Nada sabía de los “lolardos”, hasta que comencé el libro que me he regalado para mi 34 cumpleaños. “La comerciante de libros” de Brenda Vantrease. Según revela la novela y da fe la historia, los “lolardos” fueron considerados herejes en el siglo XIV por la iglesia católica, por aspirar a la traducción de la Palabra de Dios y su llegada a todas las manos; así como su aspiración a la reforma. Fueron condenados, porque su iniciativa se consideró cismática, y por ello condenatoria.
El cisma, como concepto es creado por la iglesia desde que esta, siente la necesidad de defender el uso de su única verdad, a costa de lo que sea. Cismático es el que desobedece a la autoridad eclesiástica, pero mantiene la unidad de la fe. Como ejemplo cito la carta “Adeone te” al obispo Juan, a comienzos del año 559, por manifestar su disparidad de pensamiento con el papa Pelagio I; “¿Hasta que punto te falló la verdad de la madre católica, que no te consideraste inmediatamente cismático, al apartarte de las sedes apostólicas?” No abriré aquí un insulso debate sobre la autoridad y la posesión de la verdad aderezada con el tema de las llaves de Pedro, no se trata se eso. Pero se tratan estas letras de la cercanía o lejanía, que los fieles o bautizados mantenemos con la iglesia.
Yo no aliento un cisma, aunque en mi juventud me sorprendo de que no estallara en los tiempos que corren. Lo que advierto es que el cisma esta presente, aunque aun este larvado en la sociedad cristiana. Mi tienda es lugar de paso y de conversación para amigos y ajenos. La semana pasada, la conversación con una mujer y madre de familia nos llevó a hablar de la fe. ¡Figuraos, en el mostrador de una tienda! La señora manifestó con claridad su hartazgo, “sobre aquellos que solo condenan posturas llamadas antinaturales, cuando luego disuelven un matrimonio canónico previo pago de su importe. Aquellos que un domingo te hablan de Dios y de la justicia y la paz del evangelio, y al siguiente Domingo te aconsejan educadamente a quien votar. Aquellos que piden por Dios pero no dan ni por la virgen”, -dijo la mujer ante mí-. Palabras duras, de acuerdo; como dura es la realidad de la vida.
Sinceramente me adolecí, pues este testimonio no es de una encuesta demoscópica, pero es reflejo del sentimiento generalizado que sienten muchas personas.
Que conste que me adolecí, no por “aquellos” que nombraba la señora y que todos sabemos quienes son; sino por la mujer y su herida sensibilidad. Porque en este tiempo más que nunca, puede ser la fe, la salvaguarda para mantener el ánimo esperanzador y el empuje necesario para continuar hacia delante. Pero la gente esta cansada de que se les diga que vayan a misa los domingos, pues eso y las obras de misericordia, agradan a Dios. No justifico estas palabras, pues la vivencia de la fe puede ser una cosa y la practica de la religión otra distinta aunque conexas.
Y esta señora y su planteamiento no son exclusivos. Tras ella, esta el esposo, y los hijos y familiares, dispuestos a la influencia de sus vivencias y pensamientos. Ella es portadora de este nuevo sentir hacia la practica de la fe, y probablemente sean de los que solo vemos en las iglesias para acontecimientos culturales.
¿Quiénes llenan las iglesias en este momento? ¿Quiénes son hoy la esperanza de la Iglesia? Salvo Comunión y Liberación, Opus Dey, los Kikos y catorce mil ramas católicas de pensamiento ultra conservador en este continente y aquel; una gran mayoría de las personas bautizadas pasan olímpicamente de la iglesia, -permítaseme la expresión-. ¿Dónde dejamos el capitulo de la libertad de pensamiento en nuestra comunidad cristiana? Porque, si eres laico y no estas comprometido, quizás ni se dignen mirarte los obispos; pero como estés consagrado u ordenado, prepárate para hacer uso de tu libertad pues te freirán como a san Lorenzo.
¿Quién se adolece de la exclaustración del apreciado franciscano Arregui, salvo los libre pensadores? Aquellos que no ven solo una isla en el horizonte, sino una miríada de ellas para ponerse a su resguardo y desde tal o cual isla, contemplar a Dios y el mundo. ¡Porque, no solo existe la isla vaticana! El teólogo Castillo, es otro que en la madurez de su vida manifiesta su salida de lo clerical, para poder tener autentica libertad de expresión y de pensamiento.
De los curas casados ya no hablamos, pues tienen la boca seca de hablar de estos asuntos. Y los laicos progresistas y críticos, que algún día estaremos aunque sea en la clase baja de la teología, ¿que será de nosotros? ¿Nos enviarán un “monituns” a casa con un rollo de precinto del gordo, para que nos lo pongamos en la boca? Lejos quedaron aquellas palabras del cardenal Tarancón citadas por Miret Magdalena, cuando decía sobre la critica que: “es improcedente para la mayoría de obispos, sacerdotes y cristianos piadosos, y sin embargo, la critica no sólo es conveniente, sino necesaria en la Iglesia; […] para despertar a los dormidos y para estimular a losa cobardes”.
Pienso que el cambio está presente, es inevitable. Será doloroso, pasará por la cruz; pero será efectivo. Lo que ocurre es que a excepción de los grandes cismas, las grandes separaciones; la separación actual es mas desgarradora pues hace que muchas personas cuya fe se cimienta –en parte- en la estructura clerical, le fallen los cimientos de la misma y vean poco a poco caer el edificio mental que tienen como Iglesia católica.
Los matrimonios cristianos no canónicos –heterosexuales u homosexuales-, celebrados en comunidad con ausencia del sacerdote, son ya una realidad. Hay personas a las que no les importa que en un libro de la parroquia digan que están casados. Unión civil a efectos legales, unión cristiana ante los ojos de Dios y la comunidad, pues ya sabemos que el sacerdote es testigo de la iglesia, ya que son los esposos los que se administran mutuamente el sacramento. No entro en discusión sobre la procedencia o improcedencia de estos acontecimientos dados en comunidades, pero lo que seguro no haré es condenarlos.
Lo seguro es que para estos y otros muchos, el sacerdote hoy en día no es ni representación ni garantía de la presencia de Jesús. Es uno más entre los presentes, admiten estos.
Desde luego, lo que tengo claro es que me niego a marcharme de la Iglesia de Jesús. Y quien me invite a ello, tendrá frente a él la determinación de una persona que antepone el amor, la fraternidad y el respeto ante cualquier ley o disposición concreta.
El pueblo es sabio, en el reside el germen de lo laico en el cual se introdujo Jesús, al bajar al lodazar de la rivera del Jordán.
Vivamos expectantes este proceso continuo de cambios, desde la serenidad y desde la contemplación. Confirmemos continuamente nuestra fe, abrazados a los hermanos y dispongamos los corazones, para ayudar a quien nos precise. Los formulismos y protocolos vienen solos, pero el evangelio es vida y la vida nos corresponde vivirla a nosotros, con la ayuda de Dios y la asistencia de su Espíritu.
Atentos pues.
Por Florencio Salvador Diaz Fernadez. Blog Cartujo con licencia propia.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
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