Los evangelistas presentan a
la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de
Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en
ella con espíritu nuevo y más evangélico.
María es la gran creyente.
La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los
hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de
los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo
perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que
acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de
Jesús.
Por eso, hoy en esta fiesta
de María Auxiliadora, deberíamos de madurar algo más nuestra imagen y nuestro
amor a María en función de nuestro paso por esta vida. Hay una manera de amar
que debemos recuperar de María y que
consiste en "acompañar a vivir" a quien se encuentra hundido en la
soledad, bloqueado por la depresión, atrapado por la enfermedad o sencillamente
vacío de toda alegría y esperanza de vida.
No se trata de hacer «cosas
grandes». Quizás sencillamente ofrecer nuestra amistad a ese vecino hundido en
la soledad y la desconfianza, estar cerca de ese joven que sufre depresión
nerviosa, tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado por alguien,
estar junto a esos padres que tienen a su hijo en la cárcel, alegrar el rostro
de ese niño solitario marcado por la separación de sus padres.
Este acompañamiento a los
ojos de María debemos de extenderlo a la Iglesia, centro de comunión de los
cristianos. Cuando el Concilio Vaticano II, no sin dificultades, hizo el
esfuerzo de situar la figura de María no solamente a la luz del misterio
de Cristo, sino también y muy particularmente a la luz del misterio de la
Iglesia, no hizo otra cosa que volver a la mejor tradición eclesial, cuando
María ocupaba ya en la comunidad creyente " el lugar más alto y a la vez
más próximo a nosotros " ( LG 54 ). Por eso, cuando presentamos a María
como " prototipo de la Iglesia ", no se hace en un sentido
pasivo como el que hace una copia. Sino que se hace con un sentido
profundamente activo. Por ello, creo que podríamos hoy preguntarnos:
¿ Cuáles podrían ser los rasgos
de una Iglesia más mariana en nuestros días ?.
- Una Iglesia que fomenta la
" ternura maternal " como María. Es decir, una Iglesia de brazos
abiertos, que no rechaza a nadie, sino que acoge.
- Una Iglesia que como María
proclama la grandeza de Dios y su misericordia.
- Una Iglesia que como María
se convierte en signo de esperanza por su capacidad de dar y
transmitir la vida.
- Una Iglesia humilde como
María, siempre a la escucha de su Señor.
- Una Iglesia del "
Magníficat ", que no se complace en los soberbios, potentados y ricos de
este mundo, sino que busca pan y dignidad para los pobres y hambrientos de la
tierra, sabiendo que Dios está de su parte.
- Una Iglesia atenta al
sufrimiento de todo ser humano, que sabe, como María olvidarse de sí misma
y " marchar de prisa " para estar cerca del que necesita esta
ayudado.
En María Auxiliadora tenemos
un hermoso ejemplo. María modelo de fe, modelo de esperanza, modelo de
vida con los signos de los tiempos.
Feliz día a la familia
Salesiana.
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