Hubo un tiempo no muy lejano
y que aún perdura en la mente de muchos buenos cristianos; en que la enseñanza
de la Iglesias, a través de la predicación de los sacerdotes, en donde la Buena
Noticia impregnada en el Evangelio había desaparecido. Volvimos a presentar, al
Dios terrible del Antiguo Testamento, al que castiga severamente, al que manda
a sus hijos al infierno, al Dios que da miedo.
Pero el pueblo cristiano fue
mucho más inteligente, mucho más cristiano que sus jefes y sus teólogos, y
desplazó lo más cristiano de los atributos de Dios y de Jesús a la madre de
Jesús, a María. Madre de misericordia, refugio de pecadores, consuelo de
afligidos, auxilio de los cristianos...
Naturalmente, a María se le
transfirieron también otros atributos divinos, para corroborar la fiabilidad de
nuestra confianza: medianera de todas las gracias, sin pecado original, asumpta
al cielo, reina de todo lo creado; (hasta seguimos invocándola como "madre
del Creador", sin que nadie que yo sepa haya reparado en la formidable
contradicción de esos dos términos juntos).
No hay palabras ni
sentimientos capaces de agradecer suficientemente a María, la madre de Jesús,
la salvación de todo lo que más caracteriza a la religión de Jesús, a la Buena
Noticia: sentirse querido, saber que alguien siempre te comprende, te perdona y
te acoge, alguien a quien no temer, alguien que no lleva cuentas de mal, que lo
olvida todo, que lo espera todo...
Y Uds. dirán, que porque
digo esto. Mayo es el mes por excelencia dedicado a María. Pero sigue,
siendo el mes también que guarda más tradiciones populares en torno a María.
Acontecimientos que posiblemente quedan estancados y no actualizan el concepto
de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia.
Cuando el Concilio Vaticano
II, no sin dificultades, hizo el esfuerzo de situar la figura de María no
solamente a la luz del misterio de Cristo, sino también y muy
particularmente a la luz del misterio de la Iglesia, no hizo otra cosa que
volver a la mejor tradición eclesial, cuando María ocupaba ya en la comunidad
creyente " el lugar más alto y a la vez más próximo a nosotros " ( LG
54 ). Por eso, cuando presentamos a María como " prototipo de la Iglesia
", no se hace en un sentido pasivo como el que hace una copia.
Sino que se hace con un sentido profundamente activo. Por ello, creo que
podríamos hoy preguntarnos ¿Cuáles podrían ser los rasgos de una Iglesia más
mariana en nuestros días?
- Una Iglesia que fomenta la
" ternura maternal " como María. Es decir, una Iglesia de brazos
abiertos, que no rechaza a nadie, sino que acoge.
- Una Iglesia que como María
proclama la grandeza de Dios y su misericordia.
- Una Iglesia que como María
se convierte en signo de esperanza por su capacidad de dar y transmitir
la vida.
- Una Iglesia humilde como
María, siempre a la escucha de su Señor.
- Una Iglesia del "
Magníficat ", que no se complace en los soberbios, potentados y ricos de
este mundo, sino que busca pan y dignidad para los pobres y hambrientos de
la tierra, sabiendo que Dios está de su parte.
- Una Iglesia atenta al
sufrimiento de todo ser humano, que sabe, como María olvidarse de sí misma
y " marchar de prisa " para estar cerca del que necesita
esta ayudado.
esta ayudado.
En María tenemos un hermoso
ejemplo. María modelo de fe, modelo de esperanza, modelo de vida con
los signos de los tiempos.
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