El evangelio de la liturgia de ayer, nos da pie a nuestra reflexión en el día de hoy.
En este periodo cuaresmal, la reconciliación y el valor del perdón, debe de ocupar también un lugar importante en nuestras meditaciones.
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? ¿hasta siete veces?". Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta stenta veces siete". Y les propuso esta parábola: "Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mi talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo". El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el empleado aquél encontró a uno de sus compañeros que le debía cien mil denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: "Págame lo que me debes". El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo". Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado!Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No deberías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?. Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano".
Siguiendo el estudio y razonamiento que sobre este pasaje hace el gran teólogo José María Castillo en su libro La ética de Jesús.
Con frecuencia se confunde "perdonar" con "olvidar". Pero sabemos que en la vida hay cosas que no se pueden olvidar. Por la sencilla razón de que el olvido no depende de nosotros. Las heridas hondas, que nos hacen, dejan cicatriz, una señal que nunca quizá se nos borra. Sin embargo, el perdón es una decisión que depende del que ha sido ofendido o lesionado en sus derechos o intereses. Perdonar es no querer nada malo para el que me ha dañado. Perdonar es no hacerle nada malo. El perdón es el bien que está por encima del mal.
Con demasiada frecuencia nos ocurre lo que al protagonista de esta parábola: tenemos una facilidad asombrosa para borrar del recuerdo el bien que recibimos. Y tenemos también una inclinación peligrosa (muy peligrosa) para recordar el mal que nos han hecho. Además, el desequilibrio entre estas dos tendencias es tan sobrecogedor como repugnante.
Esto ocurre constantmente. Lo mismo en los individuos, que en los grupos humanos: familias, religiones, instituciones políticas, estamentos sociales, económicos... En todos los ámbitos de la vida. La consecuencia -también aquí y sobre todo aquí- es la violencia. Los sentimientos se convierten en resentimientos, en odios inconfesables, en deseos de venganza, en envidias infantiles. Es la ruptura del tejido social. Y, sobre todo, es la descomposición de nuestra propia humanidad. Lo peor que nos puede ocurrir en la vida.(La ética de Jesús, Jose María Castillo)
miércoles, 30 de marzo de 2011
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