Un año más, estamos preparando la venida del Mesías. Un año más, vamos a celebrar el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Y con la experiencia de haber vivido un año más, nos debemos preguntar: ¿Se mantiene viva nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad?
¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más?
LA VENIDA DE CRISTO, NO ES OTRA QUE NUESTRO COMPORTAMIENTO CRISTIANO EN NUESTRO ENTORNO SOCIAL. EN LA MEDIDA QUE NUESTRA VIDA SE ASEMEJE A LA DE CRISTO, ESTAMOS CELEBRANDO SU VENIDA NUEVAMENTE A ESTE MUNDO.
Cristo vino a instaurar el Reino de Dios en la tierra, no desde los Templos, sino desde los caminos, las calles, las plazas, enseñando la buena noticia del amor de Dios, de la necesidad de Dios en el hombre. Jesús representa a un Dios que acoge a los desgraciados de este mundo y los ayuda e intenta remediar sus males, como nos expone el evangelio de la liturgia de hoy:
En aquel tiempo, Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.»
Los discípulos le preguntaron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?»
Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: «Siete y unos pocos peces.»
Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas.
Nuestra preparación en este adviento debe de ser para comprender, que a Jesús lo primero que le interesa es el bienestar de las personas, la salud, la comida y la relación entre ellos.
Con la multiplicación de los panes y los peces, Jesús nos quiere enseñar, que si somos capaces de poner y compartir todo lo que tenemos, no tendríamos las necesidades que existen en este mundo. Jesús no multiplicó el pan y los peces, ese no fue su milagro. El milagro de Jesús, fue el de enseñar a que todos las personas que fueron a escucharlo, pusieran lo que tenían para compartirlo. Y se dieron cuenta de que después de comer todos, sobró comida.
Llega un tiempo, donde todos parece que nos ponemos algo más sensible con las necesidades del prójimo, y nos acordamos de los que pasan hambre, frio, se encuentran solos. Pero pasadas estas fechas, algo de nuestra sensibilidad vuelve a cambiar.
Por eso debemos de preguntarnos: ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más?.
Preparemos durante estos días, para que el próximo domingo estemos atentos a la llamada a la conversión que Juan nos hará.
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