martes, 29 de abril de 2014

LA CANONIZACIÓN DE JUAN XXIII , JUAN PABLO II Y LOS POSIBLES EVENTOS MEDIÁTICOS EN LA IGLESIA CATÓLICA

Tras la solemne y apoteósica canonización de los Papa Juan XXIII y Juan Pablo II, el pasado domingo 27 de Abril, en la plaza de San Pedro, con la asistencia de un millón de fieles. Llega, transcurrido unos días, la resaca de tal acontecimiento, con algunas voces que siguen aclamando la acertada canonización de Juan XXIII,  sobre el cual, el Papa Francisco no ha querido aprobar ningún "milagro externo" (siempre dudoso) para canonizarlo, sino que ha escuchado la voz de millones de católicos y cristianos (y hombres de buena voluntad, fuera y dentro de las iglesias) que le han amado y le siguen amando.   Sobre su vida y obra de papa cristiano que supo "desatar" el nudo que la Iglesia había corrido, cerrándose a sí misma, y pudo lograr así que actuara el Espíritu Santo en el Concilio Vaticano II. Otras voces, aclaman la rapidez de la canonización de Juan Pablo II, por algunas de sus asignaturas pendientes, como las sombras alargadas de Marcinkus, de Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo, del cardenal Groer y la pederastia, el abandono de Monseñor Romero, que le llevó a la muerte. Los teólogos de la Liberación condenados, la marginación de la mujer en la institución. La involución eclesial y de la prepotencia de los nuevos movimientos que, de su mano, coparon el poder en la Iglesia, desactivaron el Vaticano II y ahogaron cualquier intento de pluralismo.

Mi reflexión de hoy, no va encaminada a dudar por ningún momento de las canonizaciones de ambos Papas, ni mucho menos de sus pontificados, que como cualquier obra humana están llenos de luces y sombras.

Mi reflexión va sobre cómo estamos convirtiendo en la Iglesia Católica todos los actos en grandes eventos algo mediáticos, que muchas veces dejan desde mi punto de vista ser fuente evangélica.

Debe ser notable, que Europa se descristianiza y son cada vez menos los seguidores de la Iglesia Católica. Esto, preocupa en Roma y preocupa lógicamente a todos los que formamos parte de esta Iglesia. Quiero recordar, que en el Pontificado de Juan Pablo II, fue sorprendente el número de eventos masivos organizados de forma mediática, con el fin de seguir mostrando al mundo que la religión católica está viva, de que el Papa es importante, de que los Obispos tienen una presencia social a tener en cuenta. Concentraciones que se preparan cuidadosamente y en las cuales se invierte una asombrosa cantidad de dinero. Posiblemente con el fin de que el mundo nos vea, nos escuche; además de canalizar dichos eventos como procesos evangelizadores.

No digo, que todo esto esté bien, ni tampoco que todo esto está mal. Lo que quiero es aprovechar, todo esto, para realizar un profundo análisis sobre cómo estamos orientando la presencia de la Iglesia en el mundo. Ya que, el resultado después en nuestra vida cotidiana, es muy distinto de la euforia con la cual vivimos estos acontecimientos. Pues, nada más que tenemos que contemplar como nuestros templos se encuentran cada vez más vacíos. Como esos miles de jóvenes que tanto aparecen por la televisión, después no los vemos por nuestras parroquias, preguntándonos una y otra vez por las vocaciones.

Estos acontecimientos suelen ser ocasión, creo yo, de no pocos interrogantes, entre las personas que forman parte de la Iglesia Católica y para los que no pertenecen a ella; y que yo no voy a descubrir aquí, pues está en la mente de todos. Lo que si deberíamos preguntarnos, es si esa imagen que transmitimos es el reflejo de una verdadera Iglesia de Cristo; o más por el contrario seguimos buscando el reconocimiento del mundo, más por nuestro poder que por nuestro servicio.

Es verdad, que nos encontramos en un cambio de época y de una nueva visión del mundo que todavía no sabemos muy bien por donde encaminar. Y que, como consecuencia de todo ello, la Iglesia que esta inmensa en ese mundo, esta también buscando su camino para llevar el Evangelio de Jesús. Pero desde mi punto de vista, creo que el Evangelio no consiste en concentrar a personas en un espectáculo de masa, si no en vivir el Espíritu que se desprende de él.  Y, es por lo que deberíamos de ir pensando en centrar a la Iglesia con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús y en su proyecto del Reino de Dios, como el Papa Francisco nos lleva recordando desde el inicio de su pontificado.

Muchas cosas habrá que hacer, pero ninguna más decisiva que esta conversión, la de volver al mensaje de Jesús. Una Iglesia más sencilla, fraterna y buena, humilde y vulnerable, que comparte las preguntas, conflictos, alegrías y desgracias de la gente. Creando nuevas formas y lenguajes de evangelización, basado en el diálogo y en nuevos carismas que nos permitan comunicar la experiencia viva de Jesucristo. No sé, la verdad, si con estos eventos tan masivos conseguimos construir la Iglesia que nació del mensaje de Jesucristo.



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