Por mucho que leo y releo
los Evangelios, en ellos, encuentro que el centro de las preocupaciones de
Jesús no fue la religión oficial del judaísmo, sino el sufrimiento de la gente
que lo rodeaba.
Lo mismo, que no se cansa de
recordarnos el papa Francisco, desde que comenzó su pontificado. Recordándonos
a todos - empezando por el clero - que, por muy importante que sea la religión,
es mucho más apremiante remediar el hambre y atender a la salud de niños,
ancianos y enfermos.
No quiero decir con esto,
que las personas que se encuentran en el ambiente de la religión no estén
pendientes del sufrimiento de las personas que están en su entorno. Es verdad
que instituciones religiosas como Caritas, parroquias, ongs y otras
instituciones similares derrochan caridad y generosidad con incontables
personas necesitadas. Esto es justo y necesario reconocerlo
Este gran problema social y
humano que nos rodea debe de ser para nosotros los cristianos, un hecho de
reflexión desde nuestra fe, y desde un discernimiento de los evangelios, que
nos lleven a una nueva renovación de nuestro compromiso social, en función de
los signos de los tiempos.
Yo supongo que nuestros
políticos se dan cuenta de esto. Pero si es que ni de esto se enteran (o no les
interesa), que no nos hablen más de los presuntos crecimientos económicos, que
sólo cuadran con sus cuentas y proyectos. No queremos el modelo de sociedad que
ellos quieren. Queremos una España más igualitaria, más justa y más honrada. O
digamos, por las claras, que ni nos importa España. Ni nos interesa su
religión.
Más que nunca quizás, los
cristianos católicos debemos de participar con mayor compromiso en la vida
política, al igual que lo hacemos en la vida universitaria, empresarial,
profesional, cultural. Ignorar lo que está pasando en la calle y en las redes
sociales puede ser irresponsable. En España hay una distancia creciente entre
buena parte de la sociedad y sus representantes. Y el resultado se traduce en
desesperanza y desencanto.
Como creyente que se siente
interpelado a evangelizar, a través de su testimonio, creo que, hay motivos
para apostar por una regeneración ética de nuestra sociedad. Y, si esos motivos
existen, los valores que emanan del Evangelio y del Concilio Vaticano II en su
Gaudium Spet, son una alternativa creíble y factible para implicarnos en esa
regeneración ética.
"Los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestro tiempo, sobre todo de los
pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanza, tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1).
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