Es humano y es lógico que un
individuo normal sienta el lógico deseo de llegar a ser una persona honorable,
con la debida reputación y dignidad; y que quiera alcanzar cotas de
poder, influencia y reconocimiento. Todo esto es perfectamente
comprensible. Porque así somos los humanos. El problema está en que, con
demasiada frecuencia, esos deseos y esos sentimientos son los que imponen en la
vida. Y se imponen por encima de otras cosas, situaciones y necesidades que
son apremiantes y, no raras veces, de enorme gravedad. Bien sabemos que
hay hombres que, por lograr un título o un puesto de altura, van por la vida
dando codazos a derecha e izquierda, se van dejando tirados a los que les
estorban en su pasión por trepar.
Resulta evidente que,
cuando la pasión por el poder y la gloria es más determinante que la dignidad, los
derechos o el sufrimiento de las personas, en tales condiciones no es
posible creer en Jesús. Porque según podemos leer en los evangelios, Jesús
antepuso el bien de los otros, sobre todo el bien de los más desamparados y
desdichados, a su propia fama, su propia credibilidad, su propia
respetabilidad. Jesús no temió incluso escandalizar. Lo primero es lo primero
en la vida.
Los hombres estamos
dispuestos a poner nuestra fe en el poder, el honor, el dinero, la ciencia, lo
esotérico y extraño. Creemos en los dioses, en los milagros, en los ritos, en
santos y curanderos. En lo que sea.
La ruina de la humanidad es
que no creemos en el hombre, en el ser humano. Por eso no lo respetamos, no lo
tratamos como se merece, no lo queremos, sea quien sea y se porte como se
porte. Estamos ciegos.
Y para colmo de los colmos,
nos encontramos con los fanáticos de la religión que son los más duros enemigos
de la humanización del ser humano. Se encuentran más a gusto en su ceguera y
alimentando la ceguera de todos los que no acabamos de tomar en serio la fe en
el ser humano. Y esto es lo decisivo. No sólo por lo que es en sí el ser
humano. Además de eso, porque en el ser humano se ha encarnado Dios y en él es
donde, ante todo, encontramos a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario