sábado, 10 de octubre de 2015

EL SÍNODO DE LOS OBISPOS, ¿PUEDE ESTAR FERMENTANDO UN CISMA EN LA IGLESIA?

Los pasos aperturistas que el Papa Francisco, está llevando a cabo en el seno de la Iglesia, sobre todo su revolucionaria sencillez y austeridad, además del tono cuasi revolucionario de algunos de sus discursos, empiezan a chirriar en sectores ultras de la Iglesia. Y, la prueba más grande la tenemos el Sínodo de los Obispos que se está celebrando.

Lógicamente, son muchos los que creen que en esto puede estar el fermento de un posible cisma de la Iglesia en nuestra era. Porque, la verdad sea dicha, este es el ambiente que se vive cada vez más, en nuestra Iglesia. Motivado posiblemente, en la creencia, de que la Iglesia sacramentalista de tiempos pasados ha dado más feligresía, que las posturas de la Iglesia del Concilio Vaticano II.

Pero a todo esto, tengo que añadir que, -uno que comulga con “conservadores“ y “progresistas“-, si existe un problema, es más a veces, por la parte “conservadora“, que por la “progresista“. Y esto, es debido desde mi punto de vista a que los “conservadores“ suelen ser muy dogmáticos. Y el dogmatismo, como es bien sabido, ciega la luz del Evangelio en función de los signos de los tiempos. Porque, el dogmático auténtico, lo que en realidad hace, es despreciar a todo el que no piensa como él, y a todo el que, se atreve a decir lo que disiente de lo que él piensa y habla.

Y el ejemplo más claro lo tenemos en Jesús. Jesús, no creo un cisma en el judaísmo. Fueron los sumos sacerdotes, fariseos, los que no escucharon su voz profética, hasta el extremo que decidieron matarlo. Por eso, Jesús no perteneció al Templo de Jerusalén, porque en primer lugar, no pertenecía a la clase sacerdotal y, en segundo lugar no fue una persona dogmática, como los fariseos y los letrados.

En conclusión, el progresismo de Jesús, no dio lugar al cristianismo, si no la ceguera de los hombres de la religión judía, sacerdotes, letrados y fariseos, con respecto al mensaje profético de Jesús, fueron los que hicieron que Jesús fuera perseguido.


Igual, pasa en nuestra Iglesia, el problema no está en los progresistas, sino en aquellos que quieren ver la luz del Evangelio, con la mentalidad de tiempos pasados y no en función de los signos de los tiempos.

Así habla el Papa: “Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”.

El Papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos de “cristianos en guerra contra otros cristianos”. Es un estado de cosas tan contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada urgente: “No a la guerra entre nosotros”.

En definitiva, el problema es que a veces no creemos en "la" Iglesia, sino en "mi" Iglesia. Y a Iglesia es una, es santa, es católica, es universal.

Tenemos que recuperar la fe y la esperanza en la presencia del Espíritu Santo, que es el que lleva el timón de la Iglesia. Dejémosle actuar y obedezcamos su soplo. Entonces no tendremos por qué temer nada.

Lo que sí está también claro es que estamos ante una nueva transformación mundial y la Iglesia si quiere seguir siendo portadora de la Palabra de Dios, tiene que estar también transformándose ella misma, para poder recoger el pulso de la transformación mundial.


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