viernes, 9 de mayo de 2014

LI JORNADAS MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES. SAL A DARLO TODO.

El próximo domingo día 11 de Mayo dentro de la fiesta del Buen Pastor, la Iglesia celebra las 51 Jornadas Mundial de Oración por las Vocaciones, bajo el lema “SAL A DARLO TODO”.

Se trata de una jornada que, nos invita a toda la comunidad eclesial a tomar conciencia de la necesidad de pedir al Señor, de promover y amparar las vocaciones sacerdotales y religiosas con la oración, así como la invitación a los jóvenes para que se animen a plantearse la vocación sacerdotal o religiosa, como una opción válida en su vida. Especialmente en estos momentos donde es frecuente escuchar voces de gran preocupación en la jerarquía eclesial y en ciertos sectores laicales; ante la tendencia a la baja en el número de seminaristas en los últimos años y de las futuras vocaciones en las distintas órdenes religiosas que forman nuestra Iglesia.

En la actualidad, la vocación se entiende como la llamada de Dios, para atender a una comunidad de cristianos. Mientras que, durante los primeros mil años de la vida de la Iglesia, la vocación se entendía como la llamada de la comunidad, que elegía de entre sus miembros al que consideraba más idóneo para educar en la fe a un grupo de cristianos. Esta manera de entender la vocación estaba tan clara entre los cristianos, que la condición indispensable, para que el obispo admitiera a un candidato a la ordenación para ejercer el ministerio, era no que el sujeto se ofreciera diciendo que Dios le llamaba, sino que se resistiera a ser ordenado, porque se consideraba indigno y sin cualidades para un servicio tan exigente.

Y para comprender un poco lo que quiero decir, traigo aquí una breve historia que ocurría en una parroquia.

Hace algunos años, durante la celebración de la Misa, un sacerdote estaba usando el rito penitencial para bendecir a la asamblea con agua bendita. Apenas comenzaba el rito cuando el sacerdote se dio cuenta que el sacramentario (el libro que se usa para las oraciones durante la liturgia, hoy conocido como el Nuevo Misal Romano), se había quedado en la sacristía. Sin decir una sola palabra, el sacerdote inmediatamente se fue a traer el libro de la sacristía.

Mientras tanto el pequeño monaguillo sin saber que era lo que le había sucedido al Sacerdote, tomó el recipiente con el agua bendita y se fue caminando por la nave central de la iglesia bendiciendo y rociando a la asamblea con el agua bendita. La gente se sonreía y se persignaba y se consideraban bendecidos. Tal fue así que, cuando regresó el sacerdote, se rio y dijo: “Yo no pudiera haberlo hecho mejor”, y continuó con la celebración de la Misa, considerando también por digna y buena la bendición realizada por el monaguillo.

En esta historia de la vida real, nos damos cuenta de cómo un pequeño monaguillo vio la necesidad y se sintió llamado a responder y hacer algo al respecto. El niño había visto este rito litúrgico antes –aquel que nos recuerda nuestro bautismo – y estaba preparado para ser partícipe. En definitiva, en la Iglesia faltan sacerdotes o vocaciones ministeriales, porque las autoridades de la Iglesia han puesto unas condiciones que no permiten otra cosa, pues Jesús no impuso tantas condiciones, solamente le pidió a los discípulos que le siguieran. Tenemos lo que la Iglesia jerarca ha optado que tengamos.

No se trata de modernizarse, sino de actualizarse. Por eso, este día deberíamos dedicarlo a renovar el concepto primero de vocación y en segundo lugar dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, para encontrar los caminos propios de los ministerios en la Iglesia de hoy.

Debemos aprovechar esta jornada, para dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, y abrir nuestra mente y nuestro corazón a él y, hacer una lectura más profética de nuestro horizonte y preguntarnos:
- ¿ Qué caminos está tratando de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas en esta sociedad ?.
- En función de estos caminos, ¿Qué vocaciones debemos abrir y fomentar?
- ¿ Qué llamadas está haciendo Dios a la Iglesia de hoy para transformar nuestra manera tradicional de pensar, vivir, celebrar y comunicar la fe, de modo que propiciemos su acción en la sociedad moderna ?.

Yo creo que, nuestra tarea no es ser fieles a una figura de Iglesia y a un estilo de cristianismo desarrollados en otros tiempos y para otra cultura. Lo que nos ha de preocupar es hacer posible hoy el nacimiento humilde de una Iglesia, capaz de actualizar en la sociedad moderna el espíritu y el proyecto de Jesús, como luz del mundo.

Pensemos, que Jesús es el «regalo» que Dios ha hecho al mundo, no sólo a los cristianos. Estar en presencia del Padre, compartiendo la misión de Cristo y dar testimonio del poder del Espíritu Santo, es lo que significa ser un verdadero seguidor del Buen Pastor y por lo tanto poder SALIR A DARLO TODO.


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