viernes, 3 de octubre de 2014

ANTE EL PRÓXIMO SÍNODO DE LA FAMILIA.

En la víspera del inicio del Sínodo de la Familia que se realizará en el Vaticano del  5 al 19 de octubre sobre el tema “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”., creo que es importante hacer algunas reflexiones.

Esta asamblea sinodal nos indicaba el Papa Francisco en su carta de anuncio de este sínodo.:“está dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la Iglesia y en la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la educación de los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia”.  Como saben, a esta Asamblea sinodal extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que tratará el mismo tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre de 2015, tendrá lugar el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.

Para el desarrollo del trabajo se decidió obtener "aportaciones de las fuentes locales", mediante la distribución del cuestionario  39 preguntas. El análisis de los resultados del cuestionario ha permitido conocer las opiniones de los católicos. Una de las respuestas más llamativas fue que los fieles se resistían a la doctrina de la Iglesia sobre «el control de la natalidad, el divorcio y las nuevas nupcias, la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales o la fecundación in vitro». Otra de las conclusiones fue que los fieles católicos estaban de acuerdo con el papa Bergoglio cuando expresó respecto de los homosexuales: «¿Quién soy para juzgar?», con lo que los católicos encuestados abogaban para que los homosexuales fueran tratados con respeto y delicadeza, evitando «todo signo de discriminación injusta».

Las cuestiones que se plantean, podemos ver y observar, que son principalmente de orden moral más que de vivencia evangélica. Y esto, es claro y evidente del reflejo de pastorales familiares que ha ido más encaminadas al control de la sexualidad y de la vida íntima de la pareja que al fomento del espíritu evangélico en el seno de la familia. Cuestiones morales que a veces han actuado como piedras de molino sobre las parejas y al fin al cabo sobre las familias, ya que en algunas a consecuencias de estas inestabilidades morales se rompía el equilibrio de la convivencia familiar, como así, el equilibrio de los valores evangélicos.

Lógicamente esto quiere decir que los divorciados, que han estado casado canónicamente y que por circunstancias de la vida, han tenido que decir separarse, por el bien de todos los miembros familiares, y que ambos cuidan de los hijos según sus acuerdos, ya no tienen cabida aquí. Las madres solteras, víctimas de la infidelidad de un hombre, o aquellas mujeres llenas de caridad, que han decido recoger a uno de esos miles de niños abandonados, para darle lo mejor de su vida, tampoco tendrían sitio en el modelo de familia. Y como no, los padres solteros, hombres que con sus hijos se ven también abandonados por su mujer y su madre, o el hombre que recoge a un niño llegado de una patera, y que se ofrece generosamente para cuidarlo como padre, tampoco formarían una familia. 

Y, por supuesto, los padres y madres que deciden tener sólo un hijo o, a lo sumo dos, por responsabilidad paternal. Tampoco entran en el concepto de familia tradicional, cuyo fin es La procreación.

Todas estas circunstancias y todas estas personas forman parte nuestra sociedad actual, y como no, de la Iglesia actual.

Por eso, cuando la Iglesia no actúa como madre acogedora, como madre abierta a las circunstancias de las personas y a los signos de los tiempos, viene el rechazo de los hijos a su madre.


Que la familia es una institución a valorar y proteger, esto no tiene discusión ninguna. Porqué está demostrado por la experiencia que cuando en una sociedad, la estabilidad de la institución familiar se deshace, todo el tejido social se descompone. Y cuando este tejido social de un país, un pueblo, se descompone da lugar a conflictos entre los géneros, violencia de de los hombres contra las mujeres; y de éstas contra los hombres. Y, lo que es más preocupante, la violencia contra los hijos, contra los niños, en todas las formas imaginables.  Por eso debemos abordar la pastoral familiar desde los valores y alegría del Evangelio en función de los signos de los tiempos y no desde normas de otros tiempos. Pues, ¿aceptaría Jesús  hoy en día a un divorciado a su mesa?.

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