En las vísperas de la
liturgia del domingo donde celebraremos el bautismo de Jesús, es oportuno
preguntarnos cuáles son y dónde están aquellas comunidades cristianas en las
cuales se viven hoy los valores y las opciones que subyacen a un auténtico
proceso de iniciación cristiana. ¿Dónde es posible hoy encontrar comunidades
cristianas fieles a su identidad, capaces de constituir el espacio adecuado
para un verdadero proceso de iniciación cristiana que no esté condenado al
fracaso o a la paradoja de cerrar, obstaculizar o finalizar la vida de fe de
sus miembros?
La revisión del proyecto de
directorio de la Iniciación Cristiana que tenemos en nuestras parroquias. Nos lleva
a repensar cómo administrar y celebrar los sacramentos de iniciación (bautismo,
confirmación, eucaristía y junto a ellos, primera penitencia), ni sólo en cómo
dar catequesis.
Si no que lo que
verdaderamente debería presentarnos y plantearnos:
1º.- es cómo realizar hoy el proceso de
incorporación a Cristo y la Iglesia en esta sociedad del siglo XXI, en donde se
está produciendo unos cambios que van a marcar una nueva época de vida.
2º.-
qué debe hacer hoy la comunidad para constituir a un cristiano.
3º.-
es esta la misión de desarrollo y función maternal de la Iglesia.
Ante esta realidad planteada
y desde el compromiso cristiano y amor a la Iglesia plantear algunas
alternativas.
Para ello lo primero que se
debe analizar es la situación y el entorno en el cual nos movemos desde un
punto de vista generalizado.
a.- La tentación al
restauracionismo.
Sectores muy importante de
la Iglesia se ha decidido por el restauracionismo, con el riesgo de hacer del
cristianismo una religión del pasado, cada vez más anacrónica y menos
significativa en función de los signos de los tiempos. Un conservadurismo que
no se conocía después del Concilio Vaticano II y que está lejos del espíritu
profético y creativo de Jesús.
b.- El riesgo a la reacción
automática.
Algunos sectores eclesiales
están viendo en la sociedad moderna a un gran adversario de la Iglesia.
Haciendo de la fe una contra-cultura y de la Iglesia una contra-sociedad.
Porque todavía seguimos pensando que es la sociedad la que tiene que girar
sobre la Iglesia y se nos olvida que es la Iglesia la que está en el mundo y
forma parte del mundo. Un mundo que está en un cambio de época o más bien
estamos en una época de cambio. Cambio que lógicamente nos afectara a todos
nosotros, pues no debemos de olvidar que nuestra forma de pensar cambia nuestra
forma de vivir pero que a medida que vamos cambiando nuestra forma de vivir va
cambiando también nuevamente nuestra forma de pensar.
c.- La pasividad
generalizada.
El rasgo más generalizado de
los cristianos que no han abandonado la Iglesia es, seguramente, la pasividad.
Es evidente, que también existirán grupos verdaderamente comprometidos.
Pero debemos de reconocer
que hemos educado a los fieles a la sumisión, el silencio y la pasividad. Con
lo cual la estructura que hemos ido creando dentro al Iglesia ha sido una
estructura que no ha sentido su corresponsabilidad en la misma Iglesia.
Ante este análisis social no
cabe nada más que una nueva vuelta al MENSAJE DE JESÚS. VOLVER NUEVAMENTE A
JESÚS. VOLVER AL EVANGELIO.
Esto solamente tiene un
camino desde nuestro punto de vista
1º.- Introducir en el
cristianismo actual la verdad de Jesús
Nos debemos de atrever a
discernir qué hay de verdad y que hay de mentira en el cristianismo que vivimos
actualmente.
2º.- Recuperar la Identidad
de los seguidores de Jesús.
Una Iglesia que se relaciona
con una idea vaga de Jesús, está llamada a lo que estamos viendo a su
apagamiento.
3º.- Hacia una nueva figura
de la Iglesia.
Hemos de concebir a la
Iglesia como una realidad una realidad viva, que está en renovación permanente
en función de los signos de los tiempos, engendrándose permanentemente en el
Jesús que nace de los Evangelios.
En definitiva, HEMOS DE
APRENDER A VIVIR CAMBIANDO Y NO A VIVIR REPITIENDO ÉPOCAS PASADAS.
Este debe ser el inicio del
proyecto de la vida cristiana la EVANGELIZACIÓN, VIVIR EL EVANGELIO, CREAR
COMUNIDADES. Lógicamente esta vivencia y experiencia del Evangelio nos llevará
a participar de una vida sacramental como algo necesario para el verdadero
encuentro de la experiencia cristiana en el mundo en que vive.
Vivir una vida sacramental
sin la verdadera experiencia cristiana con el mundo no tiene sentido y la
prueba la tenemos ya. Nuestra vida eclesial está basada en una vida
sacramental, ¿qué nos aporta?
La vida sacramental sin un
verdadero compromiso cristiano no nos va a llevar a conocer el Evangelio.
Quizás al revés, el conocimiento del Evangelio, nos llevará a participar de una
vida comunitaria de la fortaleza sacramental.
No cabe más iniciación
cristiana que la proclamación del Evangelio con la palabra y la vida. Pues no
debemos de tener más que el objetivo que Jesús nos dejo “CONSTRUIR EL REINO DE
DIOS”
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