jueves, 14 de agosto de 2014

15 DE AGOSTO. SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA.

Evangelio según San Lucas 1, 39-56.

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
- ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
María dijo:
- Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

COMENTARIO.-

En el ecuador de este mes de agosto celebramos la solemnidad de la Asunción de la Virgen María. María fue llevada al cielo ("asumida, asunta") en cuerpo y alma después de su paso por la tierra. Esta doctrina pertenece a la más antigua Tradición de las Iglesias Católica y Ortodoxa (que hablan de la "dormición de la virgen" o del "Tránsito de María") y fue declarado dogma de fe por el Papa Pio XII el 1 de noviembre de 1950 mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus.

Aunque la fe de los cristianos en la Asunción de María viene de los primeros siglos del cristianismo, la realidad es que tenemos pocos datos sobre María en los evangelios y cartas que componen el Nuevo Testamento, al igual que en los escritos apócrifos que tenemos.

Prescindiendo de cuestiones técnicas del pensamiento metafísico del alma y cuerpo y centrándonos en la festividad y sobre todo en el evangelio que nos presenta la liturgia de hoy. Yo creo que la devoción a la Virgen debe ser central en la vida del cristiano. Pero esa devoción, debe ser rectamente orientada, debe buscar no sólo la " protección " de María, sino antes que eso la " ejemplaridad " de María.

María tiene una gran experiencia de Dios. El Dios de María es, ante todo, un Dios misericordioso, bondadoso, cercano. No es el Dios lejano, terrible, amenazante, que muchos israelitas tenían en sus sentimientos religiosos; y que muchos de nuestros contemporáneos continúan teniendo.

Cuando el Concilio Vaticano II, no sin dificultades, hizo el esfuerzo de situar la figura de María no solamente a la luz del misterio de Cristo, sino también y muy particularmente a la luz del misterio de la Iglesia, no hizo otra cosa que volver a la mejor tradición eclesial, cuando María ocupaba ya en la comunidad creyente " el lugar más alto y a la vez más próximo a nosotros " ( LG 54 ). Por eso, cuando presentamos a María como " prototipo de la Iglesia ", no se hace en un sentido pasivo como el que hace una copia. Sino que se hace con un sentido profundamente activo. Por ello, creo que podríamos hoy preguntarnos:

¿Cuáles podrían ser los rasgos de una Iglesia más mariana en nuestros días?

-       Una Iglesia que fomenta la " ternura maternal " como María. Es decir, una Iglesia de brazos abiertos, que no rechaza a nadie, sino que acoge.

 Una Iglesia que como María proclama la grandeza de Dios y su misericordia.

 Una Iglesia que como María se convierte en signo de esperanza por su capacidad de dar y transmitir la vida.

-            Una Iglesia humilde como María, siempre a la escucha de su Señor.

-       Una Iglesia atenta al sufrimiento de todo ser humano, que sabe, como María olvidarse de sí misma y " marchar de prisa " para estar cerca del que necesita esta ayudado.

-        Una Iglesia del " Magníficat ", que no se complace en los soberbios, potentados y ricos de este mundo, sino que busca pan y dignidad para los pobres y hambrientos de la tierra, sabiendo que Dios está de su parte.


Todo queda recogido cuando María hablo en el Magníficat, "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. "



María cuerpo y alma de la Iglesia.

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