El Papa Francisco afirmó hoy que creará una comisión de estudio para analizar la posibilidad de permitir a las mujeres ejercer el servicio del diaconado en la Iglesia católica, actualmente reservado de manera exclusiva a hombres.
Esto durante un encuentro
-en el Aula Pablo VI del Vaticano- con unas 900 líderes de congregaciones
religiosas femeninas del mundo, asistentes a la asamblea trienal de la Unión
Internacional de Superioras Generales (UISG).
Actualmente la Iglesia
católica reserva el diaconado exclusivamente a los hombres. Los seminaristas
son ordenados "diáconos temporales" un tiempo antes de recibir la
ordenación sacerdotal.
Pero no sólo pueden ser
diáconos quienes serán presbíteros, también existe una categoría distinta de
"diáconos permanentes" que incluso pueden ser casados. Estos son
considerados el "grado inferior de la jerarquía eclesiástica".
Entre las funciones
permitidas a los diáconos destacan la proclamación del evangelio, la
predicación y la asistencia en el altar, la administración del sacramento del
bautismo y el presidir matrimonios, dar bendiciones. Ellos no pueden celebrar
misa ni confesar o dar la unción de los enfermos.
La discusión sobre el
diaconado femenino no es nueva. Durante la pasada asamblea del Sínodo de los
Obispos, que tuvo lugar en el Vaticano en octubre de 2015, el arzobispo
canadiense Paul-André Durocher avanzó el tema.
Verdaderamente escuchamos el
Espíritu de Dios.
Digo esto, porque, desde
cuando nos estamos lamentado de la escasez de vocaciones sacerdotales.
Hemos pensado, cuantos
pueblos, cuantas personas, hemos dejado abandonadas sin que le llegue la
palabra de Jesús y de la experiencia del Dios de Jesús. ¡ Si !, la hemos dejado
abandonadas por la sencilla razón, de no abrir la mano a nuevos ministerios y
carismas en la Iglesia. Ahora, cuando nos vemos con el gran pecado, que hemos
cometido, por nuestros intereses jerárquicos eclesiales, abrimos y extendemos
las manos con nuevas formas.
¿Cuánto tiempo hemos perdido?
Me explico, en el primer
milenio de la Iglesia la vocación se entendía como una llamada de la comunidad.
Es decir, la comunidad elegía a una persona de ella, a la cual consideraba idónea
para el ministerio. Aquí la única objeción, era que no quisiera ser ministro
por que no se veía con cualidades. ¡Claro!, ¿dónde está el problema hoy en día?.
Está en que entendemos la vocación, solamente como una llamada de Dios y no
como una llamada también de la comunidad.
Y para comprender un poco lo
que quiero decir, traigo aquí una breve historia que ocurría en una parroquia.
Hace algunos años, durante
la celebración de la Misa, un sacerdote estaba usando el rito penitencial para
bendecir a la asamblea con agua bendita. Apenas comenzaba el rito cuando el
sacerdote se dio cuenta que el sacramentario (el libro que se usa para las
oraciones durante la liturgia, hoy conocido como el Nuevo Misal Romano), se
había quedado en la sacristía. Sin decir una sola palabra, el sacerdote
inmediatamente se fue a traer el libro de la sacristía.
Mientras tanto el pequeño
monaguillo sin saber que era lo que le había sucedido al Sacerdote, tomó el
recipiente con el agua bendita y se fue caminando por la nave central de la
iglesia ¡bendiciendo y rociando a la asamblea con el agua bendita! La gente se
sonreía y se persignaba y se consideraban bendecidos. Tal fue así que, cuando
regresó el sacerdote, se rio y dijo: “Yo no pudiera haberlo hecho mejor”, y
continuó con la celebración de la Misa, considerando también por digna y buena
la bendición realizada por el monaguillo.
En esta historia de la vida
real, nos damos cuenta de cómo un pequeño monaguillo vio la necesidad y se
sintió llamado a responder y hacer algo al respecto. El niño había visto este
rito litúrgico antes –aquel que nos recuerda nuestro bautismo – y estaba
preparado para ser partícipe. En definitiva, en la Iglesia faltan sacerdotes o
vocaciones ministeriales, porque las autoridades de la Iglesia han puesto unas
condiciones que no permiten otra cosa, pues Jesús no impuso tantas condiciones,
solamente le pidió a los discípulos que le siguieran. Tenemos lo que la Iglesia
jerarca ha optado que tengamos.
No se trata de modernizarse,
sino de actualizarse. Por eso, este día deberíamos dedicarlo a renovar el
concepto primero de vocación y en segundo lugar dejarnos iluminar por el
Espíritu Santo, para encontrar los caminos propios de los ministerios en la
Iglesia de hoy.
- ¿Qué caminos está tratando
de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas en esta sociedad?
- En función de estos
caminos, ¿Qué vocaciones debemos abrir y fomentar?
- En este AÑO DE LA
MISERICORDIA ¿ Qué llamadas está haciendo Dios a la Iglesia de hoy para
transformar nuestra manera tradicional de pensar, vivir, celebrar y comunicar
la fe, de modo que propiciemos su acción en la sociedad moderna ?.
Yo creo que, nuestra tarea
no es ser fieles a una figura de Iglesia y a un estilo de cristianismo
desarrollados en otros tiempos y para otra cultura. Lo que nos ha de preocupar
es hacer posible hoy el nacimiento humilde de una Iglesia, capaz de actualizar
en la sociedad moderna el espíritu y el proyecto de Jesús, como luz del mundo.
Por eso, pienso que se debería
reflexionar seriamente sobre la posibilidad de permitir el diaconado femenino,
porque abriría el camino a mayores oportunidades para las mujeres en la vida de
la Iglesia.
Ahora bien, lo que no
debemos de olvidar, es que de esta forma o de otra forma, la misión nuestra
como testigos de Jesucristo, es la de continuar lo que él inició, CONSTRUIR EL
REINO DE DIOS EN LA TIERRA.
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