miércoles, 2 de marzo de 2011

" DESPUES DE DOS MIL AÑOS DE EVANGELIZACIÓN, JESUCRISTO SIGUE MUY POCO CONOCIDO"

El pasado lunes, el recien reelegido ayer presidente de la Conferencia Episcopal Española el Cardenal Rouco Varela en su discurso de apertura, reconoció que, "después de dos mil años de evangelización, la Iglesia se encuentra hoy con que Jesucristo sigue siendo muy poco conocido y muy poco amado". Especialmente en "los países de vieja cristiandad", donde se dan "movimientos de apostasía implícita o explícita". Frente a la "situación de incertidumbre", Rouco Varela promulgó el ejemplo del Evangelio, "una oferta a contracorriente".

Cuando uno piensa un poco detenidamente estas palabras del Cardenal Rouco, se plantea si la cuestión está en el conocimiento de Jesús o en el seguimiento de Jesús.

Lógicamente la pregunta es inminente. ¿ Qué les ha preocupado a lo largo del tiempo a los " hombres de la religión ", que al cabo de dos mil años, llegan a la conclusión de que nos falta el conocimiento de Jesús ?.

La realidad es que la espiritualidad crisitana ha sido pensada y explicada durante mucho tiempo por clérigos en general, creyendo siempre su superioridad sobre los laicos "mundanos". Con lo que se caracterizó más en un sometimiento de la religión, que en un conocimiento de Jesús. Ya que la religión somete a sus fieles mediante la presión sobre la conciencia, manipulando hábilmente los sentimientos de culpa, los miedos al castigo divino y otros oscuros sentimientos. Como se ha dicho muy bien, "la obra maestra del poder conssite en hacerse amar" (P.Legendre).

Pero cuando los laicos "mundanos", deciden profundizar en su fe y empiezan a leer los evangelios y a realizar una exégesis de ellos. Observan que la obra maestra de Jesús consiste en hacernos libres. Y con una libertad al servicio de la misericordia.

Concluyendo, el problema posiblemente del cardenal Rouco, no es que no se conozca, ni se ame a Jesús, sino que posiblemente el problema que tiene es que no se conoce, ni se ama al Jesús que muchas veces los clérigos quieren presentar.

En esta Iglesia de Cristo hay demasiados hombres que no quieren "fracasar", sino "triunfar". Como es lógico, los que queremos ser importantes y triunfar en la vida, jamás lo decimos. Lo que hacemos es convencernos a nosotros mismos de que "subiendo", no a la colina de Jerusalén, sino a la colina del Vaticano, siendo bien vistos por la gente importante, alcanzando títulos y puestos relevantes, desde el poder y la gloria, seremos más útiles al reinado de Dios, al bien de la Iglesia, y a la salvación de las almas (JM Castillo).

Y así, lo que en realidad conseguimos, es que los ingenuos y superficiales nos admiran, al precio de tantas y tantas gente que cada día quieren saber menos de la Iglesia. Personas, que en la misma medida en que se alejan de nosotros, se acercan más a Jesús.

El seguimiento de Jesús, es lo que hoy la sociedad nos demanda a aquellos que nos llamamos sus seguidores.

1 comentario:

  1. A lo largo de estos dos mil años se ha predicado mucha doctrina, mucha mora enrevesada y oscura, mucho dogma, mucho sacramento, mucha oración recitada y cantada, se ha centrado todo en alabar a Dios, sin el eje central de la buena nueva de amar al prójimo e incluso al enemigo. Se ha predicado una moral de "casos de conciencia". En lugar de una exigencia: la del sermón del monte, la de las bienaventuranzas, la de las parábolas, (como la del fariseo y el publicano, sin sacarle todas las consecuencias; o como la del hijo pródigo, sin el descubrimiento del perdón y la misericordia, frente al tribunal de la penitencia y la inquisición; como la del buen samaritano, una denuncia del servicio del templo y de la ley frente al ejercicio de la misericordia).
    La presentación de la iglesia, como templo material y como suministradora de sacramentos, frente a la comunidad que acoge, ama, comparte y perdona...
    En fin, se ha predicado más la omnipotencia de Dios, que la debilidad de Jesús, el hijo. Se ha puesto el centro en amar a Dios, alabar a Dios, agradecer a Dios, como si Dios fuese un ególatra necesitado de nuestras alabanzas y nuestro reconocimiento, en lugar de mirar desde la perspectiva de Dios, mostrada en Jesús para hacer del hombre, del ser humano, el objeto de la salvación, el fin y el sentido de la iglesia, no el propio prestigio de la institución.

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