En la víspera del inicio del
Sínodo de la Familia que se realizará en el Vaticano del 5 al 19 de octubre sobre el tema “Los desafíos
pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”., creo que es
importante hacer algunas reflexiones.
Esta asamblea sinodal nos
indicaba el Papa Francisco en su carta de anuncio de este sínodo.:“está
dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la Iglesia y en
la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la
educación de los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia”.
Como saben, a esta Asamblea sinodal
extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que tratará el
mismo tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre de 2015, tendrá
lugar el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.
Para el desarrollo del
trabajo se decidió obtener "aportaciones de las fuentes locales",
mediante la distribución del cuestionario 39 preguntas. El análisis
de los resultados del cuestionario ha permitido conocer las opiniones de los
católicos. Una de las respuestas más llamativas fue que los fieles se resistían
a la doctrina de la Iglesia sobre «el control de la natalidad, el divorcio y
las nuevas nupcias, la homosexualidad,
las relaciones prematrimoniales o la fecundación in vitro». Otra de las
conclusiones fue que los fieles católicos estaban de acuerdo con el papa
Bergoglio cuando expresó respecto de los homosexuales: «¿Quién soy para
juzgar?», con lo que los católicos encuestados abogaban para que los
homosexuales fueran tratados con respeto y delicadeza, evitando «todo signo de
discriminación injusta».
Las cuestiones que se
plantean, podemos ver y observar, que son principalmente de orden moral más que
de vivencia evangélica. Y esto, es claro y evidente del reflejo de pastorales
familiares que ha ido más encaminadas al control de la sexualidad y de la vida íntima
de la pareja que al fomento del espíritu evangélico en el seno de la familia.
Cuestiones morales que a veces han actuado como piedras de molino sobre las
parejas y al fin al cabo sobre las familias, ya que en algunas a consecuencias
de estas inestabilidades morales se rompía el equilibrio de la convivencia familiar,
como así, el equilibrio de los valores evangélicos.
Lógicamente esto quiere
decir que los divorciados, que han estado casado canónicamente y que por
circunstancias de la vida, han tenido que decir separarse, por el bien de todos
los miembros familiares, y que ambos cuidan de los hijos según sus acuerdos, ya
no tienen cabida aquí. Las madres solteras, víctimas de la infidelidad de un
hombre, o aquellas mujeres llenas de caridad, que han decido recoger a uno de
esos miles de niños abandonados, para darle lo mejor de su vida, tampoco
tendrían sitio en el modelo de familia. Y como no, los padres solteros, hombres
que con sus hijos se ven también abandonados por su mujer y su madre, o el
hombre que recoge a un niño llegado de una patera, y que se ofrece
generosamente para cuidarlo como padre, tampoco formarían una familia.
Y, por supuesto, los padres
y madres que deciden tener sólo un hijo o, a lo sumo dos, por responsabilidad
paternal. Tampoco entran en el concepto de familia tradicional, cuyo fin es La
procreación.
Todas estas circunstancias y
todas estas personas forman parte nuestra sociedad actual, y como no, de la
Iglesia actual.
Por eso, cuando la Iglesia
no actúa como madre acogedora, como madre abierta a las circunstancias de las
personas y a los signos de los tiempos, viene el rechazo de los hijos a su
madre.
Que la familia es una
institución a valorar y proteger, esto no tiene discusión ninguna. Porqué está
demostrado por la experiencia que cuando en una sociedad, la estabilidad de la
institución familiar se deshace, todo el tejido social se descompone. Y cuando
este tejido social de un país, un pueblo, se descompone da lugar a conflictos
entre los géneros, violencia de de los hombres contra las mujeres; y de éstas
contra los hombres. Y, lo que es más preocupante, la violencia contra los
hijos, contra los niños, en todas las formas imaginables. Por eso debemos
abordar la pastoral familiar desde los valores y alegría del Evangelio en función
de los signos de los tiempos y no desde normas de otros tiempos. Pues, ¿aceptaría
Jesús hoy en día a un divorciado a su
mesa?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario