La Conmemoración de los Fieles Difuntos, popularmente llamada Día de Muertos o Día de Difuntos, es una celebración cristiana que tiene lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
Pero cuando los cristianos hablamos de la muerte, es importante tener en cuenta que el ser humano no es un compuesto de dos elementos, el cuerpo y el alma, que se separan en el momento de morir y se volverán a juntar al final de los tiempos, cuando todos seamos convocados al llamado juicio final. Esta antropología corresponde al dualismo del pensamiento helenista, que influyó en el pensamiento de la Iglesia primitiva y ha marcado la cultura de Occidente. Por el contrario, el pensamiento bíblico no es dualista, sino unitario. El ser humano implica esencialmente corporalidad, es decir, se constituye por un " cuerpo " animado por un " espíritu ", fundidos en una unidad perfecta, que ( al menos, hasta el día de hoy ) resulta imposible establecer dónde y cómo se sitúa el punto de sutura de lo corporal con lo espiritual en cada ser humano. ( Castillo )
Por eso, en este día de los difuntos, es lógico, es natural, es inevitable que recordemos a los que murieron, especialmente a quienes, por le motivo que sea, representan para nosotros algo importante en la vida. Sin embargo, lo que más importa, en este día, no es mirar al tiempo pasado, sino fijarnos que si sus reuerdos nos ayudan en nuestra humanidad y en nuestro encuentro con Dios, estos nos acompañaran en la eternidad. Esta transformación del ser humano temporal en el ser que transciende en el espacio y el tiempo, de forma que entra en una condición nueva de existencia en la vida de los demás seres humanos, es el momento de la resurrección.
Esta debería de ser la Conmemoración de nuestros fieles difuntos.
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