Como el herrero que calienta
al rojo el hierro antes de empezar a darle forma, el Papa Francisco ha dedicado
cuatro meses a preparar el cambio en el Vaticano, empezando por un cambio de
actitud, para pasar después a un cambio de personas y, en una tercera fase, a
un cambio de estructuras.
Una y otra vez da señales de
libertad: al escoger su residencia, al simplificar las ceremonias, al dar su
«luz verde» a la canonización de Juan XXIII dispensando del requisito de un
segundo milagro, al organizar un viaje relámpago a la isla de
Lampedusa para rezar por los inmigrantes que mueren en el intento de cruzar el
Mediterráneo y visitar a los internados en centros de acogida, etc.
El sábado, en su última misa
de las siete de la mañana en la Casa Santa Marta –antes de suspender esos
encuentros por dos meses-, el Santo Padre fue rotundo: «En la vida de la
Iglesia hay estructuras antiguas, caducas. ¡Es necesario renovarlas!».
La renovación forma parte de
la esencia de la iglesia, comenzando con la de cada persona al recibir el
bautismo: «Es una primera renovación de las estructuras. La Iglesia siempre ha
ido adelante así, dejando que el Espíritu Santo renueve las estructuras de la
Iglesia. ¡No hay que tener miedo a eso!».
Entre los fieles se contaba
un buen grupo de reclutas de la Guardia Suiza, en general poco dados a la
innovación y la espontaneidad, que le miraban asombrados.
El Papa subrayó que la
Iglesia ha estado renovándose «desde el primer debate teológico sobre si para
ser cristiano había que adoptar todas las costumbres judías o no. ¡Y dijeron
que no! Los gentiles pueden entrar como lo que son, gentiles».
El peso de la rutina, el
formalismo y la burocracia se notan demasiado en el Vaticano. Por eso el Papa
invito a pedir a la Virgen «la gracia de no tener miedo a la renovación que
realiza el Espíritu Santo, de no tener miedo a dejar caer las estructuras
caducas, que nos aprisionan».
Como siempre, el Santo Padre
ponía en primer lugar la renovación de las personas, insistiendo en que nadie
puede decir «yo soy un buen cristiano. Todos los domingos voy a misa desde las
11 al mediodía. Y hago esto y lo otro…como si fuese una colección. La vida
cristiana no es un collage, es una totalidad armoniosa y la crea el Espíritu
Santo».
Con mucha frecuencia
Francisco habla de coherencia, de unidad de vida entre la fe cristiana que se
profesa y el modo en que se actúa en el trabajo, la familia y la sociedad. El
sábado insistió en que la fe, el encuentro con Jesús, «renueva nuestro corazón
y nos lleva a un estilo de vida diferente, que domina la totalidad de nuestra
vida. No se puede ser cristiano a trozos, cristiano part-time. ¡El cristiano
part-time no sirve! Hay que serlo a tiempo pleno».
Sus palabras ponían el
colofón a tres meses de homilías tempraneras y breves en las que ha hablado a
más de un millar de empleados del Vaticano, y saludado a cada uno de ellos al
terminar la misa.
Celebramos este año el cincuentenario del Concilio Vaticano II, son estos gestos de su verdadera implantación. Desde luego es verdad, que el Espíritu actúa en su momento, de aquí que nunca es tarde si la dicha es buena.
Nos vienen tiempos grandes en la Iglesia, tengamos nuestro corazón y nuestra mente abiertos a esos cambios.
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