El Evangelio del próximo
domingo, es un maravilloso texto que, nos puede ayudar a reflexionar muy
claramente en el concepto de la FE, dentro de este año que la Iglesia nos llama
a meditar y pensar en la FE.
La figura de Tomás podría
ser la de mucho de nosotros, entre la duda y la fe. Por eso, lo primero que
deberíamos tener claro, es una cosa. Y es que, una cosa es “lo que” se cree; y
otra cosa es “en quién” se cree. Y aunque a simple vista parece lo mismo, pues
no es lo mismo. “Lo que” se cree: se refiere a verdades, dogmas, normas,
mandamientos, ritos, ceremonias… Es, por tanto, un acto intelectual esencialmente.
“En quién” se cree: se refiere a personas. Que quiere decir esto, que tener fe
en alguien, es fiarse de esa persona, es decir, confiar, ser fiel (tener
fidelidad). Claro aquí la fe, ya no es esencialmente un acto intelectual, sino
una experiencia, que nos lleva a tener confianza, a fiarnos y ser fiel.
Lo que, quiero decir con
todo esto, es que, no es lo mismo
relacionarse con “verdades”, que relacionarse con “personas”. A las verdades se
las acepta con la cabeza y la razón. A las personas se las acepta con el
corazón y la vida.
Llevado este razonamiento a
nuestra fe cristiana, debemos de deducir, que antes que la fidelidad a la
“verdades” que enseñó Jesús, está la fidelidad a la vida que llevó Jesús. Es
decir, que nuestra fidelidad, nuestra fe, no nos debe de llevar sólo a lo que
dijo Jesús, sino, antes que eso, a la persona misma de Jesús.
Por todo esto se comprende
que, en los evangelios, la fe se entiende como confianza en Jesús y como
fidelidad hacia Jesús. Pero no sólo del Jesús Resucitado, si no que antes de
nada, del Jesús, que recorrió los caminos y las aldeas de Galilea, y murió
crucificado en Jerusalén. Es decir, que la fe cristiana no puede prescindir de
la vida y de la historia de Jesús.
Así nos los demuestran y,
nos lo resuelven los estudios teológicos.
Estos estudios, nos plantean que el problema que ha presentado la
propagación de la fe cristiana, es que esa fe cristiana fue explicada, primero,
por san Pablo (entre los años 50 al 55). Y mucho más tarde (entre los años 70
al 80) fue explicada por los evangelios. Y aquí, lógicamente empezó el dilema,
ya que Pablo, no conoció al Jesús terreno. Pablo sólo conoció al Cristo
Resucitado. Y, por consiguiente, explicó la fe, no como una experiencia que se
refiere a algo que se vive en esta vida, sino como una experiencia que se
refiere a verdades que trascienden de este mundo y tienen su centro en el otro
mundo. Por eso, cuando Jesús les decía a los enfermos: "Tu fe te ha
salvado", se refería obviamente a que la confianza y la fidelidad, que
aquellas pobres gentes ponían a Jesús, las liberaba de sufrimientos, penas y
otras desgracias de esta vida. Mientras que, cuando Pablo dice "estamos
salvados por la fe", se refiere a la salvación sobrenatural y eterna, algo
que trasciende este mundo. Pero además, la cuestión, se complica cuando caemos
en la cuenta, de que Pablo presenta la fe como fe en Cristo crucificado, que
sufrió y murió por nuestros pecados, y que así, con su pasión y su muerte, se
constituyó en "sacrificio" de "expiación", que aplacó la
ira de Dios contra los pecadores. Hasta el punto de que Pablo llega a decir que
Dios "no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros"
(Rom 8, 32). (JM Castillo).
A nada más que realicemos un
reposado estudio de lo expuesto anteriormente, podemos concluir que, la fe que
resulta de todo esto, es una fe que:
1.- Consiste en aceptar
verdades que no podemos conocer porque no están a nuestro alcance.
2.- Consiste en aceptar a un Dios que necesita
el sufrimiento y la muerte de su propio Hijo, para perdonar a los que le
ofenden.
3.- Consiste, por tanto, en
creer lo que no podemos comprobar, ni demostrar, creer algo increíble, absurdo,
que parece, más una patología mental, que una virtud o excelencia que merezca
recompensa alguna.
Por todo esto, resulta
evidente que, para comprender la fe cristiana, tenemos que empezar por la fe de
Jesús y la fe en Jesús. Ya que de esta manera, es la única de que podamos
conocer al Dios de Jesús, y por lo tanto comprender a Dios.
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