Hoy , primer día de la novena de María Auxiliadora; traigo a reflexión el
canto del Magnificat.
El Magníficat (magnificat en
latín) es un canto y una oración cristiana. Proviene del evangelio de Lucas Lucas
1:46-55 y reproduce las palabras que, según este evangelista, María, Madre de
Jesús, dirige a Dios cuando visita a su prima Isabel, Lucas 1:13, madre de Juan
el Bautista y esposa de Zacarías.
El nombre de la oración está
tomado de la primera frase en latín, que reza Magnificat anima mea Dominum.
Dentro de la Liturgia de las Horas, el Magnificat es el Canto Evangélico empleado en
el rezo de las vísperas.
En aquel tiempo, María dijo:
" Proclama mi alma la grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios,
mi Salvador; porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava, y por eso
desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque
el Poderoso ha hecho obras grandes en mí. Su nombre es Santo y su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación. Él hizo proezas con su brazo dispersó
a los soberbios de corazón, derribó del
trono a los poderosos y enalteció a los humildes, a los hambrientos los colmó
de bienes y a los ricos los despidió vacíos. Auxilió a Israel, su siervo, acordándose
de la misericordia-como lo había prometido a nuestros padres-en favor de
Abraham y su descendencia por siempre. Lucas, 1, 46-55.
Pues bien, sea cual sea, el origen de
este canto, lo que debemos de tener en cuenta es el sentimiento de
alabanza a Dios, que transmite este canto en boca de María.
María en este canto, nos
manifiesta su creencia en el Dios de la misericordia y no cree en un Dios
terrible, amenazante y violento que recogía las antiguas escrituras. Por eso,
según el Dios que da sentido a nuestra vida, así son los sentimientos que cada
cual alimenta y contagia a los demás.
El problema preocupante, que
plantea el Magnificat, está en que nuestro comportamiento en la vida no
coincide con el proyecto de Dios. Dios nos plantea un cambio completo a las
situaciones sociales. Pero somos nosotros, los que no estamos dispuestos a colaborar y
llevar a cabo esos cambios, sino que hacemos todo lo contrario. Por eso lo
soberbios, poderosos y ricos siguen en sus tronos, mientras que los
humildes y hambrientos aumentan cada día.
Sea lo que sea de la
historicidad de estos datos, lo que importa es la lección religiosa que plantea
el evangelio de Lucas: cuando Jesús viene a este mundo, el sacerdocio enmudece
y no tiene ya nada que decir, mientras que la mujer sencilla del pueblo sin
importancia pronuncia el proyecto subversivo de la "misericordia" del
Señor: "desbaratar los planes de los arrogantes, derribar del trono a los
poderosos, encumbrar a los humildes, colmar de bienes a los hambrientos y
despedir a los ricos con las manos vacías" (Lc 1, 50-53).
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