domingo, 16 de marzo de 2014

16-19 MARZO. DÍA DEL SEMINARIO. LA ALEGRÍA DE ANUNCIAR EL EVANGELIO

Desde hoy domingo 16 hasta el próximo día 19 de marzo, festividad de San José, se celebra el Día del Seminario, este año bajo el lema: “LA ALEGRÍA DE ANUNCIAR EL EVANGELIO”. 

Se trata de una jornada anual, en la que se nos invita a toda la comunidad eclesial a tomar conciencia de la necesidad de pedir al Señor, promover y amparar las vocaciones sacerdotales con la oración, la invitación a los jóvenes para que se animen a plantearse la vocación sacerdotal como una opción válida.

Es frecuente escuchar voces de gran preocupación en la jerarquía eclesial y en ciertos sectores laicales; ante la tendencia a la baja en el número de vocaciones sacerdotales y religiosas en los últimos años. Tanto es así que se ha calificado por ciertos cargos eclesiales como una situación de “otoño vocacional". Situación que se viene  achacando a la creciente secularización, al descenso demográfico, al descubrimiento de pecados por parte de sacerdotes y a la crisis moral.

Es verdad, que todo esto ha influido y está influyendo en la Iglesia. Y es lógico, pues no debemos de olvidar que es la Iglesia la que está en el Mundo y no el Mundo en la Iglesia. Pero, lo que yo creo, que verdaderamente ha influenciado la gran crisis de la Iglesia, no es la falta de sacerdotes, sino el abandono en la Iglesia del proyecto de Jesús. La Iglesia es un organismo vivo que ha de estar en continuo y permanente nacimiento, naciendo de Cristo en cada tiempo.

Y, así lo podemos ver y reconocer, en este año de pontificado del Papa Francisco. El Papa, con su estilo de vida y gestos nos insiste en la necesidad de «definir de nuevo tanto la vocación de la Iglesia como su relación con la modernidad». Afirma que la «religiosidad tiene que regenerarse de nuevo en el contexto de la sociedad moderna para encontrar nuevas formas de expresión y comprensión». Insiste en que «hay que preguntarse siempre qué cosas, aunque hayan sido consideradas como esencialmente cristianas, eran en realidad sólo expresión de una época. Debemos regresar una y otra vez al Evangelio, a la alegría del Evangelio y a las palabras de la fe para ver qué es realmente lo esencial y qué se ha de modificar legítimamente con el cambio de los tiempos».

En definitiva, no se trata de modernizarse, sino de actualizarse. Por eso, estos días deberíamos dedicarlo a renovar el concepto primero de vocación y en segundo lugar dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, para encontrar los caminos propios de los ministerios en la Iglesia de hoy.

En la actualidad, la vocación se entiende como la llamada de Dios, para atender a una comunidad de cristianos. Mientras que, durante los primeros mil años de la vida de la Iglesia, la vocación se entendía como la llamada de la comunidad, que elegía de entre sus miembros al que consideraba más idóneo para educar en la fe a un grupo de cristianos. Esta manera de entender la vocación estaba tan clara entre los cristianos, que la condición indispensable, para que el obispo admitiera a un candidato a la ordenación para ejercer el ministerio, era no que el sujeto se ofreciera diciendo que Dios le llamaba, sino que se resistiera a ser ordenado, porque se consideraba indigno y sin cualidades para un servicio tan exigente.

En definitiva, en la Iglesia faltan sacerdotes porque las autoridades de la Iglesia han puesto unas condiciones que no permiten otra cosa. En la Iglesia no tienen por qué faltar sacerdotes, cuando seamos conscientes de que tenemos la gran misión de anunciar la alegría del Evangelio.

Por eso, esta jornada nos debe de ayudar a ver todas las vocaciones ministeriales existentes, y a las que van surgiendo en nuestras Iglesias, como el diaconado permanente, delegados de liturgias, (que Roma ha denominado a este tipo de oficio «celebración en domingo en ausencia o en espera de presbítero»). Sin olvidar que estas mismas órdenes ministeriales, deben estar abiertas a las mujeres. No debemos de olvidar que nuestros ministerios, cambiaron en unas circunstancias sociales, pues los apóstoles estaban casados, y los papas también tuvieron casados.

Debemos aprovechar esta jornada también, para dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, y abrir nuestra mente y nuestro corazón a él y, hacer una lectura más profética de nuestro horizonte y preguntarnos:

- ¿ Qué caminos está tratando de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas en esta sociedad ?.

- ¿ Qué llamadas está haciendo Dios a la Iglesia de hoy para transformar nuestra manera tradicional de pensar, vivir, celebrar y comunicar la fe, de modo que propiciemos su acción en la sociedad moderna ?.


Por eso, nuestra tarea no es ser fieles a una figura de Iglesia y un estilo de cristianismo desarrollados en otros tiempos y para otra cultura. Lo que nos ha de preocupar es hacer posible hoy el nacimiento humilde de una Iglesia, capaz de actualizar en la sociedad moderna el espíritu y el proyecto de Jesús.

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