Hoy primer día del Mes de
Mayo, se celebra el DÍA DEL TRABAJO. Mi pensamiento está hoy puesto en esos
6.200.500 personas y desgraciadamente en los que perderán sus puestos de
trabajo antes de que termine este año, según las predicciones económicas,
rozaremos la super-barrera psicológica de los 7 millones de parados.
Este gran problema social y
humano que nos rodea debe de ser para nosotros los cristianos, un hecho de
reflexión desde nuestra fe, y desde un discernimiento de los evangelios, que
nos lleven a una nueva renovación de nuestro compromiso social, en función de
los signos de los tiempos.
Así lo recogía también el
Papa Juan Pablo II, en su Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, en su
apartado El Derecho al Trabajo:
"El trabajo es un
derecho fundamental y un bien para el hombre: un bien útil, digno de él, porque
es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana. La Iglesia enseña el
valor del trabajo no sólo porque es siempre personal, sino también por el
carácter de necesidad. El trabajo es necesario para formar y mantener una
familia, adquirir el derecho a la propiedad y contribuir al bien común de la
familia humana".
"El trabajo es un bien
de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La «
plena ocupación » es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento
económico orientado a la justicia y al bien común. Una sociedad donde el
derecho al trabajo sea anulado o sistemáticamente negado y donde las medidas de
política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles
satisfactorios de ocupación, « no puede conseguir su legitimación ética ni la
justa paz social ».Una función importante y, por ello, una responsabilidad
específica y grave, tienen en este ámbito los « empresarios indirectos »,es
decir aquellos sujetos —personas o instituciones de diverso tipo— que son
capaces de orientar, a nivel nacional o internacional, la política del trabajo
y de la economía.
Esta gran crisis económica
que padecemos desde hace años, no sólo afecta al mundo laboral, si no que como
consecuencia de ello, viene profundizando en desigualdades sociales, que como
siempre sufren los más débiles.
Por eso, este primero de
Mayo, debe de ser para nosotros un tiempo de acción evangelizadora y de
compromiso transformador. Los valores cristianos deben de ser en una sociedad
laica exigencia de ejemplaridad y servicio a la comunidad.
Más que nunca quizás, los
cristianos católicos debemos de participar con mayor compromiso en la vida
política, al igual que lo hacemos en la vida universitaria, empresarial,
profesional, cultural. Ignorar lo que está pasando en la calle y en las redes
sociales puede ser irresponsable. En España hay una distancia creciente entre
buena parte de la sociedad y sus representantes. Y el resultado se traduce en
desesperanza y desencanto.
Como creyente que se siente
interpelado a evangelizar, a través de su testimonio, creo que, hay motivos
para apostar por una regeneración ética de nuestra sociedad. Y, si esos motivos
existen, los valores que emanan del Evangelio y del Concilio Vaticano II en su
Gaudium Spet, son una alternativa creíble y factible para implicarnos en esa
regeneración ética.
"Los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo, sobre todo de los
pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanza, tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1).
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