miércoles, 30 de noviembre de 2011

REFLEXIONES SOBRE LA IGLESIA QUE HACIA EL TEOLOGO RATZINGER EN 1969.

La década de los años 60 del siglo pasado, fue sin duda alguna, una década del inicio de una nueva formar de ver el mundo y la realidad. Y la Iglesia no fue ajena a todo ello. Por ello, desde los años 1962 al 1965 se lleva acabo unos de los Concilios Ecuménicos más importante de la Iglesia Católica, que debió poner nuevos horizontes a la Iglesia. Tanto es así, que en 1969, el hoy Papa Benedicto XVI, entonces teólogo Ratzinger, de 42 años, hacía unas muy interesantes manifestaciones. Que merecen la pena volver a leerlas hoy.

Decía Ratzinger:
“Después de las actuales crisis, la Iglesia que surgirá mañana tendrá que ser despojada de muchas cosas que ahora todavía mantiene. Será una Iglesia bien más pequeña. Y tendrá que recomenzar como lo hizo en sus principios. Ya no tendrá condiciones de llenar los edificios que han sido construidos en sus periodos de gran esplendor.
Con un número bien menor de seguidores, perderá muchos de los privilegios que ha acumulado en la sociedad. Al contrario de lo que viene aconteciendo hasta el presente momento, ella surgirá mucho más como una comunidad de libre opción… Siendo entonces una Iglesia menor, va a exigir mayor participación y creatividad de cada uno de sus miembros.
Ciertamente aprobará formas nuevas de ministerios; convocará al presbiterado cristianos comprobados que ejercen simultáneamente otras profesiones… Todo eso va a tornarla más pobre; será una Iglesia de gente común. Claro está que todo eso no va acontecer de un momento a otro. Va a ser un proceso lento y doloroso”.
(Titulo artículo: EL JUICIO AL PAPA BENITO XVI Autores: Jeff Israely y Howard Chua-Eoan.Fuente: Time Magasin ).

Han transcurrido 40 años de esas manifestaciones del teólogo Ratzinger - Perito teólogo del Concilio Vaticano II -.

Sin embargo, hoy, estas mismas personas con poder de decisión en la Iglesia, no niegan que las pronunciaran, pero tan poco son capaces de poner solución a esta situación endémica que se ha enquistado y que requiere mucha voluntad por parte de la jerarquía para ir dando soluciones y aceptar la línea comprometida con el mundo actual y “los signos de los tiempos” que protagonizó el Concilio Vaticano II.

La Iglesia vuelve una y otra vez sobre sí misma mirándose el ombligo cuando su centro debiera ser “el Reino de Dios” y no el eclesiocentrismo. Mientras tanto en la sociedad se está dando un gran cambio y la Iglesia no ve, no intuye “los signos de los tiempos”.

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