El otro día, utilizábamos la parábola de la cizaña, para ver la actualidad que el Evangelio tiene. Posiblemente algunos, al leerla tuviera la sensación de no entenderla. Lo mismo le ocurrió a los apóstoles según nos recuerda el evangelio de la liturgia de hoy.
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: " Acláranos la parábola de la cizaña en el campo ". Él les contestó: " El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembre es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga ".
Vivimos en una sociedad cargada de nuevas formas de ver la vida, de nuevas costumbres y mentalidades, de nuevas creencias religiosas. Circunstancias, que indiscutiblemente con el paso de los tiempos irán influenciando en nuestra forma de pensar. Por eso, una cosa es lógica y evidente, que tenemos que ir acostumbrándonos, a saber convivir con todas clases de gentes, de mentalidades, de creencias, de usos y costumbres. Y esto, nos debe de llevar a respetar a todos, a no juzgar y despreciar a nadie. Nosotros no debemos hacer divisiones, ni establecer premios y condenas entre buenos y malos, eso corresponde exclusivamente a Dios.
Y esto es muy frecuente entre los que formamos parte de una misma creencia religiosa. Estableciendo líneas de cortes entre progresistas y conservadores. Existiendo normalmente por alguna parte, a veces un establecimiento de juicio, condena y desprecio hacia la otra, creyendo que uno es el trigo y el otro es la cizaña. No debemos olvidar, que muchas normas y costumbres fueron fijadas por las formas de pensar de una época. Esas personas, posiblemente actuarían de otra forma en está sociedad, que nos ha tocado vivir a nosotros. Con esto no digo de que se trate de renunciar cada uno a sus convicciones. Sino que aprendiendo de Jesús, la primera convicción que debemos de tener en cuenta es la del respeto y la tolerancia, que nos permitirán unirnos más a todos y por lo tanto unirnos más a Dios.
Todos debemos de tener un sólo camino, el de Jesús en la construcción del Reino de Dios.
martes, 27 de julio de 2010
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