viernes, 31 de octubre de 2014

LA GLOBALIZACIÓN DEL DINERO Y LA MUERTE.

Las 20 personas más ricas de España han incrementado en el último año su fortuna en 15.450 millones de dólares, más de 1.760.000 dólares por hora, y poseen actualmente tanto como el 30% más pobre de la población, casi 14 millones de personas, según la ONG Oxfam.

Así, en la escala más alta, el 1% de los más ricos de España tienen tanto como el 70% de los ciudadanos y tan sólo 3 individuos acumulan una riqueza que duplica la del 20% más pobre de la población. En su conjunto, las 20 mayores fortunas de España alcanzaron en marzo de este año una riqueza de 115.400 millones de dólares.

La organización --Oxfam Intermón en España-- ha presentado estos datos en su informe 'Iguales: Acabemos con la desigualdad extrema. Es hora de cambiar las reglas', en el que analiza la situación de más de 50 países, entre los que se encuentra España.

A juicio del director general de Oxfam Intermón, José María Vera, "España tiene que dejar de ser el segundo país más desigual de la UE" por lo que "no basta con esperar a que la economía repunte". Según Vera, "el crecimiento económico per se no crea sociedades más justas ni prósperas". "Son necesarias políticas más redistributivas que apuesten por reducir la desigualdad", ha afirmado, al tiempo que ha lamentado que "estos altos niveles de desigualdad generan sociedades duales y poco cohesionadas".

Vera ha asegurado que "el Gobierno español va en dirección contraria al promover una reforma fiscal que no servirá para recaudar de una manera más justa y al presentar unos Presupuestos Generales del Estado que no apuestan por un incremento del gasto social".

Estos datos son más indignantes cuando sabemos que, en España, tenemos más cinco millones de parados, miles de personas que subsisten por las ayudas que reciben de la limosna y la beneficencia, familias enteras que tienen los días contados en sus viviendas y – lo que es más sobrecogedor –. Porque, exactamente ahora, a pesar de la crisis, los que más dinero tienen son los que más han aumentado sus increíbles riquezas.

Jesús dijo, en el Sermón del Monte: “Dejaos de amontonar riquezas en la tierra” (Mt 6, 19). Y enseguida añadió: “Porque donde tengas tu riqueza tendrás tu corazón” (Mt 6, 21). La conclusión que saca el mismo Jesús es tajante: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24). Es decir, a juicio de Jesús, el corazón puesto en el dinero es incompatible con el corazón puesto en Dios.

Según, comenta el teólogo José Maria Castillo en su artículo la parábola del dinero y la muerte; es que, el peligro que puede tener una lectura equivocada de las palabras anteriores de Jesús, estaría en pensar que el Evangelio “rechaza el dinero” o, lo que sería más grave, andar diciendo que Jesús “quiere la pobreza”. Por favor, no digamos tonterías.

El dinero puede servir para acumularlo y disfrutarlo o para producir bienes de uso y consumo, dar trabajo, crear abundancia y bienestar. Las parábolas de los evangelios se refieren al dinero de manera que siempre lo ven como fuente de “productividad” para todos. Y también como peligro que envenena al que sólo piensa en el dinero como fuente de “acumulación” para la propia seguridad y el propio bienestar.

Algunos ejemplos para poner en la pista de una lectura evangélica de las parábolas: 1) Jesús rechaza la “economía del miedo”, como queda patente en la parábola de los talentos (Mt 25, 14-30; Lc 19, 11-27): el que afrontó el tema del dinero desde el miedo, en el mido y por el miedo encontró su propia perdición. 2) Si el miedo al dinero lleva a la perdición, la “codicia” por los bienes de la tierra convierte a los codiciosos en asesinos, como destaca la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-46; Mc 12, 1-12).

Es verdad que esta parábola entraña una enseñanza mucho más honda. Pero no deja de ser elocuente que Jesús exprese su enseñanza de forma que es la codicia lo que desencadena la violencia y la muerte. 3) Cuando el dinero lleva a pensar solamente en uno mismo, en el propio bienestar, la consecuencia es el más escandaloso desinterés por el sufrimiento ajeno, o sea el pecado de omisión en su más repugnante brutalidad.

Es lo que destaca la parábola del rico epulón y Lázaro (Lc 16, 14-31). De forma que quien vive de esa manera, se hará sordo a la palabra de Dios, a la propia conciencia e incluso a los muertos que se levantaran de sus tumbas. 4) El dinero, además, es el germen de la más desmesurada intolerancia ante las miserias de los demás, por pequeñas que sean, al tiempo que engorda la tolerancia del sujeto ante sus propias miserias.

Es una de las cosas que quedan más claras en la parábola del perdón (Mt 18, 21-35). 5) El dinero, pensado y deseado solamente desde el punto de vista de la acumulación y la seguridad que eso produce, tiene la fatal consecuencia de que trastorna a la persona hasta hacerle incurrir en la insensatez, en la más insensata necedad.

Eso exactamente es lo que enseña la parábola del rico necio (Lc 12, 13-21). Y es que la estupidez del rico satisfecho le pone una venda en los ojos y lo ciega ante las inevitables limitaciones que entraña la condición humana. 6) Y hablando de dinero, es decisivo caer en la cuenta de que, a juicio de Jesús, Dios no se relaciona con los seres humanos según el principio calculador de la retribución estricta, sino desde el criterio desconcertante de la bondad que no se fija sino en lo que el otro necesita.

En el fondo, eso es lo que enseña la parábola de los jornaleros que van a trabajar a diversas horas de la jornada (Mt 20, 1-15). 7) Y para acabar, resulta elocuente la extraña parábola del administrador injusto (Lc 16, 1-13). La sentencia final de la parábola deja las cosas claras: “No podéis servir a Dios y al dinero”. La parábola, por tanto, no pretende en modo alguno justificar la codicia por la ganancia.

Y menos aún si eso se consigue haciendo trampas, con mentiras, engaños y cuentas falsas. Todo eso, lógicamente, no es sino corrupción pura y dura. Entonces, ¿qué sentido puede tener que “el señor elogie al administrador injusto”? La enseñanza de la parábola es, por lo menos, ésta: la codicia por el dinero lleva derechamente a la corrupción. Y lleva a eso hasta el extremo de que incluso es el que es engañado elogia y pone como modelo al “habilidoso” que se maneja en la vida de forma que, si es preciso, hace trampas y comete fraudes, pero sale ganando. O sea, es la perversión total.


Termino: el capital “productivo” es fuente de vida. Pero tan cierto como eso es que el manejo del dinero, si se hace con la intención de “acumular”, desencadena inevitablemente corrupción, la degradación de la vida y, sobre todo, sufrimiento y muerte. Que cada cual vea cómo se sitúa en este asunto tan central siempre, sobre todo en este momento.

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