Evangelio según San Juan 16,
12-15
En aquel tiempo dijo Jesús a
sus discípulos:
- «Muchas cosas me quedan
por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el
Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no
será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque
recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre
es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará».
COMENTARIO.-
Hoy domingo celebramos el
dogma de la Santísima Trinidad. Este dogma quedó fijado en el Iglesia el año
381, en el concilio primero de Constantinopla.
Si realizamos una lectura
profunda de los Evangelios, podremos observar dos cosas. Primera; que en los
evangelios no encontramos una definición de Dios. Solamente en la carta de Juan
se nos dice que Dios es amor. Segunda que Jesús, no se ocupa de ofrecer una
doctrina de Dios, como a lo largo de los tiempos los teólogos han llevado acabo
sobre el misterio de la Trinidad. He de recordar que solo al final de los
evangelios de Marcos 16, 15-16 y Mateo 28, 18-20 se bautiza en el nombre de
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Que quiero decir con esto,
que el contenido del misterio de la Trinidad, tal como quedó definido en los
concilio de Nicea y Constantinopla, no está en el Nuevo Testamento. En él no se
dice que existan tres personas divinas, unidas en un solo Dios.
En el Nuevo Testamento lo
que aprendemos es la fe en Dios como Padre, en Jesús como Hijo, y en el
Espíritu Santo. Lo que nosotros conocemos en los Evangelios es el Dios Padre de
bondad amorosa. Este Padre se ha dado a conocer en un ser humano, Jesús, al que
se le denomina el Hijo. Y finalmente, este Dios actúa en el mundo y en la
historia en la fuerza del Espíritu Santo.
Nosotros en el Espíritu de
Dios y en función de los signos de los tiempos debemos de marcar los caminos
para seguir siendo fieles al Dios Padre de Jesús.
VIVAMOS EL MISTERIO DE DIOS
EN JESÚS. DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.
No quisiera terminar mi
reflexión de hoy, sin dedicar mi último pensamiento a la vida contemplativa.
Hoy también celebraremos, bajo el lema “Contemplad el rostro de la
misericordia”, lo que conocemos como la " Jornada pro Orantibus ",
jornada dedicada a la oración por cuantos en la Iglesia se han consagrado a la
vida contemplativa.
A lo largo de la historia de
la Iglesia, el Pueblo de Dios, ha ido configurando una serie de carismas y
espiritualidades en órdenes religiosas, cuyos miembros han deseado un objetivo
común, dedicar formalmente su vida a Dios. Espiritualidades, que nacieron en
una mentalidad, de un tiempo concreto y que posiblemente hoy en día, muchos no
le encuentran sentido, ni comprenden.
Pero que con su existencia,
nos invitan en primer lugar a reconocer el valor de la oración, que el mismo
Jesús practicaba en las madrugadas o en las noches para ponerse a la escucha de
cuanto le Padre le decía; y en segundo lugar nos invitan a la adoración
eucarística, presencia real de Jesucristo en el sacramento.
Es verdad, que nuestros
conventos están mermados en número y altos en la edad de las personas que los
habitan. Esto nos hace pensar obsesionadamente en su futuro y pedimos a Dios
nuevas vocaciones. Lo cual, me parece correcto. Pero creo, que también debemos
aprovechar esta jornada para dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, y hacer
una lectura más profética de nuestro horizonte y preguntarnos:
- ¿ Qué caminos está
tratando de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas en esta
sociedad ?
- ¿ Qué llamadas está
haciendo Dios a la Iglesia de hoy para transformar nuestra manera tradicional
de pensar, vivir, celebrar y comunicar la fe, de modo que propiciemos su acción
en la sociedad moderna ?
Mientras el Espíritu nos
ilumina, hermanos nuestros han decidido dedicar su vida a la contemplación.
Forman parte del Pueblo de Dios y por lo tanto es justo, que nosotros
dediquemos el domingo además de comprender el Misterio de la Trinidad a orar en
favor de ellos, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud. Además de
aprovechar el Domingo para visitar algún convento de clausura.
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