Evangelio según San
Juan 10, 1-10.
En aquel tiempo, dijo
Jesús: "Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de
las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a
su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha
sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo
siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de
él, porque no conocen la voz de los extraños". Jesús les puso esta
comparación pero ellos no entendieron lo que les hablaba. Por eso añadió Jesús:
"Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido
antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escuchan. Yo soy la
puerta: quien entra por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará
pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he
venido para que tengan vida y la tengan abundante".
COMENTARIO.-
En el ecuador de la Pascua, donde
hemos ido repasando las apariciones del Señor; la liturgia nos presenta este
domingo un texto donde Jesús nos recuerda que el aparece para todos, porque él
es la puerta de la salvación no solamente de uno sólo sino del mundo entero "Os
aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de
mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escuchan. Yo soy la puerta:
quien entra por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El
ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que
tengan vida y la tengan abundante".
Pero, este texto del Evangelio
durante mucho tiempo, ha dado lugar por parte de cierto sector eclesial a
interpretar mal la enseñanza de Jesús. Ya que, dicho texto ha sido utilizado
para presenta la relación que debe de existir entre los miembros que formamos la comunidad eclesial.
Digo esto, porque se suele
utilizar la imagen de las ovejas y el pastor, para justificar la
dualidad de clase dentro de la Iglesia. Como quedó de manifiesto en el Concilio
Vaticano I: "La Iglesia de Cristo no es una comunidad de
iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es
una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y
otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia reside el
poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y
gobernar, y a otros no" (Constitución sobre la Iglesia, 1870).
Pero, si examinamos
detenidamente bien los evangelios, podremos ver que para Jesús lo determinante
en cuanto a los ministros de la Iglesia no es el culto, lo ritual o lo sagrado.
Ni la ortodoxia de las ideas religiosas. Ni que el pastor sea célibe o casado,
hombre o mujer. Ni sus ideas políticas. Jesús no hace la menor referencia a
ninguna de esas cosas.
¿Qué le interesa a Jesús
sobre los ministros de la Iglesia?
La relación del ministro con
los miembros de la comunidad eclesial. Es decir, la relación ejemplar del
pastor con su rebaño:”el pastor va delante y las ovejas le siguen; las conoce
por su nombre”; Como diría el Papa Francisco: “ El pastor que no huele a oveja…….”.
El pastor no es un asalariado, o sea no actúa por interés alguno, porque lo
único que le importa en la vida es el bien de las ovejas. Y hasta da su vida
por el bien de su rebaño. En la Iglesia, tenemos pastores que actúan así. Pero,
también abundan demasiado los que nada más intentan "hacer
carrera jerarquica", los "instalados", los que van, no
delante, sino detrás, rezagados, desinteresados, sobrados de poder y carentes
de autoridad.
De aquí, que el Concilio
Vaticano II supuso dar un cambio radical en este sentido, con su insistencia en
que más importante que las diferencias de ministerio o servicio en la Iglesia
es la común dignidad de los miembros del Pueblo de Dios (el lugar más
simbólico a este respecto es el capítulo segundo de la Lumen Gentium del
Vaticano II).
Por eso, el evangelista
recoge muy bien lo que añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la
puerta de las ovejas". Si nos fijamos bien, nos dice que Jesús es la
puerta, el lugar de la entrada, el estilo de vida, que debemos todos tener
para entrar en el redil. Jesús, no dice que Él, es el pastor, sino dice:"quien
entra por mí se salvará y podrá entrar y salir. El que no entra por Él es un
ladrón".
En la Iglesia de Jesús,
todos somos pastores de todos, todos somos responsables y todos podemos
aportar. No se debe de negar a ningún miembro elegido por ella, el
papel de su coordinación y su gobierno.
Creemos en nuestra comunidad
eclesial un clima de respeto, comunicación y diálogo, comprendiendo que Jesús
es la puerta de todos los miembros de la comunidad. Coloquemos a
Jesús en medio de nuestra vida y en medio de la Iglesia. Lo primero es
“escuchar su voz”. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas
que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena
Noticia. Lo segundo escuchemos como Jesús nos llama “por nuestro nombre”.
Dejémonos atraer por él personalmente. Intentemos descubrir poco a poco, y con
alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas,
nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas. Y lo tercero y definitivo
es SEGUIR A JESÚS, camino de encuentro con Dios. Pues nadie puede conocer a
Dios si no es seguidor de Jesús.
DIFUNDID EL EVANGELIO.
PÁSALO.
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