miércoles, 1 de abril de 2015

REFLEXIONES PARA EL TRIDUO SACRO.

No está de más que en estos días, independientemente de cómo y dónde los vivamos dediquemos algunos minutos al día, para profundizar en el sentido de lo que como cristianos celebramos. Teniendo como base el pasaje evangélico de Juan 18, 1-42 donde nos redacta la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesús, hago unas reflexiones que recorrerán el triduo sacro, esperando que nos ayude a vivir con un sentido cristiano estos días centrales de la liturgia cristiana.

Vivir este triduo sacro es muchos más, o debe ser; muchos más, que recordar el sufrimiento y el dolor de Nuestro Señor Jesucristo, y reunirnos para actos celebrativos y desfiles procesionales.

En estos días debemos de intentar encontrar y descubrir esos sentimientos de Cristo. Encontrar los sentimientos de Cristo, es ver el drama del hombre, que actuando como tal, se rebajó hasta la muerte y muerte de cruz. Tener los mismos sentimientos, es abrazarnos a la cruz de la vida, sabiendo defender el derecho a la vida de todos los seres humanos nacidos y concebidos y no nacidos; es abrazar la cruz que ya hace dos mil años proclamo todos los derechos de la humanidad; abrazar la cruz es defender la dignidad de todos los marginados; abrazar la cruz es defender la justicia, es dar de comer al hambriento y de beber al sediento, de vestir al desnudo y de llevar el consuelo al enfermo, es abrazar la cruz que lleva la felicidad, el amor y la paz que Jesús nos enseñas.

Todo ello, nos debe llevar al Jueves Santo donde celebraremos el día del Amor Fraterno y la institución de la Eucaristía. Como preámbulo a su primera Eucaristía Jesús lavó los pies a sus discípulos, como señal de que la mejor preparación de la Eucaristía es el servicio humilde y el perdón de los hermanos. Jesús explica que la ley del amor es la Eucaristía. Y es, en ella donde Jesús marca los afectos filiales al Padre y a los hermanos. Por eso cada Eucaristía para nosotros debe ser el compromiso de entregar nuestro propio cuerpo y nuestra sangre - nuestra persona y nuestra vida - por los mismos motivos que Él y con la misma fidelidad.

El Viernes Santo, viviremos la muerte de Nuestro Señor en la Cruz; por eso en la liturgia de este día, la realizaremos en la adoración a la cruz. Donde todos seremos llamados a mirarla y adorarla, " MIRAD, MIRAD TODOS EL ARBOL DE LA CRUZ DONDE ESTUVO CLAVADA LA SALVACIÓN DEL MUNDO. VENID ADORARLA ". La cruz nos enseña que Dios es el primero que se ve afectado por el amor en libertad que él mismo nos ha dado. Nos descubre hasta dónde llega el pecado, pero al mismo tiempo nos descubre hasta donde llega el amor. La cruz de Cristo nos enseña que no se trata de cerrar los ojos a la realidad negativa del mundo, sino de transformar la realidad con los ojos bien abiertos. Saber ver hoy la presencia sufriente de Cristo en los enfermos mal atendidos, en los jóvenes desesperados y maltratados por las drogas, en los ancianos ante la soledad, en las familias destrozadas donde los niños viven las mayores consecuencias, los pobres de espíritu y los pobres materiales, que no tienen pan, agua, casa. Estando junto a estas innumerables cruces actuales, es donde el sábado por la noche podremos encontrar al Resucitado en la vigilia pascual.

CRISTO VIVE, CRISTO VIVE. Es el anuncio gozoso de la noche de Pascua: " ¿Por qué buscáis entre los muertos entre los muertos al que vive?". Jesús no es un mero recuerdo histórico, sino es una experiencia de fe. Es decir esta experiencia debe orientar nuestro comportamiento al hombre nuevo, que nace del bautismo, es vivir ahora como Cristo y comprometidos con su evangelio en la construcción del Reino de Dios que Él empezó.

Lo que si es verdad que con este paso de la muerte a la vida, si queremos encontrar a Jesús no lo encontraremos en la tristeza, sino en la felicidad, el gozo y el disfrute de la vida y sobre todo en nuestro paso por esta vida, haciendo el bien a todos, como fue lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo.

Pues bien, que estos días de Semana Santa, acudamos al encuentro con Jesús y con nuestros hermanos en la fe y que estas celebraciones litúrgicas a las cuales debemos asistir, si nos consideramos cristianos comprometidos nos ayuden a renovar nuestra vida para ser constructores de una nueva sociedad marca por la solidaridad, la libertad y el respeto a todos los derechos de los hombres y mujeres.


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