El pasado domingo, 1 de
septiembre, el PAPA FRANCISCO, en el ÁNGELUS, desde la Plaza de San Pedro, hizo
un firme llamamiento en favor de la paz y convocó a todos las personas de buena
voluntad, creyentes o no, a celebrar el sábado 7 de setiembre una jornada por
la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero, con ayuno y palabras de
paz de la manera que parezca más oportuno en cada sitio o comunidad..
EL GRITO DE LA PAZ. Por el Papa Francisco
Queridos hermanos y
hermanas: Buenos días.
Hoy, queridos hermanos y
hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se
levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada
corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz! Es el
grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y
mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y
conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz
es un don demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado.
Vivo con particular
sufrimiento y preocupación las numerosas situaciones de conflicto que hay en
nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por
lo que está sucediendo en Siria y angustiado por la dramática evolución que se
está produciendo.
Hago un fuerte llamamiento a
la paz, un llamamiento que nace de lo más profundo de mí mismo. ¡Cuánto
sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y ocasiona el uso
de las armas en este atormentado país, especialmente entre la población civil
inerme! Pensemos: cuántos niños no podrán ver la luz del futuro. Condeno con
especial firmeza el uso de las armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas
en la mente y en el corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un
juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones, del
que no se puede escapar. El uso de la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra
llama a la guerra, la violencia llama a la violencia!
Con todas mis fuerzas, pido
a las partes en conflicto que escuchen la voz de su conciencia, que no se
cierren en sus propios intereses, sino que vean al otro como a un hermano y que
emprendan con valentía y decisión el camino del encuentro y de la negociación,
superando la ciega confrontación. Con la misma fuerza, exhorto también a la
Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo posible para promover, sin más
dilación, iniciativas claras a favor de la paz en aquella nación, basadas en el
diálogo y la negociación, por el bien de toda la población de Siria.
Que no se ahorre ningún
esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a las víctimas de este terrible
conflicto, en particular a los desplazados en el país y a los numerosos
refugiados en los países vecinos. Que los trabajadores humanitarios, dedicados
a aliviar los sufrimientos de la población, tengan asegurada la posibilidad de
prestar la ayuda necesaria.
¿Qué podemos hacer nosotros
por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la
tarea de establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la
justicia y en el amor (cf. Pacem in terris[11 abril 1963]: AAS 55 [1963],
301-302).
¡Que una cadena de
compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! Es
una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia Católica, pero que
hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones, a los hombres y
mujeres de las diversas religiones y también a aquellos hermanos y hermanas no
creyentes: la paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de
toda la humanidad.
Lo repito alto y fuerte: no
es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye
la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del
encuentro, la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz.
Que el grito de la paz se
alce con fuerza para que llegue al corazón de todos y todos depongan las armas
y se dejen guiar por el deseo de paz.
Por esto, hermanos y
hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7 de septiembre,
víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de
oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero, y también
invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que consideren más oportuno, a
los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y
a los hombres de buena voluntad.
El 7 de septiembre en la
Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19.00 a las 24.00 horas, nos reuniremos en
oración y en espíritu de penitencia para implorar de Dios este gran don para la
amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en
el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de oír palabras
de esperanza y de paz. Pido a todas las Iglesias particulares que, además de
vivir esta jornada de ayuno, organicen algún acto litúrgico por esta intención.
Pidamos a María que nos
ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del
diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre. Que Ella nos ayude a
encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar
este difícil momento y a comprometernos, todos los días y en todos los
ambientes, en la construcción de una auténtica cultura del encuentro y de la
paz. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.
Papa Francisco
No hay comentarios:
Publicar un comentario