sábado, 8 de diciembre de 2012

EVANGELIO DOMINGO 9 DE DICIEMBRE DEL 2012. 2º DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO.


Evangelio según San Lucas 3, 1-6.

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»


COMENTARIO.-

No es posible saber si este sincronismo histórico corresponde a la realidad y, por tanto, refleja con precisión las autoridades que gobernaban cuando Juan Bautista empezó su ministerio. La dificultad radica en que no se sabe qué calendario utilizó Lucas para datar el “año quince” del reinado de Tiberio (Castillo). Sea lo que sea de esta cuestión, lo que interesa es que el evangelio dice Lucas quiso fijar el momento en el que la Palabra de Dios se hizo presente en la historia humana, por medio de la predicación de Juan Bautista.

Lo que podemos observar es que, el capítulo 3 del evangelio de Lucas, comienza dejando claro el dominio de los poderosos de la política y de la religión. Sin embargo, la gran novedad del Evangelio es que, a medida que avanza el relato, lo que al Evangelio le interesa es la historia de los que son aplastados y vencidos por el poder.

El siguiente mensaje que el evangelista nos quiere dejar claro en este texto, es que la Palabra de Dios entra en este mundo no a través de los Palacios, ni del Templo de Jerusalén, si no que la Palabra de Dios entrar a formar parte de nuestra historia, desde el desierto. Y lo más importante que, esa palabra no viene de un  sacerdote, sino de un profeta.  Y, sobre todo, que es una Palabra que “allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.

AL EVANGELIO, LO QUE LE INTERESA ES LA HISTORIA DEL DOLOR Y DE LA HUMILLACIÓN DE LOS ÚLTIMOS DE ESTE MUNDO.

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