras enseñanzas religiosas. FE, es la primera de las virtudes teologales, por la que, SIN VER, creemos las verdades de la religión
.

Pero si leemos detenidamente el evangelio de este domingo, podemos comprobar que la palabra FE, NO ES CREER EN LO QUE NO SE VE, sino al revés en lo que se VE, pues si tuviéramos FE como un grano de mostaza veríamos como arrancábamos la morera y la llevábamos a otro lado.

En el evangelio de hoy la palabra FE, aparece como sinónimo de fuerza, coraje, decisión, entrega, convencimiento. 

Cuando los apóstoles le piden al Señor, que le aumente la fe, no le está pidiendo que le aumente la fe en Dios Padre. NO. Los apóstoles le piden al Señor, que le aumente la fe, en Él. Ya que los apóstoles, no entienden el mensaje de Jesús, que para construir el Reino de Dios en la tierra, lo tienen que construir desde el servicio a los demás. En definitiva, que no se trata de hacer grandes cosas, sino de hacer lo que tenían que hacer.

Por eso, en este año en que la Iglesia ha dedicado a la FE y que estamos a punto de concluir, posiblemente con más pena que gloria y teniendo presente las últimas declaraciones del Papa Francisco, pidamos al Señor que nos aumente la fe, para:

- tener DECISIÓN, de que el Reino de Dios lo construiremos en la Tierra, si entendemos que se construye desde el servicio a los demás.

- tener CORAJE, de cambiar aquello, que creemos que podemos cambiar.

- tener FUERZA, para comprender las cosas de la vida.

- tener CONVENCIMIENTO, en seguir a Jesús, como CAMINO, VERDAD Y VIDA.

- tener ENTREGA al hombre, al mundo y a la Iglesia.

"Sólo me viene la palabra vergüenza. Es una vergüenza". Con estas palabras el Papa Francisco resumen el sentir de buena parte de la comunidad internacional después del naufragio registrado cerca de la isla de Lampedusa en el que han fallecido más de un centenar de personas y desaparecido otras 250, tras ver cómo una veintena de barcos observaban el incendio de la embarcación sin avisar a las autoridades. 

 Recordando con nuestro estilo de vida de que si no estamos al servicio de los demás, no ha entendido el mensaje de Jesús.

LA FE CONSISTE EN LA FIDELIDAD TOTAL A JESÚS Y A SU MENSAJE.



viernes, 4 de octubre de 2013

"MEJOR UNA IGLESIA ACCIDENTADA QUE ENFERMA" PAPA FRANCISCO.

Hoy día de San Francisco de Asis, quisiera en primer lugar felicitar al Papa Francisco. En segundo lugar me viene a la memoria el papel de San Francisco ante las autoridades eclesiales de su época. Y me viene a la memoria en estos días, cuando el Papa también intenta una renovación de la curia con la designación del G 8.

Recordemos que poco antes de ser convocado el Concilio Vaticano II, los teólogos de la época pensaban unánimemente que, después de la declaración de la infalibilidad del Papa por el Vaticano I en 1870 y del ejercicio del magisterio pontificio, los concilios eran ya  innecesarios. De ahí la sorpresa, entusiasmo y recelos que despertó la convocatoria de Juan XXIII de un "concilio ecuménico", el 25 de enero de 1959, cuatro meses después de ser elegido papa. El papa Roncalli captó inmediatamente las simpatías de todo el mundo por su autenticidad, humor, audacia y sencillez. Sugirió perspectivas nuevas, nunca impuso consignas, respetó la libertad de todos y dijo palabras decisivas en tono coloquial.


El Concilio fue inaugurado el 11 de octubre de 1962 por Juan XXIII, -hace exactamente este año sus cincuenta aniversario-, con un discurso redactado por él mismo, que causó viva impresión. Sus palabras ayudaron a buscar la identidad de la magna convocatoria. No sería una reunión de obispos para condenar errores por medio de anatemas o proclamar afirmaciones dogmáticas sabidas, sino un concilio "eminentemente pastoral" que debía centrarse en la unidad de las Iglesias, la paz del mundo, la Iglesia de los pobres y la renovación de la vida cristiana. Al mismo tiempo denunció Juan XXIII a los "profetas de calamidades, que siempre están anunciando infaustos sucesos".

El acto se retransmitió a todo el mundo por televisión. Acudieron a la cita conciliar 2.540 obispos, mientras que en el Vaticano I hubo 744 y en Trento 258. Los obispos del Vaticano I eran de raza blanca y en su mayoría europeos; en el Vaticano II hubo padres conciliares de todos los continentes y razas. Fueron nombrados peritos del Concilio teólogos hasta entonces sospechosos por su progresismo, a los que se sumaron otros partidarios de la reforma de la Iglesia. El influjo de los expertos fue decisivo. Se usó el latín como idioma del concilio.


No fue fácil para los 700 periodistas de todo el mundo dar cuenta del evento. El Concilio había despertado la atención de la Asamblea del C o n s e j o Ecuménico de las Iglesias, celebrada en Nueva Delhi en 1961, pero apenas interesó en el mundo islámico y en los medios religiosos judíos, al menos en un principio. Hubo observadores ortodoxos, anglicanos y protestantes.


Los meses anteriores a la inauguración del Concilio suscitaron una gran esperanza en el mundo católico y en el mundo cristiano en general. Juan XXIII había manifestado, recién elegido Papa, anhelos de paz, unión y renovación a todos los niveles. Al mismo tiempo había en los sectores progresistas desconfianza, dado el inmovilismo doctrinal reinante. En líneas generales faltó preparación y se advirtió, lógicamente, escasa experiencia conciliar.( Casiano Floristan).


El Concilio Vaticano II, es considerado en todo el mundo católico como el acontecimiento más importante del siglo XX. Transcurrido 50 años de aquel acontecimiento, podemos decir que tenemos la Iglesia que quiso ese Concilio, estamos en esa " primavera eclesial ", de la que se habló con tanto entusiasmo en los años sesenta.

Cierto es que según los grandes teólogos, los concilios , a lo largo de la historia de Iglesia, han tardado, por lo menos, cuarenta o cincuenta años en ser plenamente aceptados y hechos vida en la Iglesia. Este tiempo ha llegado, no solamente cronológicamente, si no físicamente. Y digo físicamente porque en el Papa Francisco, la mayoría de los miembros de la Iglesia, vemos la explosión de esa primavera eclesial que nació hace 50 años. Un Papa, que quiere que el mensaje de la Iglesia interese a la gente de este mundo.

Hasta el presidente estadounidense, Barack Obama, afirmó estar "muy impresionado con los pronunciamientos" del Papa Francisco, por su "humildad", "empatía con los pobres" y por respaldar lo que dice con sus actos. En una entrevista con el canal CNBC, el mandatario estadounidense dijo que esa impresión no se debe "a ningún asunto en particular", sino a que "parece una persona que celebra las enseñanzas de Cristo, de increíble humildad y de sentido de empatía con los pobres". "Creo que primero y sobre todo piensa en acoger a la gente y no en rechazarla, busca lo que es bueno en ellas, en lugar de condenarlas", indicó Obama.


El Papa Francisco va delante, en este proceso de renovación eclesial que se vislumbra, a pasos de gigante a una velocidad que nos cuesta trabajo seguir. No lo dejemos sólo, especialmente aquellos que durante años hemos reclamado nuevos aires. No se trata de una obediencia ciega a la figura papal como ha ocurrido anteriormente por esos grupos que han sido más papistas que el papa. Si ya fueron muchos los que, más o menos abiertamente, criticaron la renuncia de Benedicto XVI por "haberse bajado de la cruz", temen que la apertura que sugiere Bergoglio puede traicionar ciertos principios irrenunciables para ellos.

jueves, 3 de octubre de 2013

LA PRUEBA DECISIVA DE FRANCISCO por HANS KÜNG

El papa Francisco muestra valentía civil. No solo al presentarse sin temor en las favelas de Río de Janeiro. También al abordar un diálogo abierto con críticos no creyentes. Así, recientemente ha escrito una carta abierta en la que responde a uno de los principales intelectuales italianos, Eugenio Scalfari, fundador y durante muchos años director de La Repubblica, el gran periódico romano de izquierda liberal. Y su respuesta no es un sermón doctrinario papal, sino un amistoso intercambio de argumentos entre interlocutores que se tratan al mismo nivel.

Recientemente, en su periódico, Scalfari planteó al Papa 12 preguntas, la cuarta de las cuales me parece muy relevante para saber a dónde se dirige una Iglesia que se abre a las reformas. Jesús dijo: “Dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”. Sin embargo, la Iglesia católica ha sucumbido demasiadas veces a la tentación del poder temporal y, frente a la secularidad, ha reprimido su propia dimensión espiritual. La pregunta de Scalfari era esta: “¿Representa por fin el papa Francisco la primacía de una Iglesia pobre y pastoral sobre una Iglesia institucional y secularizada?”.

Atengámonos a los hechos:

—Desde el principio, Francisco ha renunciado a la pompa papal y ha buscado el contacto espontáneo con el pueblo.

—En sus palabras y gestos no se ha presentado como señor espiritual de señores, sino como el “servidor de los servidores de Dios” (Gregorio Magno).

—Frente a los escándalos financieros y la codicia de los eclesiásticos, ha iniciado reformas decididas del banco vaticano y el Estado papal y ha impulsado una política financiera transparente.

—Ha subrayado la necesidad de reformar la curia y el colegio eclesiástico mediante la convocatoria de una comisión de ocho cardenales procedentes de diversos continentes.

Sin embargo, aún tiene por delante la prueba decisiva de la reforma papal. Es comprensible, y alentador, que para un obispo latinoamericano los pobres de los suburbios de las grandes metrópolis estén en un primer plano. Pero un papa no puede perder de vista la totalidad de la Iglesia, el hecho de que en otros países grupos distintos de personas, que padecen otras formas de pobreza, también anhelen una mejora. Y estamos hablando aquí sobre todo de seres humanos a los que el Papa puede ayudar de forma incluso más directa que a los habitantes de las favelas, sobre quienes tienen responsabilidad en primer término los órganos del Estado y la sociedad en su conjunto.

Ya en los evangelios sinópticos puede reconocerse una extensión del concepto de pobre. En el evangelio de Lucas, por ejemplo, la bienaventuranza de los pobres se refiere evidentemente a las personas realmente pobres, a quienes lo son en sentido material. Sin embargo, en el evangelio de Mateo la bienaventuranza se extiende a los “pobres de espíritu”, a los pobres en un sentido espiritual, a los que, como mendicantes ante Dios, son conscientes de su pobreza espiritual. Por tanto, se refiere, de acuerdo con el sentido del resto de las bienaventuranzas, no solo a los pobres y a los hambrientos, sino también a los que lloran, a los perdedores, a los marginados, a quienes se quedan atrás, a los expulsados, explotados y desesperados. Es decir, tanto a quienes padecen miseria y están perdidos, a quienes se encuentran en extrema necesidad (Lucas) como a los que sufren angustia interior. Es decir, Jesús llama a sí a todos los afligidos y abrumados, también a quienes han sido abrumados con la culpa.

De este modo se multiplica por mucho el número de los pobres a quienes hay que ayudar. Una ayuda que puede venir precisamente del Papa, que por razón de su ministerio está en mejores condiciones de ayudar que otros. Esa ayuda suya, en tanto que representante de la institución de la Iglesia y de la tradición eclesiástica, supone más que meras palabras de consuelo y aliento: quiere decir hechos de piedad y amor. De forma espontánea se me ocurren tres grandes grupos de personas que, dentro de la Iglesia católica, son pobres.

En primer lugar, los divorciados: en muchos países se cuentan por millones, y entre ellos son numerosos los que, al volver a casarse, quedan excluidos para el resto de su vida de los sacramentos de la Iglesia. La mayor movilidad, flexibilidad y liberalidad de las sociedades actuales, así como la esperanza de vida plantean a los miembros de la pareja exigencias más altas en una unión de por vida. Sin duda, el Papa defenderá con énfasis, incluso en estas circunstancias más difíciles, la indisolubilidad del matrimonio. Pero este mandamiento no se puede entender como una condena apodíctica de aquellos que fracasan y a los que no les cabe esperar perdón. También aquí se trata de un mandamiento teleológico, que demanda fidelidad vitalicia, y como tal la viven muchas parejas, pero no puede ser garantizada sin más. Esa piedad que pide el papa Francisco permitiría que quienes se han vuelto a casar tras un divorcio puedan ser readmitidos a los sacramentos cuando los desean de corazón.

En segundo lugar, las mujeres, que debido a la posición eclesiástica respecto a los anticonceptivos, la fecundación artificial y también el aborto son despreciadas por la Iglesia y en no raras ocasiones padecen miseria de espíritu. También hay millones de ellas en esta situación en todo el mundo. Solo una ínfima minoría de católicas secunda la prohibición papal de los métodos anticonceptivos artificiales, y muchas de ellas recurren en buena conciencia a la fecundación artificial. Obviamente, el aborto no puede banalizarse ni implantarse como método de control de natalidad. Pero las mujeres que se deciden a practicarlo por razones serias, muchas veces con grandes conflictos de conciencia, merecen comprensión y piedad.

En tercer lugar, los sacerdotes apartados de su ministerio por razón de su matrimonio: su número, en los distintos continentes, asciende a decenas de miles. Y muchos jóvenes aptos renuncian al sacerdocio a causa de la ley del celibato. No cabe duda de que un celibato libremente elegido por los sacerdotes seguirá teniendo su lugar en la Iglesia católica. Pero una soltería prescrita por el derecho canónico contradice la libertad que otorga el Nuevo Testamento, la tradición eclesiástica ecuménica del primer milenio y los derechos humanos modernos. La derogación del celibato obligatorio sería la medida más eficaz contra la catastrófica carencia de sacerdotes perceptible en todas partes y el colapso de la actividad pastoral que conlleva. Si se mantiene el celibato obligatorio, tampoco puede pensarse en la deseable ordenación sacerdotal de las mujeres.

Todas estas reformas son urgentes y deben ser tratadas en primer término en la comisión cardenalicia. El papa Francisco se enfrenta aquí a decisiones difíciles. Hasta ahora ha demostrado ya una gran sensibilidad y empatía por las necesidades de los seres humanos y manifestado de diversas formas un notable coraje civil. Esas cualidades le facultan para adoptar decisiones necesarias y que marcarán el futuro respecto a estos problemas, en parte pendientes desde hace siglos.

En la extensa entrevista publicada el 20 de septiembre en la revista jesuita La Civiltà Cattolica, el papa Francisco reconoce la importancia de cuestiones como la anticoncepción, la homosexualidad y el aborto. Pero se opone a que tales temas ocupen un lugar demasiado central. Con razón exige un “nuevo equilibrio” entre estas cuestiones morales y los impulsos esenciales del propio evangelio. Pero este equilibrio solo podrá alcanzarse en la medida en que se realicen las reformas una y otra vez aplazadas, para evitar que cuestiones morales que en el fondo son de segundo nivel priven de “frescura y atractivo” al anuncio del evangelio. Esa podría ser la gran prueba decisiva del papa Francisco.

Hans Küng, ciudadano suizo, es profesor emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga. Es presidente de honor de la fundación Weltethos (www.weltethos.org) y autor, entre otros, del libro ¿Tiene salvación la Iglesia?(Trotta, 2013).
Traducción de Jesús Alborés Rey