viernes, 10 de enero de 2014

LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA.

En las vísperas de la liturgia del domingo donde celebraremos el bautismo de Jesús, es oportuno preguntarnos cuáles son y dónde están aquellas comunidades cristianas en las cuales se viven hoy los valores y las opciones que subyacen a un auténtico proceso de iniciación cristiana. ¿Dónde es posible hoy encontrar comunidades cristianas fieles a su identidad, capaces de constituir el espacio adecuado para un verdadero proceso de iniciación cristiana que no esté condenado al fracaso o a la paradoja de cerrar, obstaculizar o finalizar la vida de fe de sus miembros?

La revisión del proyecto de directorio de la Iniciación Cristiana que tenemos en nuestras parroquias. Nos lleva a repensar cómo administrar y celebrar los sacramentos de iniciación (bautismo, confirmación, eucaristía y junto a ellos, primera penitencia), ni sólo en cómo dar catequesis.

Si no que lo que verdaderamente debería presentarnos y plantearnos:

1º.- es cómo realizar hoy el proceso de incorporación a Cristo y la Iglesia en esta sociedad del siglo XXI, en donde se está produciendo unos cambios que van a marcar una nueva época de vida.

2º.- qué debe hacer hoy la comunidad para constituir a un cristiano.

3º.- es esta la misión de desarrollo y función maternal de la Iglesia.

Ante esta realidad planteada y desde el compromiso cristiano y amor a la Iglesia plantear algunas alternativas.

Para ello lo primero que se debe analizar es la situación y el entorno en el cual nos movemos desde un punto de vista generalizado.

a.- La tentación al restauracionismo.

Sectores muy importante de la Iglesia se ha decidido por el restauracionismo, con el riesgo de hacer del cristianismo una religión del pasado, cada vez más anacrónica y menos significativa en función de los signos de los tiempos. Un conservadurismo que no se conocía después del Concilio Vaticano II y que está lejos del espíritu profético y creativo de Jesús.

b.- El riesgo a la reacción automática.

Algunos sectores eclesiales están viendo en la sociedad moderna a un gran adversario de la Iglesia. Haciendo de la fe una contra-cultura y de la Iglesia una contra-sociedad. Porque todavía seguimos pensando que es la sociedad la que tiene que girar sobre la Iglesia y se nos olvida que es la Iglesia la que está en el mundo y forma parte del mundo. Un mundo que está en un cambio de época o más bien estamos en una época de cambio. Cambio que lógicamente nos afectara a todos nosotros, pues no debemos de olvidar que nuestra forma de pensar cambia nuestra forma de vivir pero que a medida que vamos cambiando nuestra forma de vivir va cambiando también nuevamente nuestra forma de pensar.

c.- La pasividad generalizada.

El rasgo más generalizado de los cristianos que no han abandonado la Iglesia es, seguramente, la pasividad. Es evidente, que también existirán grupos verdaderamente comprometidos.

Pero debemos de reconocer que hemos educado a los fieles a la sumisión, el silencio y la pasividad. Con lo cual la estructura que hemos ido creando dentro al Iglesia ha sido una estructura que no ha sentido su corresponsabilidad en la misma Iglesia.

Ante este análisis social no cabe nada más que una nueva vuelta al MENSAJE DE JESÚS. VOLVER NUEVAMENTE A JESÚS. VOLVER AL EVANGELIO.

Esto solamente tiene un camino desde nuestro punto de vista
1º.- Introducir en el cristianismo actual la verdad de Jesús

Nos debemos de atrever a discernir qué hay de verdad y que hay de mentira en el cristianismo que vivimos actualmente.

2º.- Recuperar la Identidad de los seguidores de Jesús.

Una Iglesia que se relaciona con una idea vaga de Jesús, está llamada a lo que estamos viendo a su apagamiento.

3º.- Hacia una nueva figura de la Iglesia.

Hemos de concebir a la Iglesia como una realidad una realidad viva, que está en renovación permanente en función de los signos de los tiempos, engendrándose permanentemente en el Jesús que nace de los Evangelios.

En definitiva, HEMOS DE APRENDER A VIVIR CAMBIANDO Y NO A VIVIR REPITIENDO ÉPOCAS PASADAS.

Este debe ser el inicio del proyecto de la vida cristiana la EVANGELIZACIÓN, VIVIR EL EVANGELIO, CREAR COMUNIDADES. Lógicamente esta vivencia y experiencia del Evangelio nos llevará a participar de una vida sacramental como algo necesario para el verdadero encuentro de la experiencia cristiana en el mundo en que vive.

Vivir una vida sacramental sin la verdadera experiencia cristiana con el mundo no tiene sentido y la prueba la tenemos ya. Nuestra vida eclesial está basada en una vida sacramental, ¿qué nos aporta?

La vida sacramental sin un verdadero compromiso cristiano no nos va a llevar a conocer el Evangelio. Quizás al revés, el conocimiento del Evangelio, nos llevará a participar de una vida comunitaria de la fortaleza sacramental.
No cabe más iniciación cristiana que la proclamación del Evangelio con la palabra y la vida. Pues no debemos de tener más que el objetivo que Jesús nos dejo “CONSTRUIR EL REINO DE DIOS”



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