sábado, 14 de noviembre de 2015

EVANGELIO DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE 2015. 33ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,24-32)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

COMENTARIO.-

Este evangelio, que la Iglesia presenta cuando ya se acerca el final del año litúrgico, recuerda a los cristianos “la época del cumplimiento de las promesas” (J. Mateos). Se trata de las promesas que se condensan en esta buena noticia, la gran noticia que todos nos pueden dar: la instauración del reinado de Dios en la humanidad. No se trata de un momento concreto de la historia; no será un acontecimiento determinado. Será un proceso lento y largo en el que el Dios humanizado en Jesús se hará presente entre los humanos, hasta humanizar este mundo liberándolo de la deshumanización que origina tanto sufrimiento y tanta opresión (J. Mateos).

Jesús dice que este grandioso proceso se producirá mediante la caída del sol, la luna y las estrellas. Con este lenguaje figurado, que Marcos toma de los profetas de Israel, el Evangelio afirma que la humanización de este mundo se producirá mediante la caída de los grandes imperios opresores. Uno tras otro, todos irán cayendo, se irán derrumbando. Es el anuncio gozoso de los grandes profetas (Is 13,9s; 34,4; Jr 4, 23-24; Ez 32, 7; Jl 3, 4; 4, 1-8). Se irá debilitando la opresión, se implantará progresivamente la justicia, la igualdad, la solidaridad. (Castillo).

Además este proceso grandioso, de esperanza y gozo, se llevará a cabo de tal forma que de él, a diferencia de los antiguos anuncios proféticos, no irá acompañado de calamidades que afectan a la tierra; ni habrá sujetos que experimenten terror ante el eclipse de los astros. Todo lo contrario, será un proceso de creciente humanización y liberación. Tal es el anunció de esperanza mediante la progresiva humanización de los individuos, los grupos, las instituciones y las naciones. He ahí la tarea que Jesús nos propone a todos. (Castillo).

Este es el tiempo, en que los cristianos tenemos la oportunidad de restaurar el mundo, de construir la historia, de instaurar el nuevo orden que nos trae el Hijo del Hombre. Ese futuro mejor para todos hay que trabajarlo todos los días, todos los años, toda la vida y, no sólo con la cabeza y con las manos, hay que poner también el corazón. Hay que hacerlo con otros, nos necesitamos para avanzar; para superar las dificultades grandes y pequeñas; para darnos ánimos cuando surja la tentación de pararnos; y para celebrar y festejar los logros de sentirnos vivos en el camino hacia el futuro. (J. César)

Eso es la Iglesia, hoy que celebramos el Día de la Iglesia Diocesana, en ella caminamos en la esperanza de una nueva primavera que supere el pesimismo, el “aquí no hay nada que hacer”, o las visiones negativas sobre el mundo. Sabemos que hay hambres, guerras, pobres, odios, desigualdad…, no somos ingenuos, dice Daniel en la primera lectura: “Son tiempos difíciles”.  Pero como Iglesia Diocesana, tenemos que estar cercanos a aquellos que están esperando un tiempo nuevo, recordando que tenemos capacidad para buscar salidas a todas las dificultades. Seamos lo que debemos ser, lugar de encuentro de todos con el Hijo del Hombre, para la construcción de un mundo y un universo nuevo. (J. César)



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