viernes, 7 de septiembre de 2012

SOMOS SORDO Y MUNDOS A NUESTRA FE

El próximo día 14 de Octubre la Iglesia católica será invitada por Benedicto XVI, a celebrar un año de encuentro con la FE, dentro también del cincuenta aniversario del concilio Vaticano II.


Preparando en estos días, algunos trabajos sobre la fe, me van a servir para la reflexión que suelo hacer los viernes como introducción al evangelio del próximo domingo, que pongo los sábados en el blog.

Cada día que pasa, podemos observar como a nuestro alrededor, tenemos a las personas hecha un lío con esto de la fe. Y como, cada día se hace más difícil la fe. Y, lógicamente el problema viene cuando no sabemos distinguir o tener claro en “lo que se cree” y “en quién se cree”; porque lógicamente no es lo mismo.

“Lo que se cree” es las cuestiones referidas a la religión, dogmas, normas, mandamientos, etc.

“En quien se cree”, se refiere a alguien. En nuestro caso a Jesús y al Dios de Jesús.

Por todo esto se debe de comprender que, los evangelios recojan la fe como la confianza y la fidelidad de los seguidores de Jesús. Recogen, por tanto, la actitud de aquellas personas que veían en la forma de vida de Jesús, la forma de vida que ellos debían de llevar también.

Posiblemente aquí puede que radique, desde mi punto de vista los problemas que las gentes tienen hoy sobre la fe. Y es que, hemos abandonado principalmente las experiencias evangélicas, el estilo de vida que Jesús nos marcó; para dejarnos llevar por los dogmas y nomas religiosas. Consecuencia de todo esto, que nos hemos quedado sordos y mudos con el personaje del evangelio del próximo domingo.

Y algo de esto está pasando en nuestra Iglesia en estos tiempos de crisis económica, social y religiosa. Le falta escuchar la palabra que, Jesús pronuncio: “Effeta”, es decir “Ábrete”. Necesitamos abrirnos al mundo y comprender al mundo, escuchar y hablar al mundo, pero siguiendo el estilo de vida de Jesús, los evangelios. De esta manera profundizaremos en la FE.

Mañana festividad de la natividad de María, nos puede servir también, para encontrar la ejemplaridad que comienza en María con su gran experiencia de Dios. El Dios de María es, ante todo, un Dios misericordioso, bondadoso, cercano. No es el Dios lejano, terrible, amenazante, que muchos israelitas tenían en sus sentimientos religiosos; y que muchos de nuestros contemporáneos continuan teniendo. Por eso, el evangelio de está festividad, termina diciendo que María le pondría a su hijo el nombre de " Enmanuel ", que significa " Dios con Nosotros ". O sea, que en Jesús sabemos cómo es Dios y conocemos a Dios. Por lo que tenemos que aceptar que de Dios podemos conocer y conocemos, lo que de Él se nos reveló en la humanidad de Jesús. Por eso, decimos que Jesús es el Hijo de Dios. Y María, es la Madre de Dios.



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