El otro día escuchaba al secretario
general y portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino,
señalar que con la LOMCE la asignatura de Religión se convierte en una materia
"seria con la que ganan la sociedad", el Estado Democrático y los alumnos,
porque deja de estar "discriminada" y "fuera del horario
escolar" y por lógicamente será evaluable.
Ante estas palabras,
deberíamos de hacer algo de reflexión. En primer lugar, lo que hace sería a una
asignatura, no es una ley. Son, los
objetivos que se pretenden conseguir con esa asignatura y después algo más
importante el profesor que imparte esa asignatura. Pero, no vamos a entrar hoy,
en este tema del profesor; creo que con esto que digo el buen entendedor, no
necesita más palabras. Y que, conste que esto no sólo lo digo por los
profesores de los colegios públicos, sino también por los de los colegios
religiosos.
Pero la cuestión hoy es
otra, la importancia de la religión en la enseñanza y si debe ser evaluable.
Yo creo, que la presencia de
las ciencias religiosas en los niveles educativos, tanto público, concertado,
como privado forma parte de esa formación integral que vamos buscando de la persona.
Desde que el hombre, tiene conciencia de su existencia, la religión ha formado
parte de su vida. De aquí que, las religiones han sido y son, una de las
fuentes culturales más preciadas de la humanidad y un manantial inagotable de
sabiduría.
En la religiones, están
depositadas algunas de las grandes preguntas antropológicas y cósmicas que el
ser humano se ha hecho desde sus orígenes y se sigue haciendo a pesar de los
grandes avances científicos; preguntas sobre el sentido o sin-sentido de la
vida, sobre el origen y el futuro del universo, sobre el bien y mal. En ellas
se encuentran y de ellas han salido, a su vez, otros tantos intentos de
respuesta, que han contribuido al desarrollo del pensamiento en sus diferentes
modalidades: ético, filosófico, científico, mítico, simbólico, etc.
Estos pensamientos y
fenómenos religiosos, y los saberes asociados a él, como todos sabemos, siempre
han estado (y sigue estando) presente en todas las sociedades, siendo por
tanto, objeto de estudio a lo largo de la historia en la enseñanza
universitaria desde no pocos puntos de vista: la historia, la política, la
sociología, el arte, la psicología y tantos otros saberes que quedan
inevitablemente incompletos si de ellos arrancamos la dimensión religiosa que
siempre, de una forma o de otra, ha estado presente en la experiencia humana y
en la convivencia social.
Cuando intentamos explicar
esos conocimientos relacionados con la religión, con aquello que es el centro mismo de la
religión y de la experiencia religiosa: Dios, la fe en Dios, la experiencia de
Dios, la creencia religiosa como tal, estamos descubriendo lo que es la
Teología; porque eso, y no otra cosa, es la teología en sentido propio, la
Ciencia que trata sobre Dios y sobre el conocimiento que el hombre tiene de Él,
mediante la fe o la razón, como así queda recogido, en el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española (RAE), que define la Teología, como: “Ciencia
que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones”.
Pues bien esto creo yo que
debe ser la base fundamental de la formación religiosa en nuestro sistema
educativo, fuera lógicamente del adoctrinamiento.
La siguiente cuestión es, ¿por
qué evaluemos la asignatura de religión tendrán los alumnos más interés en ella?.
Lógicamente, NO. Al revés, posiblemente lo que conseguiremos es que esos
alumnos, no quieran escuchar hablar nada de la religión, de la Iglesia, de Dios
y ni mucho menos de los curas, monjas y obispos. Qué es lo que pasa en estos
momentos, no en la escuelas públicas, si no especialmente en las escuelas
católicas.
Y, el motivo de todo ello,
que ha sido. Muy fácil, que cuando imponemos una cosa, el ser humano por su
instinto, lo rechaza.
La falta de diálogo de la
religión muchas veces son su entorno social, educativo y científico. Esa falta
de diálogo con el mundo es lo que ha creado, en primer lugar el aislamiento y
la huida de los que parte de una creencia y en segundo lugar la separación, con
las demás materias dentro disciplinares.
Para terminar, si queremos
que la religión ocupe el lugar que se merece dentro del sistema educativo, lo
tendremos que conseguir a través del diálogo social y académico; pero nunca lo conseguiremos
a través de leyes.
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