Sabemos que el mecanismo de
la distribución se queda en teoría si los hambrientos no tienen un acceso
efectivo a los alimentos, si no se crea una relación adecuada entre la
necesidad alimenticia y el consumo". Son palabras del Papa Francisco en
su Mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación 2016, que se
celebrará este domingo 16 de octubre.
En su mensaje, el Santo
Padre resaltó el tema elegido por la FAO para la presente Jornada: "El
clima está cambiando. La alimentación y la agricultura también". Este
tema, dijo el Pontífice, nos lleva a considerar la dificultad que se suma a la
lucha contra el hambre, es decir, la presencia de un fenómeno complejo como el
del cambio climático. Por ello, es importante "cuestionarnos sobre nuestra
responsabilidad individual y colectiva, sin recurrir a los fáciles
sofismas que se esconden tras los datos estadísticos o las previsiones
contradictorias", aunque, al mismo tiempo, "sin abandonar el dato
científico, que es más necesario que nunca, sino de ir más allá de la simple
lectura del fenómeno o de la enumeración de sus múltiples efectos".
En este sentido, prosigue el
Papa, es necesario reconocer ante todo que los diferentes efectos
negativos sobre el clima tienen su origen en la conducta diaria de personas,
comunidades, pueblos y Estados. "Es necesario intervenir políticamente y,
por tanto, tomar las decisiones necesarias, disuadir o fomentar conductas y
estilos de vida que beneficien a las nuevas y a las futuras generaciones. Sólo
entonces podremos preservar el planeta", asevera.
Este aspecto es fundamental,
afirma el Papa, ya que una gran parte de la población mundial vive en zonas
rurales en contacto directo con los efectos del cambio climático, y ellos
experimentan que, si el clima cambia, también sus vidas cambian. "Su
diario acontecer se ve afectado por situaciones difíciles, a veces dramáticas,
el futuro es cada vez más incierto y así se abre camino la idea de abandonar
casas y afectos". De la sabiduría de las comunidades rurales, señala
Francisco, podemos aprender un estilo de vida que nos puede ayudar a
defendernos de la lógica del consumo y de la producción a toda costa;
lógica que, envuelta en buenas justificaciones, como el aumento de la
población, en realidad sólo busca aumentar los beneficios.
Además, precisa el obispo de
Roma, no podemos olvidar que es también el clima el que contribuye a que la
movilidad humana sea imparable. "Los datos más recientes nos dicen que cada
vez son más los emigrantes climáticos, que pasan a engrosar las filas de esa
caravana de los últimos, de los excluidos, de aquellos a los que se les niega
tener incluso un papel en la gran familia humana. Un papel que no puede ser
otorgado por un Estado o por un estatus, sino que le pertenece a cada ser
humano en cuanto persona, con su dignidad y sus derechos".
Muchas veces, también en
cuanto Iglesia Católica, hemos recordado que los niveles de producción mundial
son suficientes para garantizar la alimentación de todos, a condición de
que haya una justa distribución. "En efecto", dice el Papa,
"sabemos que el mecanismo de la distribución se queda en teoría si los
hambrientos no tienen un acceso efectivo a los alimentos, si siguen dependiendo
de la ayuda externa, más o menos condicionada, si no se crea una relación
adecuada entre la necesidad alimenticia y el consumo y, no menos importante, si
no se elimina el desperdicio y se reducen las pérdidas de alimentos".
Todos estamos llamados a
cooperar en este cambio de rumbo: esa es la invitación conclusiva del Papa
Francisco. Los responsables políticos, los productores, los que trabajan en el
campo, en la pesca y en los bosques, y todos los ciudadanos. "La
voluntad de actuar no puede depender de las ventajas que se puedan
obtener", recuerda, "sino que es una exigencia que está unida a las necesidades
que surgen en la vida de las personas y de toda la familia humana... con el fin
de conseguir que todo el mundo tenga cada día una alimentación suficiente y
saludable".
No hay comentarios:
Publicar un comentario