Durante la celebración de la
tradicional misa del miércoles de ceniza, teniendo como marco una basílica de
San Pedro completamente abarrotada, Benedicto XVI, que el 28 de febrero
renunciará a su ministerio pontificio, denunció sorpresivamente la “hipocresía
religiosa, el comportamiento de quienes buscan el aplauso y la aprobación del
público”.
Durante su homilía de esta
simbólica misa, con la que dio inicio a la Cuaresma, el Papa también enfatizó
que el rostro de la Iglesia aparece en ocasiones “desfigurado” por “los
atentados contra la unidad de la Iglesia y las divisiones en el cuerpo
eclesial” . Y en razón de lo anterior invitó a los fieles católicos a superar
“individualismos y rivalidades”, lo cual puede ser un “signo humilde y precioso
para aquellos lejos de la fe o indiferentes”. Al término de la liturgia, unas
ocho mil personas le tributaron un largo aplauso. “Gracias, pero ahora
regresemos a las plegarias”, les dijo el Pontífice, emocionado, antes de
impartir su bendición.
Lógicamente, a estas
manifestaciones, son muchos los que creen que en esto puede estar el cisma de
la Iglesia en nuestra era. Porque, la verdad sea dicha, este es el ambiente que
se vive cada vez más, en nuestra Iglesia. Motivado posiblemente, en la
creencia, de que la Iglesia sacramentalista de tiempos pasados ha dado más
feligresía, que las posturas de la Iglesia del Concilio Vaticano II.
Pero a todo esto, tengo que
añadir que, -uno que comulga con “conservadores“ y “progresistas“-, si existe
un problema, es más a veces, por la parte “conservadora“, que por la
“progresista“. Y esto, es debido desde mi punto de vista a que los
“conservadores“ suelen ser muy dogmáticos. Y el dogmatismo, como es bien
sabido, ciega la luz del Evangelio en función de los signos de los tiempos.
Porque, el dogmático auténtico, lo que en realidad hace, es despreciar a todo
el que no piensa como él, y a todo el que, se atreve a decir lo que disiente de
lo que él piensa y habla.
Y el ejemplo más claro lo
tenemos en Jesús. Jesús, no creo un cisma en el judaísmo. Fueron los sumos
sacerdotes, fariseos, los que no escucharon su voz profética, hasta el extremo
que decidieron matarlo. Por eso, Jesús no perteneció al Templo de Jerusalén, porque
en primer lugar, no pertenecía a la clase sacerdotal y, en segundo lugar no fue
una persona dogmática, como los fariseos y los letrados.
En conclusión, el
progresismo de Jesús, no dio lugar al cristianismo, si no la ceguera de los
hombres de la religión judía, sacerdotes, letrados y fariseos, con respecto al
mensaje profético de Jesús, fueron los que hicieron que Jesús fuera perseguido.
Igual, pasa en nuestra
Iglesia, el problema no está en los progresistas, sino en aquellos que quieren
ver la luz del Evangelio, con la mentalidad de tiempos pasados y no en función
de los signos de los tiempos.
Luego el Papa, no teme a un
cisma progresista en la Iglesia, el Papa teme a la curia vaticana conservadora.
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