Al hilo del comentario del
pasado viernes, de porque la Iglesia interesa tan poco hoy, a las personas que
nos rodean, recuerdo uno de los comentarios de mi amigo, profesor D. Francisco
López de Ahumada, que me decía: "Rafa, es muy necesario clarificar que evangelizar
no es dar doctrina".
Y, cuanto razón, lleva D.
Francisco. Posiblemente, todos los que formamos parte de la Iglesia, hemos
utilizado más el catecismo, que el evangelio. Por lo que, lógicamente hemos
aprendido más las leyes de lo que está bien y mal doctrinalmente, que lo que
Jesús nos ha querido transmitir en los evangelios.
Efectivamente, evangelizar
no es dar doctrina, sino mostrar la compasión, la comprensión; la relectura de
los acontecimiento a la luz del evangelio y mantenerse abierto a los signos de
los tiempos que no son un enemigo a combatir sino la expresión de un reto a
superar, por el camino del diálogo abierto y de puertas abiertas al pensamiento
diferente. No se puede vivir ya desde la concepción del pensamiento único en la
iglesia, pensamiento con que hoy también se nos trata de manejar desde la
sociedad civil.
La falta posiblemente de esa
comprensión y compasión es lo que ha hecho que las personas se retiren de la
Iglesia; porque en su lugar hemos puesto grandes piedras pesadas, algunas
difíciles de soportar.
Jesús recuerda a los
juristas en el evangelio de Lucas: "os habéis quedado con la llave del
saber".
El control creciente y
abrumador que el Magisterio eclesiástico ejerce sobre el saber de las cosas de
Dios, de Jesús, del Evangelio..., lo único que consigue es " cerrar el
paso a los que intentan entrar ". La " gente sencilla "
sintoniza con el Evangelio mejor que los " sabios y entendidos " ( Mt
11, 25 s par ). Pero el hecho es que en las iglesias y en las misas hablan los
" sabios y entendidos ", mientras que a las " gente sencilla
" se le obliga a estar callada.( Castillo).
Deberíamos buscar caminos y
medios para que, en la Iglesia, tome la palabra la " gente sencilla
", los que saben de " estas cosas ", como dice Jesús.
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