miércoles, 30 de abril de 2014

¿CUAL ES EL PRECIO PARA SER CANONIZADO?

El pasado domingo 27 de Abril, se llevó a cabo en la Ciudad del Vaticano la canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II.

Canonizar a una persona,  no significa decir que jamás pecó o nunca hizo nada malo, sino que su ejemplo y estilo de vida es válido para los que formamos parte de la Iglesia Católica.

Desde este pensamiento, observo como la Iglesia continúa enseñándonos a todos como a través de una vida sencilla de nosotros en el mundo que nos rodea también podemos ser santos. A la vez, que nos recuerda también, que estas beatificaciones y canonizaciones pueden llevar a una imagen de mayor compromiso social de todos los que formamos parte de ella, a través de sus santificados.

Mi reflexión de hoy, no va encaminada a dudar por ningún momento de las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II, ni mucho menos a sus pontificados, que como cualquier obra humana están llenos de luces y sombras.

Lo que si me llama a mí la atención, son los criterios que se utilizan en el seno de la Iglesia para analizar las causas de los santos.

Y digo,  todo esto, porque el pasado 24 de Marzo, se cumplió 34 años que el arzobispo de San Salvador, Mons. Oscar A. Romero, fue asesinado, mientras celebraba la eucaristía en la capilla del hospital para enfermos terminales donde él mismo vivía. Un tirador profesional le puso la bala mortal en el corazón. Su cuerpo ensangrentado cayó sobre el altar en el momento del ofertorio. A Mons. Romero no lo mataron por comunista. Ni por meterse en política. A Mons. Romero lo mataron porque se puso de parte de un pueblo machacado por la ambición de 12 familias, que eran los dueños de todo aquel país, El Salvador.

Han pasado 34 años. En estos años, han subido a los altares cientos y cientos de santos y beatos. El arzobispo Romero sigue esperando en la cripta de la catedral de San Salvador, que en Roma se acuerden de él, por lo menos para hacerlo beato. Esto da que pensar ¿No?.

Yo creo, que lo más importante, en todos estos procesos de beatificaciones y canonizaciones, no es que Roma beatifique o canonice, a una persona. Lo importante es que los que formamos parte de esa comunidad eclesial, reconozcamos a esa persona por su estilo de vida y seguimiento de Jesús. Por eso mismo, lo importante en Mons Romero, no es que Roma lo reconozca, ni mucho menos, que sus ex-compañeros en el episcopado lo propongan. Lo importante es que todos aprendamos lo que representa y exige la libertad al servicio de la misericordia. Este es el precio de la santidad.

Pero no importa que a Mons Romero no lo suban a los altares, porque sus pobres de su pueblo, de su comunidad, lo han subido al altar de su corazón.


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