El próximo domingo día 11 de
Mayo dentro de la fiesta del Buen Pastor, la Iglesia celebra las 51
Jornadas Mundial de Oración por las Vocaciones, bajo el lema “SAL A DARLO TODO”.
Se trata de una jornada que,
nos invita a toda la comunidad eclesial a tomar conciencia de la necesidad
de pedir al Señor, de promover y amparar las vocaciones sacerdotales y
religiosas con la oración, así como la invitación a los jóvenes para que se
animen a plantearse la vocación sacerdotal o religiosa, como una
opción válida en su vida. Especialmente en estos momentos donde es frecuente
escuchar voces de gran preocupación en la jerarquía eclesial y en ciertos
sectores laicales; ante la tendencia a la baja en el número de seminaristas en
los últimos años y de las futuras vocaciones en las distintas órdenes religiosas
que forman nuestra Iglesia.
En la actualidad, la
vocación se entiende como la llamada de Dios, para atender a una comunidad de
cristianos. Mientras que, durante los primeros mil años de la vida de la
Iglesia, la vocación se entendía como la llamada de la comunidad, que elegía de
entre sus miembros al que consideraba más idóneo para educar en la fe a un
grupo de cristianos. Esta manera de entender la vocación estaba tan clara entre los
cristianos, que la condición indispensable, para que el obispo admitiera a un
candidato a la ordenación para ejercer el ministerio, era no que el
sujeto se ofreciera diciendo que Dios le llamaba, sino que se resistiera a ser
ordenado, porque se consideraba indigno y sin cualidades para un servicio tan
exigente.
Y para comprender un poco lo
que quiero decir, traigo aquí una breve historia que ocurría en una
parroquia.
Hace algunos años, durante
la celebración de la Misa, un sacerdote estaba usando el rito penitencial para
bendecir a la asamblea con agua bendita. Apenas comenzaba el rito cuando el
sacerdote se dio cuenta que el sacramentario (el libro que se usa para
las oraciones durante la liturgia, hoy conocido como el Nuevo Misal
Romano), se había quedado en la sacristía. Sin decir una sola palabra, el
sacerdote inmediatamente se fue a traer el libro de la sacristía.
Mientras tanto el pequeño
monaguillo sin saber que era lo que le había sucedido al Sacerdote, tomó el
recipiente con el agua bendita y se fue caminando por la nave central de la
iglesia bendiciendo y rociando a la asamblea con el agua bendita. La gente se
sonreía y se persignaba y se consideraban bendecidos. Tal fue así
que, cuando regresó el sacerdote, se rio y dijo: “Yo no pudiera haberlo hecho
mejor”, y continuó con la celebración de la Misa, considerando también por
digna y buena la bendición realizada por el monaguillo.
En esta historia de la
vida real, nos damos cuenta de cómo un pequeño monaguillo vio la necesidad y se
sintió llamado a responder y hacer algo al respecto. El niño había visto este
rito litúrgico antes –aquel que nos recuerda nuestro bautismo – y estaba
preparado para ser partícipe. En definitiva, en la Iglesia faltan sacerdotes o
vocaciones ministeriales, porque las autoridades de la Iglesia han puesto unas
condiciones que no permiten otra cosa, pues Jesús no impuso tantas condiciones,
solamente le pidió a los discípulos que le siguieran. Tenemos lo que la Iglesia
jerarca ha optado que tengamos.
No se trata de
modernizarse, sino de actualizarse. Por eso, este día deberíamos dedicarlo a
renovar el concepto primero de vocación y en segundo lugar dejarnos iluminar
por el Espíritu Santo, para encontrar los caminos propios de los ministerios en
la Iglesia de hoy.
Debemos aprovechar esta
jornada, para dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, y abrir
nuestra mente y nuestro corazón a él y, hacer una lectura más profética de
nuestro horizonte y preguntarnos:
- ¿ Qué caminos está
tratando de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas en
esta sociedad ?.
- En función de estos
caminos, ¿Qué vocaciones debemos abrir y fomentar?
- ¿ Qué llamadas está
haciendo Dios a la Iglesia de hoy para transformar nuestra manera tradicional
de pensar, vivir, celebrar y comunicar la fe, de modo que propiciemos su acción
en la sociedad moderna ?.
Yo creo que, nuestra tarea
no es ser fieles a una figura de Iglesia y a un estilo de cristianismo
desarrollados en otros tiempos y para otra cultura. Lo que nos ha de preocupar
es hacer posible hoy el nacimiento humilde de una Iglesia, capaz de
actualizar en la sociedad moderna el espíritu y el proyecto de Jesús, como luz
del mundo.
Pensemos, que Jesús es el
«regalo» que Dios ha hecho al mundo, no sólo a los cristianos. Estar en
presencia del Padre, compartiendo la misión de Cristo y dar testimonio del
poder del Espíritu Santo, es lo que significa ser un verdadero seguidor del
Buen Pastor y por lo tanto poder SALIR A DARLO TODO.
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