Pasadas las elecciones, parece que todo vuelve a la calma, y es momento de realizar una pequeña reflexión.
Tras las reacciones de los partidos políticos, me confirmó más, en mi dos ideas.
La primera de ella, es indiscutiblemente la profesionalidad de la política. Cuando la política se convierte en una profesión de ciertas personas, se corre el peligro, como está ocurriendo, de que el político, pierde el norte del bien de la política como el servicio a la comunidad. Y, se convierte la política, en su forma de vivir. No solamente del político de turno, sino de todos sus allegados, convirtiéndose la cuestión, en un clan cerrado y controlado, de manera que nadie altere el orden establecido. Como mucho, quede todo en pequeñas discusiones familiares. Y digo todo esto, porque yo creo que ciertos políticos después de estas elecciones, deberían plantarse su lugar en la política; pero claro donde va el señor...
La consecuencia de todo esto, es la segunda conclusión que yo tengo. El poder económico, le interesa esta profesionalización de la política, pues es la única manera de ellos poder garantizarse sus grandes beneficios. Ya que, al tener siempre los mismos políticos, estos pueden ser llegados a comprarse. Pues si hubiera al alternancia política y la rotación de políticos cada ocho años, el tema de la corrupción sería muy difícil de sembrar en el tiempo dentro de una idea política.
Esto es para toda la clase política de un signo y de otro.
Posiblemente, hay que realizar un esfuerzo para profundizar en la democracia real. La democracia es el mejor camino para superar los problemas humanos y sociales por la vía del diálogo y de la participación de los ciudadanos en la gestión de la sociedad. Sin embargo la democracia no ha de ser solamente formal sino real.
¿Cuándo se van a enterar de que lo importante son las personas?.
Por eso, más que nunca quizás, los cristianos católicos debemos de participar con mayor compromiso en la vida política, al igual que lo hacemos en la vida universitaria, empresarial, profesional, cultural.
Los valores cristianos deben de ser en una sociedad laica exigencia de ejemplaridad y servicio a la comunidad.
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