martes, 13 de marzo de 2012

LA REFORMA LITÚRGICA, A LOS 50 AÑOS DEL CONCILIO VATICANO II

Este fin de semana, he estado participando en unas charlas cuaresmales en varios grupos de Sevilla. Ciudad, que vive ya al cien por cien la cuaresma cofrade.

He podido comprobar como muchas hermandades y ciertos grupos eclesiales, presentan entres sus actos, la celebración de la Eucaristía según el rito extraordinario de la liturgia. Es decir, la Eucaristía como se celebraba antes del Concilio Vaticano II, utilizando como lengua el latín y el sacerdote de espalda a los demás participantes de la Eucaristía.

Pero, uno no puede menos de hacerse la pregunta: ¿qué hay tras esa religiosidad? ¿qué se esconde en esa liturgia? ¿qué se busca a través de ese culto? ¿con qué Dios se encuentran estos hombres y mujeres en el templo?

El evangelio del pasado domingo nos mostró, la actuación de Jesús en el templo de Jerusalén y a la vez nos puso en guardia frente a posibles ambigüedades, ambivalencias y manipulaciones de lo cultual.

A los 50 años de la reforma litúrgica llevada a cabo por el Concilio Vaticano II, con el documento conciliar: la Constitución sobre la liturgia ("Sacrosanctum Concilium"), nos debemos preguntar, si también se intenta tapar esta parte del Concilio, que quizás haya sido la única que hemos realizado.

Mis preguntas a todo esto es:¿ Hacia dónde vamos ?. Por qué si vamos a mirar hacia atrás, podíamos celebrar la eucaristía en las casas, como lo hacían los primeros cristianos.

Por otro lado podíamos preguntarnos, ¿ Creemos qué así atraeremos más a los creyentes a la celebración eucarística ?. Sí es tal como la tenemos, y no sabemos lo que celebramos, hemos pensado de esa forma " extraordinaria ", lo que celebraríamos.

Seamos consecuente y coherente con lo que hacemos. Pues no se trata ya de más sacramentalísmo, si no de más vivencialismo, como nos dice el evangelio.

El Evangelio, nos enseña, que los dos discípulos de Emaús, no reconocieron a Jesús en su aparición, si no en el partir el pan. Es decir, a Jesús no lo vamos a encontrar en las cosas extraordinarias, en las grandezas, en el triunfo, en el poder, en el lujo, etc...; si no en el partir el pan, ósea en el compartir, el sufrimiento de los necesitados y en la alegría y el gozo de la vida y de las cosas bien hechas a los demás.

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