Evangelio según San Lucas
18, 1-8.
En aquel tiempo, Jesús, para
explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les
propuso esta parábola: " Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios
ni le importaban los hombres”.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: " Hazme justicia frente a mi adversario "; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: " Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”.
Y el Señor respondió:
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: " Hazme justicia frente a mi adversario "; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: " Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”.
Y el Señor respondió:
- Fijaos en lo que dice el
juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y
noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero
cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
COMENTARIO.-
Para entender bien este pasaje evangélico de este domingo, nos tenemos que remontar al capítulo anterior Lc 17, 20-22: " A una pregunta de los fariseos sobre cuándo iba a llegar el reino de Dios, respondió Jesús: " El Reino de Dios no vendrá de forma espectacular, ni se podrá decir: " Está aquí o allí ", porque el reino de Dios ya está entre vosotros ".
Jesús propuso esta parábola
para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el
reinado de Dios en el mundo. Para ello deberían ser constantes en la oración,
como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía
oídos sordos a su súplica.
La verdad sea dicha, que si
leemos detenidamente la parábola que Jesús propone. Nos puede resultar en un
principio, algo absurda. Pues como un juez, que es injusto, pues no quiere
hacer justicia, que no teme a Dios ni a los hombres, le va a tener miedo a una
pobre viuda " vaya a acabar pegándome ", y además va a consentir que
la pobre viuda lo fastidie, como es juez le mandaría que la castigasen. Lo que
de este trozo podemos deducir es la insistencia, la constancia, la pesadez de
la viuda en pedir la justicia. Hasta que la consiguió.
En la oración, que es la
escucha de Dios, podremos ver y comprender las injusticias que nosotros los
humanos hacemos. Y por esas injusticias el Reino de Dios no se crea en la
tierra.
¿Cuántos creyentes se
preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir
en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la
paz y el amor, el hambre, la miseria, las guerras, el abandono de seres humanos
buscando un bienestar?.
Dios nos habla desde la
justicia, somos nosotros los cristianos, los que consciente de la compañía de
Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debemos desfallecer,
sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su
reinado en este mundo, un reinado de justicia y fraternidad. Sólo la oración,
la comunicación con Dios nos mantendrá en esperanza.
El cristiano, consciente de
la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe
desfallecer, sino gritar día y noche como dice Jesús.
La oración realmente no es
una «transacción» con Dios, de yo te doy y tú me das. La oración es simplemente
permitirnos expresarnos ante Dios y ante nosotros mismos nuestras inquietudes,
como un desahogo personal, como un modo de colocar nuestras preocupaciones en
el contexto de la voluntad de Dios y de consolidar nuestra búsqueda de buscar
esa voluntad.
No debemos perder la fe en
la oración de petición, pues en ella nos encontramos con Dios. Pero con el Dios
que nos habla en el corazón.
DIFUNDID EL EVANGELIO.
PÁSALO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario