Santidad
La verdad es que, he tardado
varios días en escribirle desde que conocí su nombramiento como Papa de nuestra
Iglesia. En primer lugar, porque me resulta extraño llamar a un Papa “Francisco”
y más desde una tierra donde nosotros llamamos a los “Franciscos”, “Paco” y “Curro”.
Pues la verdad sea dicha que, todos estábamos acostumbrados a otros nombres
papales. Pero siendo sincero, nombre que me ha gustado, porque rompe la rutina
y dice mucho en la historia de la Iglesia. También, estaba esperando a que Ud.,
nos dijera si ha elegido el nombre por San Francisco de Asís o San Francisco
Javier, pues para mí, eso tiene una gran importancia, como ya le contare más adelante.
Cuestión que, hoy ha quedado solventada en el encuentro que Ud., ha tenido con
los periodistas que ha llevado la información del conclave.
También he querido dejar
pasar unos días, para reposar un poco la euforia que nos supone a todos los
católicos, el nombramiento de un nuevo Papa y para ver sus distintos discursos
en estos días.
Santidad, es demasiado
pronto para poder dar una respuesta segura a la pregunta que todos nos estamos haciendo
y que muchos de mis conocidos me han preguntado ¿será Ud. la solución que necesita la Iglesia
en este momento?.
Quiero decir, que
indiscutiblemente su presencia ante los ojos de todos los creyentes y no
creyentes es de una persona sencilla, humilde, cercana, respetuosa y
profundamente convencida del amor de Dios a la humanidad. Naturalidad que, se
ve continuamente con su gran soltura fuera del protocolo vaticano. Esta forma
de actuar de Ud., nos gusta, pues la verdad, estamos llenos de grandes teorías
y palabras que tienen cada vez menos
fuerza para modificar la conductas de la personas y estamos faltos quizás de
esos gestos que Ud., nos está dejando en estos días.
Pero también Santidad,
esperaba ya en estos días algunas palabras que nos despejara un poco la gran
inquietud de cambio que muchos esperamos en nuestra querida Iglesia. Y le digo
esto, porque no he escuchado ningunas palabras que nos permitan ver si vamos a
revivir el Concilio Vaticano II. Y le digo esto, porque el Concilio introdujo
cambios profundos en cuestiones muy determinantes de la teología. Pero también
es cierto que dejó prácticamente intacta la organización eclesiástica, como
hemos podido ver a lo largo de estos cincuenta años. Y es que, cuando se trata
de renovar una institución, no se trata de modificar determinadas ideas o
ciertas teorías sino se trata de modificar su organización, de manera que quede
muy clara su forma y estilo de gestionar el poder. No sé, si es por aquí
también que eligió a San Francisco de Asís. Ya que, Francisco de Asís, supo enfrentarse
ante el poder más grande que los Papas han tenido en la historia de la Iglesia
y de la humanidad en la figura de Inocencio III.
Estamos muy lejos de aquella
“primavera eclesial” de la que se habló con tanto entusiasmo en los años
sesenta. De aquel acontecimiento, no sólo religioso sino cultural, social,
político, que despertó en todos los sectores sociales ilusión.
Cierto es que según los
grandes teólogos, los concilios , a lo largo de la historia de Iglesia, han
tardado, por lo menos, cuarenta o cincuenta años en ser plenamente aceptados y
hechos vida en la Iglesia. Este tiempo ha llegado, no solamente cronológicamente,
si no físicamente. Y digo físicamente porque en Ud., creo que la mayoría de los
miembros de la Iglesia, esperamos un Papa que, debe ser la explosión de esa
primavera eclesial que nació hace 50 años. Un Papa, que sepa desarrollar y
actualizar ese Concilio Vaticano II, si quiere que el mensaje de la Iglesia
interese a la gente de este mundo. Si quiere que, la Iglesia encuentre su sitio
en esta cultura y en esta sociedad. Ya que, debemos de reconocer que,
últimamente su mensaje interesa cada vez a menos, a las gentes de este
mundo.
Un Papa que sepa resolver
las cuestiones más urgentes que se presenta en la Iglesia actual. Especialmente
el desarrollo de lo que en el Concilio hemos conocido como la “Eclesiología de
comunión”. Temas como el papel de la mujer en la Iglesia, la participación de los
seglares en algunas cuestiones como la responsabilidad ministerial, la práctica
de los sacramentos y la esperanza ecuménica. Pero también en este mundo
globalizado no solamente de ideas, sino de bienes, la Iglesia tiene que ser la
voz de los últimos, de los que están sufriendo injustamente esta brutal crisis
económica, la voz de la esperanza, de los pobres que Ud., han nombrado.
Santidad, el comienzo de su
pontificado podemos decir que comienza con la Pascua de Resurrección que,
celebraremos dentro de un par de semana. Una nueva Pascua, un nuevo paso de la
muerte a la vida. Como diría Jon Sobrino, otra Iglesia es posible, otra Iglesia
es necesaria.
En este año de Fe, Santidad ayúdenos
y guíenos para seguir madurando junto a Ud.
Desde este rincón de mi
clausura, le deseo que Dios le acompañe en su gran ministerio y sepa tenernos a
todos en la unidad de Cristo, no desde la uniformidad, sino desde la comunidad
de la pluralidad.
Saludos.
El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón ( Gaudium et Spes, 1 ).
El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón ( Gaudium et Spes, 1 ).
No hay comentarios:
Publicar un comentario