Es una celebración
controvertida, no tanto por lo que pudo ser en sus orígenes sino por el espacio
que año tras años se va ocupando en nuestra sociedad.
En nuestra cultura, damos a
los dos primeros días de noviembre el significado del "recuerdo, oración y
veneración de aquellas personas que no han subido a los altares pero que su
vida ha sido un claro ejemplo de santidad; recuerdo y oraciones por nuestros
familiares y amigos ya fallecidos", con la convicción de no quedarnos en
la muerte, si no en la esperanza de una VIDA que jamás termina, que expresamos según
nuestra fe y confianza en esa Vida.
Nos quejamos muchas veces de
toda esa "cultura" que nos invade, que muchas veces arrincona o hace
olvidar las propias costumbres, nuestra idiosincrasia.
¿Qué hacemos, al respecto de
esta celebración de Halloween, si hasta en los colegios se está
inculcando en los niños? ¿No estamos contribuyendo nosotros mismos a ese daño
del que luego nos quejamos?
Quizás durante mucho tiempo
hemos vivido la festividad de todos los Santos y de los Difuntos, especialmente
en el ambiente creyente, resaltando más el hecho de la muerte que la felicidad
de la vida.
Por eso deberíamos
preguntarnos ¿qué estamos haciendo para resaltar la cultura de la VIDA?
Posiblemente este descuido
de festejar la vida como el don más grande que Dios nos ha dado y que culmina
en la muerte del ser humano, es lo que ha podido dar lugar a la proliferación
de otro significado de nuestra cultura. Podemos deducir de que nada se produce
por casualidad, ni porque sí, siempre hay un "algo" detrás.
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