viernes, 6 de julio de 2012

LA VIDA DE JESÚS, FUE LA VIDA DE UN PROFETA.


El Evangelio del próximo domingo, nos invitará a la gran aventura de seguir a Jesús. Por eso, creo que debemos reflexionar un poco sobre la gran misión profética de Jesús, para poder así comprender mejor su vida pública y su contagio a seguirlo.

Lo que en primer lugar debemos dejar muy claro, es que Jesús fue un hombre plenamente religioso, abierto al Espíritu del Padre desde el bautismo, y que desde esa experiencia desarrollo un nuevo concepto de Dios.

Este nuevo concepto de Dios, Jesús lo desarrolla como profeta y no como sacerdote. Ya que Jesús no fue sacerdote. Aunque en la Carta a los Hebreos, se le aplica este título varias veces a Jesús. Exceptuando la carta a los Hebreos, en ningún escrito del N. T. se designa a Jesús como sacerdote. Además, es importante recordar que en los evangelios, lo que se recoge es el convencimiento de que Jesús fue un Profeta.
"¿Quién es éste", se preguntaba la gente, los discípulos, los maestros de la Ley. ¿Quién decís vosotros que soy yo", les pregunta el mismo Jesús a los Doce. La respuesta fue siempre la misma: Jesús era un profeta. Lo decía la gente (Mc 6, 15; 8, 27-28; Lc 7, 39, etc).

Por lo tanto, el proyecto de Jesús no fue un proyecto sacerdotal, asociado al Templo, al altar, al culto litúrgico. El proyecto de Jesús fue un proyecto profético, asociado a la vida, al ser humano. Por eso, en el Evangelio queda patente, una vez más, la antigua y tradicional tensión entre el "sacerdote" y el "profeta".

De aquí, que los evangelistas recojan muy bien como el mensaje de Jesús es acogido en Galilea y como es controversia en Jerusalén. Galilea era una región pobre, de personas humildes y sencillas, alejadas del poder y la religión, que se encontraba en Jerusalén. Es en Jerusalén cuando Jesús, tiene problemas y especialmente con los hombres de la religión. Que podemos deducir de aquí, que el proyecto de Jesús fue mejor acogido en las personas sencillas y humildes, que en las personas acomodadas y poderosas, entre los que se encontraban los sacerdotes.

Dos mil años después, podemos comprobar, que el mensaje de Jesús, es más acogido entre las personas que no tienen nada, de las cuales algunas ni son creyentes, que de las personas que nos encontramos bien acomodadas y en entornos altamente religioso.

Posiblemente debemos pedir a Dios más sacerdotes para su Pueblo, pero también debemos pedir vocaciones proféticas.

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