Hoy 10 de diciembre es el
Día Internacional de Derechos Humanos, que tiene su origen en el año 1950
cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas invitó a todos los Estados y
organizaciones interesadas, a que se dedicara ese día a conmemorar la
aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, suscrita en 1948.
Los antecedentes históricos
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, están en la Revolución
Francesa (1789), es decir en la cultura occidental. Cultural que quieran o no
ha estado influenciada por el cristianismo. Si todo este asunto se piensa
despacio, podremos caer en la cuenta de que, efectivamente, los Derechos
Humanos tienen que ver mucho con los criterios fundamentales que se inspiran en
el Evangelio.
Para comprender mejor lo que
quiero decir, voy a reproducir el siguiente razonamiento del teólogo José María
Castillo. Es importante tener en cuenta que una cosa es la diferencia y otra
cosa es la igualdad. La diferencia es un hecho (todos somos diferentes),
mientras que la igualdad es un derecho. Mucha gente no distingue esto. Y por
eso se crean tantas dudas y confusiones. Además, como somos diferentes, hay
unos que son fuertes y otros que son débiles, unos listos y otros tontos, unos
son cultos y otros incultos, unos están sanos y otros enfermos.... Dado que, en
la vida, hay tantas y tales diferencias, ¿qué hizo Jesús de Nazaret? Se puso de
parte de aquellos que, en cuestión de diferencias, están abajo (pobres,
enfermos, excluidos sociales, niños, mujeres, extranjeros, personas mal vistas
como es el caso de los pecadores y gentes de mala vida). Jesús no insistió en
que los "últimos" tienen que ser los "primeros" para
cambiar la tortilla. Jesús dijo e hizo eso porque él sabía muy bien que la la
igualdad en dignidad y derechos, sólo se puede conseguir sobre la base de
invertir las situaciones establecidas. De no hacerse eso, las diferencias
seguirán siempre creando desigualdades. Es verdad que la Ley y el Derecho, en
teoría, nos igualan a todos. Pero eso vale en teoría. Porque, en la práctica,
el Derecho y las Leyes las hacen los poderosos, los fuertes, los listos, los
ricos... De ahí que mi conclusión es ésta: los Derechos Humanos tuvieron su
inspiración original en el Evangelio; y su aplicación efectiva se conseguirá el
día que el Evangelio (no la Iglesia y sus intereses) sea la convicción
determinante de nuestras vidas.
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