Jesús dijo a sus discípulos:
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo
el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le
abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una
piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que
son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el
Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que
deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en
esto consiste la Ley y los Profetas (Mt 7, 7-12).
Aunque, la interpretación y
la utilización, que hacemos de este texto evangélico, es para dar
fundamento a la oración de petición, que posiblemente es la más utilizada por
todo nosotros, y las más frecuentes, que se producen en
cualquier experiencia religiosa, como lo demuestra, los estudiosos de la
historia y la fenomenología de las religiones.
Pero en los textos
evangélicos que leeremos en esta cuaresma, empezando por el domingo próximo,
veremos que la ORACIÓN, en Jesús tiene otro fin. Los Evangelios, nos narran,
como Jesús dedicaba ciertas noches al diálogo con El Padre, (Mt 14, 23-25).
Jesús pasaba las noches en oración. Y rezó intensamente antes de la pasión y
en el momento mismo de morir.
Jesús nos
dejó claro que la oración, no por ser prolongada o de mucha
palabrería, va a ser más eficaz. Lo determinante no es el mucho tiempo
que se reza, sino la sinceridad, la verdad, la transparencia de nuestro
"deseo" hecho oración, de manera que nos conduzca a una
transfiguración, como Jesús.
Por eso, es frecuente en
Cuaresma, ver en la comunidad cristiana, las oraciones comunitarias, de
via-crucis, rosarios, triduos y quinarios. Y eso, está también, ya que, Jesús
no sólo nos dejo claro que la oración individual es necesaria, sino que la
comunitaria también. Por eso, nos enseño la oración comunitaria más hermosa, EL
PADRE NUESTRO. Pero tan cierto como eso, podemos decir también, que no puede
existir oración comunitaria, si no existe la oración individual. Ya que en la
oración individual, es donde llevamos a cabo, el verdadero diálogo entre Dios y
nosotros. Cómo Jesús, nos enseñará en el evangelio del próximo domingo.
El fruto, el éxito y la
eficacia de la oración está en la oración misma, en la escucha abierta
y sin límites. El fruto de la oración es la fuerza y la paz del Espíritu sobre
nosotros. Ese es el aliento que el Padre siempre nos da. Porque es el que más
necesitamos.
En la Cuaresma, Cristo nos
invita a cambiar de vida, en la ORACIÖN individual. La Iglesia nos invita a
vivir la Cuaresma, en la ORACIÓN comunitaria, como un camino hacia Jesucristo,
escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo
obras buenas.
Complementaremos esta
reflexión con el comentario del Evangelio del próximo domingo, segundo de
cuaresma, que escribiré mañana.
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