El
valioso documento de laCongregación para la Doctrina de la Fe sobre la
Sepultura de los Difuntos (Ad resurgendum cum Christo, Para
resucitar con Cristo) suscita algunas reservas significativas, tanto por lo
que omite, en este final del Año de la Misericordia, como por lo que quiere
exigir.
Es
un documento antiguo, aprobado y firmado hace ya meses (como verá el lector que
siga hasta el fin de esta postal para leerlo), pero publicado ahora, cuando se
acerca la fiesta de difuntos (2 del XI 2016), para caldear el ambiente con el
tema.. Como resulta normal en estos casos, la prensa oral y escrita de ayer
(25.10.16) ha omitido sus valores, para insistir sólo en sus cuatro
prohibiciones principales, con aire de reserva y veces de crítica fuerte:
(a) Se
prohíbe esparcir las cenizas de los muertos por campos y valles, ríos y mares,
pues ello implica un menor respeto por los difuntos, y lleva el riesgo de
volver a una religión naturalista, que vincula a los muertos con la naturaleza
sagrada, sin fe en la resurrección.
(b) Se
prohíbe conservar las cenizas en casas o espacios privados (fuera de
cementerios sagrados o iglesias) porque ese gesto "encierra" a los
muertos con el ámbito familiar, sin más, como se ha hecho en muchos pueblos, en
vez de insistir en su apertura hacia un misterio de vida y resurrección que va
unido a las iglesias o cementerios cristianos
(c) Se
prohíbe dividir las cenizas en pequeñas unidades (una quizá para cada
familiar), y así repartirlas, como si se dividiera al difunto y no se
admitiera su unidad personal ante Dios.
(d)
Se une a las tres anteriores una opinión a mi juicio poco ajustada con la
Biblia sobre la separación del alma y del cuerpo... y una arriesgadísima
decisión, diciendo a los párrocos y ministros que no ofrezca
la oración de la Iglesia (los funerales) por aquellos difuntos (o en
el ámbito de aquellas familias) que no acepten en este campo la doctrina de
este Documento y quieran que sus cenizas se esparzan por montes y mares,
pensando que ello va en contra de la costumbre y compromiso de los cristianos
que han orado siempre por todos los difuntos.
Dos
son, a mi juicio, las reservas principales que suscita este valioso documento,
que nos ayuda a entender el sentido de la vida humana, la esperanza de la
resurrección y el gran don y compromiso creyentes de la comunión de los santos
que, según la doctrina de la Iglesia, vincula a los vivos y a los muertos. Una
reserva es circunstancial, de tiempo; otra a de fondo.
1. RESERVA MÁS
CIRCUNSTANCIAL: ÉSTE ERA BUEN MOMENTO DE TRATAR DE LOS VIVOS, NO DE LOS
DIFUNTOS (AL MENOS DE ESTA FORMA).
Ahora,
al final del Año de la Misericordia, que el papa Francisco había promulgado a
favor de los vivos más necesitados, de toda raza y religión, la Congregación de
la Fe promulga este documento por los muertos cristianos. Es como si el Papa
fuera por un lado (quiere ayudar los vivos, en la línea de Mt 25, 31-46 y sus
obras de misericordia), pero ellos, los de la Congregación, van a lo
suyo y se ocupan de los muertos de su rebaño creyente.
No
creo que lo hayan hecho a propósito, pero sí que parece "poca idea"
(por no decir "mala idea"), ésta de ir en una línea opuesta a la del
Papa y de gran parte de la cristiandad actual (así me lo ha repetido un amigo
bien enterado)...
--
El Papa está empeñado en ofrecer el amor activo de Jesús por los hombres y
mujeres más necesitados (hambrientos, sedientos, extranjeros, encarcelados...),
--pero
estos de la Congregación van a lo suyo, la oración por los muertos cristianos,
su signo sagrado, para después de haber sufrido este infierno de tierra si es
que todos no cambiamos, como ha dicho el Papa Francisco, con palabras
dramáticas, en Laudato Sí, sobre la justicia y la tierra de todos.
(Así
dice mi amigo, no sé si tiene razón, pero lo parece)
Está
muy bien el orar por los difuntos y expresar con (en) ellos el misterio de la vida
que vence a la muerte, con la esperanza de Cristo, a favor de todos los
hombres, no sólo de los cristianos,
--
pero la primera intención y obra de Cristo Jesús ha sido acompañar,
ayudar y elevar a los vivos, como sabe cualquiera que haya empezado a leer
los evangelios (no hace falta que los haya terminado, como deben haber hechos
los autores de este Documento).
A
este respecto quiero recordar una sabrosa anécdota medieval que ahora se
repite, una anécdota a la que le dedico unas páginas en mi libro Las Obras de
Misericordia, escrito con J. A. Pagola (Verbo Divino, Estella 2016).
1.
Hacia finales de la Edad Media, en catecismos y obras de moral se quiso añadir
unaséptima obra de misericordia a las seis de Mt 25 (dar de comer y
beber, vestir, cuidar a los enfermos y encarcelados, acoger a los
extranjeros...), para completar así el número armónico de siete (sacramentos,
pecados, virtudes, cielos...). Había dos opciones más extendidas entre
catecismos, libros de moral y predicadores:
(a)
Una ayudar y promocionar a las mujeres necesitadas y en peligro de explotación
personal y social, es decir, la liberación de la mujer.
(b)
Otra era la de enterrar bien a los muertos, y orar muchos por ellos, con
funerales, misas y cementerios.
Triunfó
esta última: Orar por los difuntos, con buen enterramiento y misas...
Fue buena la promoción de esa obra, de manera que una parte considerable de la
Iglesia (y del clero postridentino) se especializó en orar por los difuntos,
más que ayudar a los vivos.
Hubiera
sido mejor la otra, ayudar a los mujeres en riesgo de destrucción
personal y social, como ha dicho implícitamente el Papa Francisco.
Lo
mismo pasa ahora. El Papa quería poner de relieve las obras de Mt 25, a favor
de los vivos. Estos de la Congregación han optado por los muertos, que
son muy importantes, pero con riesgo de olvidar a los vivos en necesidad.
No
sé si lo han hecho queriendo, pero peor no lo podían hacer, en este final del
Año de la Misericordia, en el que todos esperábamos que la Congregación dijera
algo profundo, comprometido, en la línea de las Obras de Misericordia de la
Biblia y del Papa Francisco, pero ellos a lo suyo, que es importante, pero no
lo definitivo.
No
quiero pensar mal, pero corre la de que está detrás la mano de Card.
Müller en contra de Bergoglio Papa. El Cardenal no está de acuerdo
(dice mucha prensa) de la "deriva" del Papa... y el gesto de publicar
este documento ratificaría esa impresión. Más leña al fuego. No creo que sea
así, pero así parece serlo. Sería un caso más de disputa vaticana, en temas que
son de todos los cristianos.
2. RESERVA INTERNA...
LAS DEFICIENCIAS DEL DOCUMENTO
No
es malo, como he dicho; al contrario, es muy bueno y recuerda cosas importantes
para cristianos y no cristianos, pero debería haberse perfilado más, en forma
positiva, de gozo y alabanza por la vida, en un momento en que parece que
muchos banalizamos a los muertos.
Pero
quizá no era el momento de decirlo, con un documento así, que es en principio
positivo pero que, para la prensa (¡y no es la prensa impía, sino también la
católica!) se resume en las cuatro prohibiciones que he señalado arriba (echar
las cenizas por montes, tenerlas en casas particulares, repartirlas en trozos
menores... y rezar por los que así lo han dispuesto).
Quiero
recordar sólo de paso que una de las cristianas mejores que conozco (¡alma de
Dios, madera de santa!) perdió a hija mayor en accidente, y cumpliendo su
voluntad, tras misas y funerales, recogió las cenizas de crematorio y las
esparció por los lugares favoritos de la niña...). Algún cura le ha
dicho que así su alma vaga errante, que no puede salvarse... Ahora si lee
este documento llorará de pena otra vez, por su hija y por los
"curas" vaticanos que no conocen lo que es el sufrimiento por la
muerte de una hija.
Vuelvo
al tema. Es un Documento bueno, como todos los de la Congregación, bien
organizado y construido, pero no parecía necesario, por la
consecuencia práctica que saca:
‒
Ciertamente, admite la cremación de los cadáveres, cosa que la Iglesia había
admitido hace ya tiempo, aunque con la oposición de algunos eclesiásticos, pero
insiste en las cuatro prohibiciones que he señalado. Ciertamente, comparto la
preocupación del Documento por el respeto a los muertos, a sus cuerpos y
cenizas. Pero pienso que en este momento el tema no es el que plantea ahora la
Congregación. Un amigo me ha dicho después de leerlo:
‒
O la Congregación para la Doctrina de la fe no tiene mejor tema en el que
pensar, y debe hacer algo para justificar su existencia, o no sabe ya nada de
lo que pasa en el mundo.
‒
La inmensa mayoría de los párrocos no van a preguntar a los familiares sin van
a enterrar al difunto o incinerarle, ni sin van conservar su cenizas en un
columbario del cementerio parroquial o esparcirlas en la naturaleza (mar, río o
montaña).
Ciertamente, un
tipo de Iglesia sigue prefiriendo el entierro de los cadáveres, por
tradición, por cercanía afectiva al cementerio y por pervivencia de una
profunda religiosidad cósmica, de la que procedemos la mayoría de nosotros.
Como hombre de antigua Iglesia, también yo prefiero afectivamente el
camposanto, un cementerio de pueblo o aldea, cerca de la Iglesia, como
en éste en el que vivo, donde vienen a rezar las mujeres del lugar a sus
muertos. Pero cinco razones me llevan a poner en duda el valor y actualidad de
lo que dice la Instrucción Ad resurgendum cum Christo, sobre funerales y
entierros (que viene reproducida a continuación):
1.
Por recuerdo de infancia. Mi abuela, como las mujeres de la aldea, se acercaba
cada domingo tras la misa al Camposanto a rezar por sus difuntos... y mi padre
nos dijo que eso era muy santo. Pero añadió que también era santo el
cuerpo de los muertos que no habían tenido sepultura de Iglesia, como el de
aquel marino al que acababan de "sepultar" por la borda en el mar,
dos semanas antes, bajo el toque de sirenas, con la oración de capitán y de
toda la tripulación y los pasajeros, sabiendo que sería inmediatamente devorado
por los peces, en las aguas llenas de tiburones del Caribe. Como lobo de mar,
cristiano viejo, sabía que las aguas del mar son uno de los mejores
cementerios para los difuntos, esperando la resurrección. Si las cosas
fueran de otra forma (nos dijo) y sólo se salvaran los del buen cementerio de
Iglesia Dios sería injusto.
2.
Por novedad cristiana. Los seguidores de Jesús veneramos a un hombre
cuya memoria no se encuentra vinculada con un cementerio. Cuando el ángel
de la pascua dice a las mujeres que van a rezarle (como hacía mi abuela)
"no está aquí" estaba iniciando una nueva forma de entender la vida
de los muertos, más allá de la simple sepultura, entiendan como entiendan luego
los teólogos lo que ese pasaje de la Biblia implica sobre el cuerpo del
Crucificado. A la Biblia de Jesús le importa la preocupación por los
vivos, más que el buen rito de los muertos, como acabo de poner de
relieve el el Comentario de Marcos, cuyo comentario he finalizado estos días,
con un largo análisis sobre tumba y resurrección, algo que, al parecer no les
importa a los clérigos de este Documento, que pueden saber mucha teología de un
tipo, pero poca Escritura y Evangelio.
3.
Por respeto religioso. Los hombres y mujeres han venerado desde antiguo
de diversas maneras los muertos, de manera que los han enterrado, incinerado o
recordado de otras formas (como indicará el adjunto de esta postal).
Todavía hoy me emocionan los enterramientos funerarios de los viejos pueblos,
en colinas y montañas, dólmenes, trilitos... Ellos me siguen recordando la
presencia y victoria de la vida en la misma naturaleza. Pero sé que han
existido también otras formas de expresar el respeto a los muertos, y entre ella
sobresale la "siembra" de las cenizas enterradas o incineradas en los
más diversos lugares de tierra, en el mundo entero convertido en gran
cementerio de miles de generaciones de vivientes. .
4.
Por inutilidad. Diga lo que diga la Congregación de la Doctrina de la fe, la
inmensa mayoría de los párrocos van a seguir haciendo lo que pueden, lo que
mejor saben, sin entrar demasiado en la cuestión de si los que piden un funeral
por su muerto van a enterrarlo o incinerarlo, van a conservar su cenizas en un columbario
de cementerio o esparcirlas con respeto y amor en los ríos o montes, los mares
y los campos. Nadie cree ya que los agentes de pastoral van a seguir sin más,
en ese campo, las directrices de la Congregación para la Doctrina de la fe,
simplemente porque tienen otras cuestiones más importantes a las que atender,
especialmente las obras de misericordia por los vivos, las seis de San Mateo. Y
además ¿qué pasa con los cuerpos empleados en las facultades de
medicina, con mayor o menor respeto, para fines de estudio, se va a prohibir
también su uso?
5.
Finalmente, en este momento de cambio de mentalidad, en este umbral de un
tiempo nuevo, los pastores cristianos (obispos y presbíteros, teólogos y
catequistas...) debemos preocuparnos de ofrecer una doctrina y
experiencia esperanzada sobre la vida de los difuntos, la comunión de los
santos (más que ocuparnos de pequeños ritos como los de este
Documento). Sigue siendo admirable el fervor de los cristianos que crearon
inmensos cementerios bajo tierra (catacumbas...) para enterrar a sus difuntos.
De su fe vivimos, desde ella debemos avanzar. Pero hoy ya no se puede imponer
una costumbre y experiencia antigua en las inmensas megápolis, por falta de
terreno, por cambio de mentalidad... y quizá por fe cristiana, pues nuestro
Dios es Dios de vivos, no de muertos, como dijo Jesús.
.